Algo de la poesía publicada recientemente en la Argentina.
sábado, 31 de enero de 2015
Beatriz Vignoli
Beatriz Vignoli (Rosario, Santa Fe), Lo gris en el canto de las hojas, Baltasara Editora, Rosario, 2014.
Lo gris en el canto de las hojas
¿Qué es un muerto?
Es un montón de ropa vacía.
Vacía pero con el olor de un cuerpo
que ya no dice nada. No es la sangre
de los muertos el problema. El problema es la grasa,
la grasa de los muertos que queda en las cosas que tocaron:
las asas de madera, lo gris en el canto de las hojas
del libro de cabecera o la guía de transporte urbano.
Todo eso huele y duele: el rastro del sudor y de las manos
de quien ya no se queda pensando bajo el agua, el silencio
de quien ya no tiene planes. Antes de matar, tengan piedad
de quien sea que vaya a abrir ese ropero
la mañana después;
piedad por quien halle la estela funeraria
de inservibles corbatas,
algunas con bordes grasientos y raídos
allí donde antes rozaban la nuca como una caricia.
Parra
Como si la belleza pudiera redimirme, ante el claro y fresco rostro
por donde pasaste en el alba la espuma del jabón, el filo del acero,
/el agua tibia
repaso yo mis días, anudo pasados y futuros, ya no quiero morir;
supongo que hay un margen de tiempo aún para este cuerpo y
/hunde sus raíces
en la infancia y el padre, parece decirme tu sonrisa de talla barroca
/pero viva.
Como bajo una parra en verano contemplas un jardín zen detrás
/de los cristales
y toda arquitectura te contiene y te vuelve sagrado, es un arte que
/dominas desde niño.
Yo he soñado con morgues, con puentes que unían ciudades, con
/soleadas autopistas,
con una extranjera que volvía y volvía a irse y con una palabra
/inventada que olvidé.
viernes, 30 de enero de 2015
Franco Rivero
Franco Rivero (Corrientes), vos ahora voz, Editorial Deacá, Villa Mercedes, 2014.
preparo la cena
I
riña
doméstica si las hay
la
de escucharte
hablarme
fuerte
mientras
cocino
sin
romper los platos
ni
tirar nada
picar
las respuestas
con
la cebolla
el
morrón
el
ajo
la
verdad que no hacía falta
trozar
así ese pollo
II
más
tarde
dormiremos
juntos
me
vas a abrazar
voy
a abrazarte
haremos
más
que eso
mentiremos
que
hacerlo
con
esa energía
significa
mucho
jueves, 29 de enero de 2015
Verónica Pérez Arango
Verónica Pérez Arango (Buenos Aires), Un dibujo del mundo, El ojo del mármol, Buenos Aires, 2014.
Las fotos que saco desde que soy chica mienten
la luz y el color. Todos saben que los cuerpos
pueden estar adentro o afuera del choque
entre las cosas. Mis imágenes registran algo
que se desvanece como mi cara
a medida que cambia la intensidad del sol.
La figura de un día completo en las rocas
se pega al costado de la lisura del mar
donde la sombra no coincide con la forma
de las cosas. ¿Cuánto tiempo hay que esperar
una ola? –Es difícil decirlo –dicen
mientras todos miran el vaivén
La ola salpica y detiene otra vez este tiempo.
En las piernas de los bañistas, el agua
se queda quieta y quita las marcas del pespunte
sobre los pelos ahora alisados por el efecto
que cambia de acuerdo al lugar del bañista en cuclillas
en el borde de un lado o de otro de la lisura del mar.
Cada gota detenida por la sequedad de la piel
es un espejo mínimo donde van a beber los animales.
Si las gotas caen, se perfora la arena.
miércoles, 28 de enero de 2015
Alberto Boco
Alberto Boco (CABA), Visitas inoportunas, El jardín de las delicias, Buenos Aires, 2014.
El silencio
(sobre El despertar de la criada, óleo de Eduardo Sívori)
La superficie es lo que está ahí
y nada puede existir
excepto lo que está ahí.
John Ashbery
Con un primer golpe de mirada pareciera que el artista hubiese
/consumado menos ese prodigio que un hecho milagroso.
Un pincel vuelto cámara oculta forja el momento sin estar allí.
Delicado trajín.
A esta cuestión le importa poco la presencia de un modelo y
/los recodos de lo imaginario
En 1886, cuando Eduardo Sívori pintó el cuadro, no eran
/tiempos de cámaras ocultas.
En el borde de la cama de hierro ella está como sólo puede
/alguien cuando nadie la mira
en la falta de urgencia que nada pide
que nada propone.
Una pierna sobre la otra sin indolencia o gesto de cansancio, sin
/intención
flexionada de un modo que no interpela nuestra mirada
sólo se cruza con ella
el torso apenas girado hacia delante para dejar que la luz le
/avance
como si alguien pidiera que se quede así para desentrañar la
/índole de esa precisa luz
aunque nada de semejante carga conmueva sus hombros.
Fija en la tarea de desenredar una media o velada por la fugaz
/caída de los párpados
la mirada vacante hace ver su cabeza más inclinada.
El antebrazo derecho que roza uno de los pezones es la divisoria.
El pecho y el vientre recogen y devuelven un intenso brillo
mientras el brazo absorbe la luz y entrega su grisura rosácea
como si la luz que allí se posa fuera distinta de la que lo hace
/en los otros lugares
y tuvieran cada una su mundo propio
su atributo calificador
o aquella brotara de distinta fuente y otro fuese su destino
ya no mostrar que un brazo es un brazo y nada más
bronceado por un poco de sol o de intemperie.
¿Se verá en los nudillos de la mano derecha
tan marcados
el carácter con que la luminosidad esquiva lo sin vida?
Hay una vela sobre la mesa de noche una alfombra, un
/pequeño cuadro asomando colgado en la pared
por igual embebidos en esa suerte de indefensión, tristeza o
/forma de sospecha
que cae sobre algunas cosas cuando se las deja en penumbras.
Con todo juega la luz desde una ventana, espacio o abertura no
/visible
menos con ella
a ella la protege en su cuerpo de mujer con cara de niña.
Habría que contar los zapatos entre los demás objetos del cuarto.
El hombre que custodia la sala del museo dormita en la silla
lo sobresaltan de a ratos las voces entrecortadas
y el rechinar de la estática de su walkie talkie.
Se pone de pie, mira el reloj, anda unos pasos y vuelve a su
/lugar, una chica saca fotos
dejan tras de sí sonidos apagados los pocos visitantes que pasan
pero de ella podríamos decir que se levanta o se dispone a
/dormir y sería tan vano
como hacerse la pregunta o asegurar la respuesta
allí están la vela
y la luz.
Ademanes que sin motivo quisiéramos llamar prudentes
/afirmarían
lo incierto que tal vez el pincel quiso fijar
un trazo de vacilación calculada en el antebrazo derecho
un dejo de movimiento
aunque algo más hay allí, silencio en el color o en la textura
o quién sabe qué en los lugares ausentes de resplandor
semejante a bailarines que ante la emoción de ciertas cosas y
/palpitando algo secretamente ignorado
entregaran su temor a una ínfima cadencia.
El velamen a la brisa, en delicada curva, con mínimo gesto
/empuja el barco.
¿Qué de la sensualidad mientras la luz encarna en piel?
¿Qué violencias?
Cómplice del pájaro, el aire para bosquejar el vuelo no cesa en
/ave, en aire, en vuelo.
¿Se reserva lo bello el disimulo en el propósito de lo imperfecto?
Esta cuestión puede sonar estúpida con ella despertando en una
/pieza para la servidumbre
igual sería en un convento, y en esa piel, o en un catre de
/prostíbulo
cualquiera puede ser un buen sitio para cualquier clase de preguntas.
Si el pelo se soltara ¿qué destellos encendería el paso del cepillo?
¿Fatigaría nuestros ojos?
La superficie dice a la mirada algo de lo que no vemos.
Gestos como de vapor.
Una plaza un poco absurda, casi nula y sin paseantes
crujirían bajo la suela la voz de sus pasos en los caminos de grava
(las pisadas inquietarían sólo al escarabajo sobre la gramilla).
Apenas desparejos, quedan por bordear algunos cuadros al pie
/de los tilos.
En un atardecer lluvioso los bancos reciclados, vaya uno a
/saber de qué lugar
qué fragmentos de sol y de sombra demoran en la madera.
En los escenarios del recato el silencio deja en lo bello lo
/siniestro,
sus cristales de hielo.
(¿Habrá que insistir en esto todavía?)
Ningún temblor candoroso, en su lugar un estado de levedad,
nada de sorpresa ni apenas inquietud
eso que se manifiesta en la llegada y el abandono del sueño, en
/los preludios del miedo.
El carro humilde pesa como una rareza entre las carrozas
/opulentas
marcha triste y alegre, anima cierta ternura en ese delicado
/equilibrio.
Más tarde, sin las galas de la luz, reposa en un contraste ya
/desvanecido el color
y la inocencia parece no afectar el viejo curso de las cosas.
El cuadro quedará por fin en la pared.
Aunque todo cambiará y permanecerá y cambiará.
¿En qué acto dejará el vestido el sostén de la silla y ajustará sus
/formas al cuerpo conocido?
Un continente se abre hasta donde la vista llega y dice su
/pequeño pero suficiente saber.
Ella no está en el mundo y sin embargo vemos
dunas elevadas o suaves pendientes, ondulaciones que trazan el
/territorio del ojo con los caprichos del corazón.
Impasibles mariposas, a medida que nos distanciamos, hablan
/de nuestro mirar
del desconcierto y el deseo, de los prodigios de lo imaginado
y en un instante aquel paisaje retrocede, el desierto regresa
y ella
modelada por la luz desde el borde de la cama de hierro no
/sonríe para nadie
disímil en todo a una Gioconda voraz.
¿Un ademán de Pudor, un mensaje para la Inteligencia?
Ausente de agitación y de vergüenza
vacante para siempre su mirar de nuestros ojos
y con los pies más deformes que los viejos zapatos nos recuerda:
"esto es todo, salvo suponer o el silencio".
Prójimo en la más absoluta lejanía, no importa ya si tiene o
/evoca lo sensual y lo precario
(ah, la luz)
el vuelo de lo sereno en lo frágil o el valor de las proezas
/menores
a nosotros
el guardián en la semisombra de su silla
los escasos visitantes en la tarde de un día de semana
y la chica que toma las fotografías con película de ochocientas ASA
porque no consiguió de seiscientos para su máquina clavada en I25
todos definitivamente apartados, deseosos de tomar un café o
/con ganas de ir al baño,
perdidas la mirada o la voz en el magma del presente
o ambas en el topos de lo justo y lo bello, a la antigua,
de pie frente a la tela y sin pensamiento
tranquilos o cargados de inquietud
en la retirada por el deslizar del tiempo
que crea la planicie.
martes, 27 de enero de 2015
Santiago Sylvester
Santiago Sylvester (Salta), Los casos particulares, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014.
(baño en el río)
Moverse con suavidad de sábalo para no golpearse en las
piedras,
evitar la exageración como si estuvieras escribiendo un
poema: que no retumbe, que no sea enfático
para que las cosas se vuelvan auténticas.
El lenguaje del río son las piedras: ahí
dice su canción: es, como la poesía, un reducto de fuerzas vivas
y todo lo que pasa, lo que no se queda quieto
termina siendo una sola, larga, armoniosa solución.
El lenguaje del río
pertenece a la tribu: Dante escribió en dialecto porque ésa
era la lengua en que sus padres se amaron: así
hablaba el río hace siete siglos, decía cosas parecidas a otra
gente que andaba por aquí:
el río, una superstición en tránsito.
En este sitio se moja lo complejo: miradas que han mirado
todo
y flotan en el cauce.
Más que ver, uno siente que ha sido visto.
lunes, 26 de enero de 2015
Mónica Sifrim
Mónica Sifrim (CABA), El talante de las flores, Hilos, Buenos Aires, 2014.
2
un día fui mujer
de un leñador
y me partió
a pedazos
de un leñador
y me partió
a pedazos
¿qué esperabas?
¿ardillas correteando por la nuca?
ahora se escabulle
la jauría de ciervos
que había coloreado en una lámina
para darte
ayer como regalo.
la jauría de ciervos
que había coloreado en una lámina
para darte
ayer como regalo.
en cuclillas
sobre un jergón de paja
sobre un jergón de paja
no voy a dar a luz
voy a dar a penumbra
voy a dar a penumbra
un hijo amoratado.
quería que el bebé
tuviese
tuviese
un hongo rojo
con motitas
blancas
para que lo abrigaran
del rocío
con motitas
blancas
para que lo abrigaran
del rocío
sábado, 24 de enero de 2015
Denise León
Denise León (Tucumán), Poemas de Middlebury, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2014.
Dice que es atravesada
por los agujeros
de la red
como una calle
es atravesada
por la gente;
atravesada
por un dedo
huesudo
y largo.
La red
es un comienzo
posible,
una pregunta
por la que te sigo
y me escapo.
Una red
que no recogió
el fruto
ni el milagro.
Lisa
–como
un vientre infecundo–
se sumerge
a pesar de todo
de espaldas
al río.
Y se vive.
La desgracia
con sus dedos hábiles
ha apagado
todas las lámparas.
Vemos la jaula.
Oímos el aleteo.
Esta inercia
tiene algo
del sanatorio
del tratamiento
del cuarto de la enferma
de la vida sucia
e irrespirable
por donde nos hemos venido
arrastrando.
Ninguna voz para apoyarse.
Ningún cielo.
El pez
piensa en el agua
mientras puede.
En el agua del vaso de agua
del cántaro de agua
del viento en el agua
de la red
en el agua
de los agujeros
en la red
como quien
se tapa
la cabeza
con la sábana.
Laura García del Castaño
Laura García del Castaño (Córdoba), El animal no domesticado, Pan Comido, Córdoba, 2014.
Adentro están velando a un hombre
es el tío del chico que afuera
cuenta figuritas
coloca varias de pie contra una puerta
con una carta derriba otra carta
con un hombre derriba otro hombre
Repasa el maso
elige del medio el dragón de hielo
prueba otra vez
Así ha sido toda la tarde
Así es adentro
El auto en el que fueron a ver la nieve
Un hombre cenando en casa con sus costillas rotas
y otro volteado aquí
entre las figuritas que un dios desprevenido
vuelve a contar.
viernes, 23 de enero de 2015
Javier Galarza
Javier Galarza (CABA), Lo atenuado, audisea, Buenos Aires, 2014.
Qué te dolió más
Vivís. En tanto el mundo tiene un resto de sentido que
aún te huye. El nirvana, lo eterno de la inacción o la nada
misma. Hacia donde la vida, como el río a un cuerpo, lleve.
¿Cuál es la insignia de tu guerra? Aunque en la poesía
siempre sea. La guerra. Aunque el lenguaje. Siempre.
(Pólemos como tensión generadora, etc.)
Cuerpo, decodifica los estímulos. No hay un saber sobre el
cuerpo. No hay. Un saber. Apenas ese otro que nos dice, que
no termina de decirnos. Que no termina de no. En cada
encuentro, en cada des.
Qué te dolió más. El primer golpe. O la primera caricia.
jueves, 22 de enero de 2015
Roberto Daniel Malatesta
Roberto Malatesta (Santa Fe), La estrella roja y otros poemas, Leviatán, Buenos Aires, 2014.
La estrella roja
Vimos a Marte,
los dedos de mis hijos señalaron
la estrella roja.
Nunca, en años, se había
aproximado tanto a nuestra tierra.
Lucía realmente muy bella
en el cielo final
que tocaban los dedos de mis hijos.
Mi casa también era bella
con Marte ataviándole el cielo
y mis hijos felices
por tal inusitado visitante.
Aquella noche nada se interpuso
entre ellos, nuestra casa y las estrellas.
los dedos de mis hijos señalaron
la estrella roja.
Nunca, en años, se había
aproximado tanto a nuestra tierra.
Lucía realmente muy bella
en el cielo final
que tocaban los dedos de mis hijos.
Mi casa también era bella
con Marte ataviándole el cielo
y mis hijos felices
por tal inusitado visitante.
Aquella noche nada se interpuso
entre ellos, nuestra casa y las estrellas.
Mi hija sube a la escalera
Subida a la escalera ella proclama:
¡Estoy en la cima del mundo!
Y uno quisiera estar
junto a ella encaramado,
entonces, desde el llano, manifiesta:
¡Es cierto, es cierto, es cierto!
Y el resto se lo calla.
¿El resto qué diría, si decir se pudiera?
Saludos de mi parte al nudo de los vientos,
a la inocencia, al horno de las nubes,
al sitio en donde caen las estrellas,
a los ángeles,
y a todo lo que ves y yo no veo.
Y a todo lo que ves y yo veía.
Subida a la escalera ella proclama:
¡Estoy en la cima del mundo!
Y uno quisiera estar
junto a ella encaramado,
entonces, desde el llano, manifiesta:
¡Es cierto, es cierto, es cierto!
Y el resto se lo calla.
¿El resto qué diría, si decir se pudiera?
Saludos de mi parte al nudo de los vientos,
a la inocencia, al horno de las nubes,
al sitio en donde caen las estrellas,
a los ángeles,
y a todo lo que ves y yo no veo.
Y a todo lo que ves y yo veía.
miércoles, 21 de enero de 2015
Paulina Vinderman
Paulina Vinderman (CABA), Ciruelo, Alción, Córdoba, 2014.
7)
¿Cómo será la cara de la ausencia?
¿La creeremos tangible?
El sueño donde volvemos al mundo
antes de haber sido lanzados con furia,
hacia él, cuando nacimos.
La belleza es una trampa.
El amor es otra.
Se necesita algo más que ese sol rojo
sobre el día para confirmar nuestras vidas.
Entre la naturaleza y el arte hay un lugar,
un lugar de gracia —mínimo— donde vivir.
Un lugar solitario para solitarios,
con hierbas, fantasmas, y muros y algún árbol,
y la obstinación mustia y orgullosa del fracaso.
"Acércate amor mío, estoy aquí", le susurraremos
a la ausencia. martes, 20 de enero de 2015
Graciela Perosio
Graciela Perosio (CABA), Balandro, Paradiso, Buenos Aires, 2014.
sólo atiende a esta vela
que corta
el viento de los senderos habituales
las ansias y temores del porvenir
navega tu corazón
en el exacto
balandro
del ahora
ésta es la travesía
en un mar de maravillas
ayer soñé con un jardín helado
donde mis manos plantaban bambú
y no había sombras
durmiendo
sobre la nieve
el pasajero aguarda el tren
en medio de una selva cerrada
por donde ningún tren
puede pasar
no obstante él espera
insiste
con obstinación
insiste