Andrea López Kosak (Bahía Blanca, Buenos Aires), Indor, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.
Éramos pocos
y entre nosotros
el viento cerró las puertas
no había
rencores que guardar
distancias
hasta que
papá quiso reinar y dividió
el día de la noche
los tallos de las venas
abiertas las bocas exhalaban sus vapores
más pesados que el aire
descendimos
del árbol contando hojas en blanco
no
dijo mamá
voy a
y descansó
y pasó el tiempo
y pasó
la corriente de una habitación a otra
A la sombra
de una costilla rota contábamos el cuento
que no hubiéramos contado
destinados
a las sobras
la copa vacía la casa en desorden
fingimos
no escuchar
el cuento que callábamos de a uno y para siempre
el viento que golpeaba las ventanas
desprendía la piel de los rincones
y entre nosotros
el viento cerró las puertas
no había
rencores que guardar
distancias
hasta que
papá quiso reinar y dividió
el día de la noche
los tallos de las venas
abiertas las bocas exhalaban sus vapores
más pesados que el aire
descendimos
del árbol contando hojas en blanco
no
dijo mamá
voy a
y descansó
y pasó el tiempo
y pasó
la corriente de una habitación a otra
A la sombra
de una costilla rota contábamos el cuento
que no hubiéramos contado
destinados
a las sobras
la copa vacía la casa en desorden
fingimos
no escuchar
el cuento que callábamos de a uno y para siempre
el viento que golpeaba las ventanas
desprendía la piel de los rincones
Causas expuestas
heridas aparentes
versaban
sobre la fragilidad en cuestión
de días y noches hicimos
el mismo enjambre
la única nervadura:
papá roncó
respirando la tierra del tapizado
yo estornudé
ignorando qué me componía
nadie dudó, sin embargo
a la cuenta de tres me perdí
en el aire como una señal
versaban
sobre la fragilidad en cuestión
de días y noches hicimos
el mismo enjambre
la única nervadura:
papá roncó
respirando la tierra del tapizado
yo estornudé
ignorando qué me componía
nadie dudó, sin embargo
a la cuenta de tres me perdí
en el aire como una señal
Cuando sea grande
voy a plantarme, dije
en un cuarto a mirar cómo llueve
a sentir cómo duele
darse la cabeza contra el marco
una y otra vez
rompí el silencio
en un cuarto a mirar cómo llueve
a sentir cómo duele
darse la cabeza contra el marco
una y otra vez
rompí el silencio
Papá echó raíces no había suelo
apenas espacio para las sombras
un crujido al ajustarnos
en otoño
pálidos nos confundimos
cuando se cerró la puerta
La herida
tiene que tomar aire, dijeron
los demás
espiábamos por un hueco
en la pared las manchas
un crujido al ajustarnos
en otoño
pálidos nos confundimos
cuando se cerró la puerta
La herida
tiene que tomar aire, dijeron
los demás
espiábamos por un hueco
en la pared las manchas
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