Algo de la poesía publicada recientemente en la Argentina.
jueves, 3 de diciembre de 2015
Martín Moureu
Martín Moureu (Ayacucho, Buenos Aires), Sin tácticas (II), Municipalidad de Las Flores, Dirección de Cultura, 2015.
Nacimiento del agua
Sin motivo aparente se interrumpe
la trasmisión satelital dejando
un fondo lluvioso de pantalla.
Otra vez un documental de ballenas
que no termina como uno quisiera.
Una respuesta, acaso, observe
desde la repisa. Agua: anunciaba
la virgencita que muda de color
según el clima. ¿Quién podría
rechazar esa verdad revelada? Por
lo pronto, habrá que, definiendo
un contorno de situación, resignarse
a una noche sin tele, no queda otra,
recalentar los fideos a baño maría.
Más que acostarte en la cama esa,
herencia de mamá, placentera, te
debiera afectar de modo semejante
a la gravitación del mar cuando
dormimos a dos cuadras de la playa.
Agua: medio vaso aliado del celular:
alarma activada. A propósito, ponés
la radio sin sintonizar ninguna
estación, sumergiéndote en esa
lluvia finita que te hace dormir.
Como las ballenas, la realidad muere
aplastada por su propio peso.
Conforme tu cuerpo se concentra
en posición fetal, entrás a soñar,
a recordar en sueños, la placenta,
el nado prenatal, lo que sueñan
los bebés entre la panza. la marea
interior de la gran ballena blanca.
¿Qué tan estrecho podrá ser ese
margen de fluctuación, borde
entre lo flotante y lo sumergible?
Algo que escapa a cualquier
sano intento de comprensión.
Aun así no haya lágrimas si,
extravío, despertaras de golpe,
tomate el vaso de agua, mineral,
asomate a la superficie y respirá
hondo, con calma tomátelo que
en el dial esas interferencias
no enuncian tormenta eléctrica,
apenas un mensaje de texto cae
atravesando la radio con
una cadenita de la virgen
maría desatanudos o una
de esas que te conceden
los tres deseos.
Sin salida
I
Volví antes y prendí la tele.
La campera de jean quedó
de una silla abrigando
el respaldo: no se puede vivir
la vida así, con tanto miedo
a mancharla romperla
como si fuera una
campera prestada.
II
Tanto esperar el finde,
¿para qué? Te volvés
con la idea fija de cerrar
ese círculo, el sánguche
a medio comer, pensando
que salir supone exponerse, sentirse,
no precisamente ultrajado
o invadido sino más bien como
cuando viene gente de afuera
y, sin permiso,
te abre la heladera.
hamacaparaway@hotmail
Si te además y más en putas
ganas, si en desatendida cama
masturbases tu insomnio, si a la insípida
rutina como al fideo recalentado
o de caída en un melancoholismo
que nos hubiera proletariado tal
resentimiento: capital simbólico
acumulándose en un cuarto oscuro de la
nuestra conciencia de clase. Ay
allá paraguay; cada cinco
cuatro mueren sin vista a la mar.
Tocaya la tacuara y de luna
subtropical. Relamiéndome
en seminal semántica te invito
amacanarte de antemano,
a placer conmigo y completo,
que poses no euclidianas
en mi hamaca paraguay.
Flujo candente en turbia madre-
selva, billetera de pura comisura,
así me abra la noche y media.
A cara me lame la manzana,
hamacando en mi cintura de cumbia
acabaremos cuánto hasta perder
la cuenta como si la deuda
externa no acabara. Encima
este físico bárbaro te pesa
lo que una billete de a ciento.