Algo de la poesía publicada recientemente en la Argentina.
martes, 26 de enero de 2016
Juan Carlos Moisés
Juan Carlos Moisés (Chubut), El jugador de fútbol, La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2015.
El tomate
Corto el tomate en la tabla de un tajo,
lo parto en mitades sucesivas,
y para no demorar lo inevitable
sigo cercenando esos pedazos indefensos
hasta hacerlos papilla, y salvo el color
rojo como una mancha de sangre
en el pecho del herido ya no podemos saber
lo que fue alguna vez, bajo nuestros pies,
su raíz hablando una lengua desconocida,
ni lo que será, después de condimentar
a gusto, sentarnos a la mesa familiar
y comenzar a comer sin culpa,
mientras conversamos animados
sobre los temas impiadosos del día.
Peras
Peras de agua que vemos en el frutal,
tardías en el verano que se demora,
pequeñas, con pintas, ásperas
en el diente, dulzonas en el paladar.
Antes que la pulpa de la pera
es la idea de la pera la que hace
su trabajo primero en la saliva.
No están solas, prendidas de la rama,
con su propio vacío existencial.
Alrededor, donde la alfalfa y las hojas
de la menta conviven sin patalear,
no me excluyo, aunque a veces sienta
que estoy de más en esta forma
descifrable de existencia.
¿Y si alguna vez en la quinta llegara
a contemplar una falla donde ahora
veo un orden para todas las cosas?
Levanto la mano y arqueo la rama.
La dejo a tiro para que la otra corte
la pera en la yema donde se une
el cabo en el brote. No se diría
pero acompaña un tris, un siseo
sin queja con destino de vida singular.
Recuerdo el título de un libro
"Si cambia nuestra idea también las cosas cambian,
no como en metáfora sino en la idea misma.
De este modo la idea excede a las metáforas."
Walace Stevens, Ramo de rosas al sol.
Le gustaba poner el dedo en la llaga,
sin dolor aparente, sin conmoción.
También el continente debe ser contenido
(verbo, participio), si es que de la literatura
no se espera otra cosa.
Recuerdo el título de un libro:
Un árbol lleno de manzanas.*
Hasta ahí. No es el árbol nuestro
ni son éstas las manzanas del libro,
pero las palabras árbol, manzanas, lleno,
son las que ahora veo ensambladas
como un objeto único en el patio de atrás.
Poco tiene que ver la comparación.
Mucho, las combinaciones posibles.
¿Cómo se puede concebir que un árbol
apenas crecido sea capaz de dar, de sí
mismo y sin ayuda, tantas manzanas?
El consejo del podador es ralearlas temprano,
porque a menor cantidad de manzanas
mayor será el tamaño de cada una.
Hay países que se lo toman al pie de la letra
fuera de lo que se llama el orden vegetal.
Tienen muchos métodos, en momentos
de gresca o de paz. No como los podadores
que sólo podan frutales y los poetas que sólo
podan palabras, todo lo que no contribuye
a la cocción y a la finalidad del poema,
el poema que puede significar algo o nada,
o ser todo en lo que la gracia consiste.
Cuando las manzanas maduren en su punto
justo vamos a cosecharlas con mi mujer,
y ese momento será cuando se pongan rojas
como la palabra rojo la palabra red
y también la palabra delicious (variedad rica
en carotenos y vitamina A, que protege
el sistema cardiovascular, pero la ciencia
médica y nutricional nada dice de protección
de la poesía en el ser lo que somos de esos
manzanos, o, para ser menos complacientes,
en lo que somos a pesar de lo que es).
Con estas manos las cortaremos del árbol
cuando estén a punto, después de la llegada
de los primeros fríos que terminarán de hacer
almíbar su corazón que envuelve las semillas.
A fines de marzo las primeras, en abril
o en los primeros días de mayo las últimas.
Las ramas arqueadas por el peso volverán
a su sitio de relax, y las manzanas,
como el árbol por su lado, comenzarán
otro recorrido, corto, o acaso largo, si,
por demasiadas, tenemos que almacenarlas
en cajones, apilados y ventilados, en el cuarto
fresco del fondo para consumirlas hasta el fin
del invierno y compartir con amigos y vecinos.
Un árbol lleno de manzanas no es lo mismo
que una manzana llena de árboles, pero
ambas formalidades se pueden admitir
y no de una sola y única manera.
(Veamos: "En el centro/ de la manzana/
hay un castillo./ Y semillas." Natalia
Génnero, poeta joven y secreta del sur.)
Algunas ideas se vuelven irresistibles
para la mente e inevitables para el poema.
El poeta idealista es capaz de doblar la apuesta:
¿No hay modo de hacer, nunca hubo,
países a imagen y semejanza de la poesía?
Nadie lo duda: en la pregunta, la respuesta.
Otra cosa es lo que en el diagrama inconcluso
de nuestros días sin alucinaciones damos
por hecho, cuando cada temporada volvemos
a cosechar las manzanas que da el frutal,
el frutal que está contenido en la manzana,
para que lo relevante en el tiempo que nos
toca vivir no pueda pasar desapercibido.
(a Osvaldo Picardo)
* Novela de Marta Lynch (B.A., 1925-1985).
Fuera del auto estacionado en la banquina
Entre Comodoro Rivadavia y Trelew,
en algún lugar de la Ruta Nacional 3.
No era lo que se dice una "Commedia",
tampoco era simulacro, ni era representación.
Estaba con mis hijos en "mitad del camino",
fuera del auto estacionado en la banquina,
de pie en la nieve y de espaldas al aire frío.
Nos habíamos abrigado hasta los ojos antes
de bajar, y no hablábamos porque era posible
que se nos congelara el aliento, las palabras.
A falta de sol, una especie de luz se suspendía
sobre los campos congelados de la tarde.
El chorro tibio, a temperatura corporal,
fue haciendo un hueco en la nieve.
La aureola amarilla avanzaba, concéntrica,
fuera del círculo polar y gradualmente
lo derretía sin que hubiera oposición.
Le devolvíamos a la tierra, paciente bajo
la masa compacta, una pertenencia en común.
Cuando, cada uno en lo suyo, terminamos
de arroparnos y caminábamos hacia el auto
con el motor en marcha y la calefacción
encendida donde esperaba la madre,
coincidimos en mirar trescientos sesenta
grados alrededor. Todo era blanco, y esa
luz precaria se desparramaba envolviéndonos
como el aliento de la respiración. Había algo,
además de la nieve, en ese lugar apartado, sin
puntos de referencia, que nos hacía mover lentos,
callados, como si aún nada tuviera nombre.
Un hombre camina solo en el paisaje
Ahora y siempre, según el punto de vista,
el cielo se toca un momento con la tierra.
¿El cielo está en nosotros quiere decirnos?
¿Quiere decir, significar, poner a prueba?
Un hombre camina solo en el paisaje.
Un paisaje con vacas, árboles, nubes, lluvia.
Es una compañía inadvertida pero presente.
Un paisaje que alguien ha visto no puede morir.
Tampoco un paisaje soñado debería morir.
El hombre se acerca a una obra en refacción,
busca, revuelve entre los escombros antes
de que una máquina los cargue en la caja
volcadora de un camión y los deseche
en el relleno de alguna tierra baldía.
El hombre se decepciona de las cosas
inútiles que encuentra, y reniega cuando,
de mala gana, le piden que se aleje de la obra.
Da vueltas como el perro, sin irse ni quedarse.
Oímos lo que dice o intenta decir: a los obreros,
a sí mismo, a nadie, o es posible que a nosotros,
que pasamos caminando en el callejón desierto
y miramos como si fuéramos parte del hecho.
¿El paisaje somos nosotros quiere decirnos?
¿Quiere decir, significar, poner a prueba?
Porque una persona también es una voz.
Y una voz no es un desecho, si es sincera.
(a Marcelo Leites)
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