Mariel Monente (Tigre/San Isidro, Buenos Aires), Casa ciega, El Mono Armado, Buenos Aires, 2016.
Golondrina
El cuerpo de la infancia
es frondoso
como un olmo
de él penden
miradas
que no pude descifrar
cuentas de algodón
mejillas discretas
las manos se perdieron
llamando nomeolvides desde el
balcón
de él penden
tacitas de té
porcelana rabiosa
y la palabra golondrina
con ese cascabel
en el centro del eco
el viento agita la infancia
nos hace caer.
Ventanas
Cuando dormíamos con las ventanas
abiertas
era verano
y era
playa somnolienta entre los
juncos
atardecía en el cañaveral
y bajo el dintel
había
zapatos de charol y una bengala
extraña
las mariposas nocturnas liberaban
su terciopelo manchado
cuando dormíamos
nos acunaba la espera
ceniza de ayer
brasa de
mañana.
Mariposa nocturna
La mariposa salía del cuarto
oscuro
salía en
la mansedumbre de abril
en la sombra de otoño
sudestada
¿acaso fuimos amasados en su
intenso limo?
¿por qué la víscera nombra
la sudestada nos nombra desde su
ritmo?
onda de verdear los marchitos amarillos
encallaron en su templo de olas
crispadas
en su racimo de cordeles
desatados
gimiendo entre los muelles su
desarraigo de mar
las ramas
abanicos dorados del fresno
y la nostalgia de agua en la
marisma seca
hay pequeñas antorchas encendidas
a la pesca
mariposas
nocturnas hay.
Comodoro
Para ir a Comodoro
¿con qué traje me visto,
de qué desnudez previa sucumbo
erizada?
para ir
a Comodoro
me ato de vientos la cintura
me labro de canales
me descuido
destruyo mentiras al amanecer y
me descalzo
convierto mis pezones en la
pesada carga
de lo amamantado
para ir
a Comodoro
busco la cruz del sur
con mi ceguera de emperatriz
caída en desgracia
porque para ir
no es necesario algodón en los
oídos
ni tiaras en el pelo
sólo masticar arena flotando en
el abdomen de ella
y dejarse llevar
hasta las escolleras
y si voy y
si algún día voy
al final
en el extremo
sin vuelta atrás interrogaré a
las olas
(alguien debe decirme por qué
quieren llevarme
hasta el instinto
en las medusas fluorescentes que
no ví)
y si voy y
si algún día voy con la carga
inquieta que me explaya
ascenderé al Chenque escamoteando
mi sombra al mediodía
y allí tal vez grite mi nombre,
el que tuve,
hasta que mi voz se pierda
en su bruma.