Este año que se desvanece, Buenos Aires, Llantén, 2020.
1975
Es el final de 1975, hace calor,
mi madre respira bufando,
yo soy un cuerpo que flota
en el líquido amniótico: no veo
pero siento, no chillo pero pateo.
La panza de mamá es grande y en punta,
los domingos va a dejarle
claveles rojos a su padre que se murió.
Un día como cualquiera lo encontraron
tirado en el piso de la cocina,
tenía el moño bien ajustado
y la musculosa
debajo de la camisa blanca,
debe haber sido una arteria
que se le reventó.
Ayer a la noche bajaron
a los que quedaban del ERP,
los fusilaron en Chingolo
y los llevaron
al Cementerio de Avellaneda.
Mamá ve pasar los camiones
llenos de gente muerta,
los tiran uno sobre el otro
en una fosa común.
Mamá baja la vista y sigue caminando,
imagina tormentas furiosas
en el cielo de Biarritz,
el crujir del fuego en las panaderías
del Montmartre, el sabor
de las aceitunas negras,
el color azul eléctrico
del mar Mediterráneo.
Tararea una canción de Julio Iglesias
y se escapa
por una puerta lateral del cementerio.
Yo siento el olor de los muertos,
lo voy a recordar.
1982
En la escuela suena la sirena,
practicamos a escondernos
por si los ingleses nos vienen
a atacar.
Nos metemos abajo del pupitre
y agachamos la cabeza.
Mi compañera de banco
se llama Valeria,
es linda, tiene una voz muy suave
y me ayuda siempre
con la tarea de matemáticas.
Apenas, a veces le puedo hablar.
Mientras suena la sirena
Valeria y yo nos acurrucamos,
juntamos los cuerpos,
nos tapamos uno al otro
los oídos,
esperamos las bombas.
1988
El padre del Tuli es petiso
y lava el auto todos los domingos.
Usa un bigote ancho de policía motorizado.
Al Tuli la música no le interesa.
Tampoco las campañas de Napoleón.
A veces corre por el patio de la escuela,
libre, con la velocidad
de una máquina centrífuga,
gritando a los cuatro vientos:
la destrucción soy yo, la destrucción soy yo.
Un día va a comprarse una moto
y se la va a dar contra un árbol.
O va a tener dos hijos
que jueguen en Arsenal.
Algunos días pescamos chanchas
en la Saladita.
Otros vamos en bici
hasta un barco encadenado
a la orilla del río,
que está muerto, empetrolado
y todo lo que alguna vez vivió ahí
ahora es parte de una masa negra
en donde no se refleja nada.
Nos escondemos ahí
y esperamos hasta que el sol
se funda con el agua sucia
y la tarde se haga violeta.
En el barco esperamos
la invasión extraterrestre:
unos aliens muy altos
con trajes de neoprene
que nos salven de ser grandes,
que nos salven de la vida
en el siglo veintiuno.
1990
Miss Martha dice que hablo inglés
cada vez mejor.
Tiene los ojos grandes
y unos rulos que le llueven sobre la cara.
Cuando me pide que elija
mi personaje favorito
yo digo Heathcliff, el de Cumbres Borrascosas.
Es negro, malo, lo encontraron en la calle,
se pelea con todos
y está enamorado de un fantasma.
Le dicen que es hijo del diablo,
que aunque estudie francés o se vista bien
nunca nadie lo va a querer.
A la noche le grita al viento
y se queda junto a la ventana.
Antes de entrar al taller de soldadura
Willy, Ale, Lucas, Dieguito y yo
nos escapamos al Mato Grosso.
El Mato Grosso es un descampado
con una laguna artificial,
hay planchas de telgopor gigantes,
hierro oxidado y algunos animales muertos.
Ellos se meten al agua y hacen guerras,
revolean juncos,
reman con palos,
se embarran los pantalones y gritan.
Yo nunca me animo a entrar.
Me quedo mirando desde afuera.
Siempre me quedo mirando desde afuera.
1999
El capital es trabajo muerto que,
como un vampiro, vive sólo de chupar
trabajo vivo y
cuanto más vive, más trabajo chupa.
Karl Marx
Ni Otranto, ni Kensington, ni el West End.
La escuela que está
justo enfrente de la Villa Tranquila.
Toto no vino porque ayer llovió
y no tiene otra ropa.
Carlitos anda medio en patas.
Estoy en cuarto grado y hacemos
crucigramas en inglés.
Andrea me pregunta
para qué estudiamos otro idioma.
Wanda se enoja.
Alber se quiere escapar.
Los quiero convencer,
les cuento de Miss Martha
ayudándome a pronunciar la T
junto con la H,
de Mister Gabriel traduciéndome
canciones de The Cure,
de mis tardes en la pieza
practicando los monólogos
de Heathcliff.
Les cuento de mi madre,
del peinado con brushing
que usaba Lady Di.
Alcides me pide que le dé
más mate cocido.
Antonio mira el cielo
a través de la ventana.
Son las 10 de la mañana
y se escuchan
los tiros de los transas acercándose.
No es Nairobi, ni Damasco, ni Teherán.
Las balas pasan raspando.
Nos tiramos todos al piso.
2001
A mi padre, Alpargatas le pagó
los últimos tres sueldos
con pares de zapatillas Topper.
Al padre del mono
lo echaron del taller
y a los meses se murió
de cáncer de pulmón.
A la madre de Dominguez
los milicos se la chuparon.
Todavía no habla de ella.
La hermana del Tuli
se fue a vivir a España.
Fugazza y Muzzarella
reparten pizza y empanadas
en un viejo carro a motor.
El hermano del Flaco enloqueció
y ahora lo tienen internado,
dice que los canas
que balearon a su padre
aparecen almorzando
con Mirha Legrand.
Estoy sentado en la vereda
cerca de la Plaza de Mayo,
tiré cientos de cascotes al aire
mientras corría escapándome
de los caballos de la policía.
Hay maderas quemadas en el piso,
somos varios los que sangramos.
Veo gente muerta alrededor.
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