Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958)
Madagascar, Buenos Aires, El jardín de las delicias, 2020 (1a ed. Último Reino, 1989).
De "En lamar médulas"
I
¡Lamar... lamar...!
Despliega la alborada
la tórrida viscosidad de sus anhelos.
¡Lamar... la marejada...!
Ola frágil cincelando la arenisca.
Ola lábil de espuma pasajera.
Laca marchita en la cubierta
¿lamar melindre?
Sensible estrépito del día.
La gota que agoniza en la arena
se extingue.
En la arena la muerte.
Combatir el silencio sin apremios.
Aullido visceral de los fantasmas.
Por tedio.
Batirle sus fulgores...
Náusea: el ansia de un susurro
despierta
su apetito voraz
o casi
debajo de él
sumérgete
sumérgete en la laca.
Las ondas son
pintas refulgentes en el cielo.
Un dolor de mar finge la flor
un hilito de agua
mientras la gota del pétalo cae
y es
ALMÍBAR DE LAMAR.
De "¡Qué mar! ¡Qué males!"
II
En los puertos donde
los tuertos se untan el
garfio.
En los palos alquitranados
donde los perros
se frotan
el lomo.
En las sogas resudadas de
orín
amarradas a la argolla
de la escotilla
en las cantinas donde
el vino se cuela
por la gola y luego se va
por la alcantarilla
en el opio de los pasadizos
y en el barniz de los pasamanos
en la cojera indiscreta
del fogonero...
Arreciaba lacalor
y los fuegos iridiscentes
de los corales
encendían la espuma
y su encaje
no ardía
lacalor con fuego ecuánime
urdía lacalor un tibio crimen.
Agitan estas olas las plumas
de un rubí.
Agitan los osarios las plumas
de un rubí.
Los polvos esparcidos agitan
los osarios.
La herrumbre de las anclas
los huecos de los bronces
rechinan bruñidas
cadenas de rubíes.
Y enclenques mascarones
de oscuros nubarrones
con sombras parpadeantes
y blancos maquillajes
arrojan a estas horas
las sombras emplumadas
de un rubí...
no el lamento de unos goznes
o crispado el frufrú
de los roces
aleteos
de una exaltación
de lacalor
de una broma hipada
de hiena
inane.
¡Qué mar! –pensamos–
¡Qué males!
Recrudecen lacalor en tu bajel
y en la proa los olores
de tu piel dulce
olerosa
visión de un relumbrón
a través de la ranura
de los vitrales
pero
¡Qué mar!
¡Qué males!
Vienen a hurgar en mis delectaciones.
Vienen a hurtar mis debilidades.
De "La mer est une merde"
II
La basura que trae
la resaca
la agita.
Sol.
Solo sal.
Salobridad de la
cajita
diurna de
los muertos.
Allí.
Solo urna.
En el polvo. El polvo
en el polvo.
Pero...
¿Lo odias?
Dime por dios si lo odias.
De "Madagascar"
II
Mis padres me arrimaron
a la voracidad de una ola
que ponía en abismo el infierno.
Feliz hoy
asisto a la cremación de sus cuerpos.
Sin pasión que me estremezca
sin devoción
solo
leve
liviano, desaviado
vaciado de propósitos sublimes.
Madagascar boya en mi bañera.
A costa de perder mi voluntad
no vacilo en sucumbir a la crueldad
de la rompiente.
Que ella me asesine
que la corday con su puñal
destrence mi cordón
pues
yo
moriré
antes de que caiga su cabeza
y se apague
su mirar
aleve.
Brozas de su pelo ensangrentado
luego juntos: cenizas.
Mi cuerpo es la isla que flota en la bañera
y en sus costas encalla una barca
cuya certeza es liquidar
toda sospecha de duda.
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