Ezequiel Ambrustolo (Banfield/Buenos Aires), Dos poemas, 2013.
Una gota en la sed del desierto.
Una boca que diga lo innombrable.
Un instinto, otro, al cotidiano de la queja
en el epicentro del insomnio.
Un descanso de pasto mal cortado,
de pasto crecido. Una tropilla,
a lo lejos, en el campo o en la infancia.
Un resonar de agrestes pájaros.
La flecha del ave que reza todo el horizonte.
Un pan amasado en la madera.
Un salmo, una teología, un dios,
el Dios que serene la estridencia.
Hoy la plaza es
un día de fiesta
o un secreto
regocijo.
Los niños y las
abuelas
comen manzanas
acarameladas
y las nubes
están un poco más lejos
en este buscado
día.
(Un sol de
pueblo ilumina
las horas de la
revelación
¿Puede verlo el
hombre afanoso?)
Toda plaza es un
equilibrio
entre la ciudad
y el campo.
Quieto de paz,
me sentaré en
algún banco
a meditar una
larga y antigua oración.
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