Algo de la poesía publicada recientemente en la Argentina.
martes, 31 de enero de 2017
Marcelo Gobbo
Marcelo Gobbo (Buenos Aires/Neuquén), El repliegue, El suri porfiado, 2015.
8
Para la embarazada
dos disparos
delante del marido
uno en la panza
dos pájaros de un tiro
el otro en la sien
pero qué hizo
imbécil
no le dio tiempo al zurdito a abrir la boca
pero qué hizo
tagarna
no sabe que no somos abortistas
eso va contra
la tradición la familia
la e-co-no-mí-a
contra las sobremesas
y después
si no se para
bastaba con violarla hasta cansarnos
si estaba fuerte la mina
a pesar del bombo
o acaso es puto usté.
10
Mi abuelo Carlos
suplantó a Brahms y a Scheherezade
por el mate cocido y las galletas
en el segundo recreo del secundario
él sí
sabía nutrirme
mi abuela lo evitaba
y él siempre la miraba extraviado
entre el embeleso y la calentura
como hacemos todos
los varones
enamorados
también tenía
una estufa de cuarzo junto al escritorio
y una úlcera en la pierna
a la que había que curar con azúcar
siempre supe
que murió de amor y tristeza.
jueves, 26 de enero de 2017
Miguel Gaya
Miguel Gaya (Ayacucho, Buenos Aires/CABA), Cabeza de artista, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2016.
Estamos hablando de
Ezra Pound
una cara de la moneda
está abierta a los vientos, la otra
es abrasada por el sol. en cualquier caso
esas caras cambian
y la pregunta es
si la moneda cambia o
si las caras de las monedas son
la moneda, erosionada. o
si la moneda existe
sin la corrosión del tiempo.
esto es lo que yo llamo
las preguntas pertinentes
de la
economía de la política.
cuando a Ezra Pound lo encerraron en una jaula
y lo exhibieron para regocijo y espanto
de las almas buenas
el problema de la corrosión del tiempo en nuestras caras
se puso en evidencia.
¿podía un anciano caballero cargar con nuestras culpas o
ese anciano nos daba la certeza
de haber expiado alguna?
así, el viejo anatema de expulsar a los poetas
lejos de la ciudad
se ha resuelto
para alegría y piedad de las almas buenas:
dejad que gocen y retocen en los parques porque
a prudente distancia tenemos
nuestras jaulas.
Pero
a prudente distancia
nuestras monedas
exhiben
cara al sol
y cara al tiempo
Sobre los equívocos
que provoca Virginia Woolf
Un cuarto propio, una voz reconocible,
el cielo por asalto, ¡cuánta pedantería!
Caminamos por un sendero estrecho,
nuestra mente es estrecha, y la tumba a la que bajaremos
será estrecha.
de una mente ajena, ocupada febrilmente
en otros menesteres.
Pero a la noche nos volvemos a empeñar
en palabras que son aire, en
música leve
y sentidos oscuros,
solo para ver crecer dentro nuestro
y fuera nuestro
algo diferente y tenue
con una suave gracia.
Solo nosotros sabemos tantear
la inmensidad,
y aún así apoyamos
nuestra tonta cabeza
en su regazo.
A Ana María Moix,
In memoriam
Mi corazón temblaba y no era un sueño.
Fueron muriendo todos los soldados de la guardia del
rey
y mi corazón seguía temblando.
Primer poema escrito
por Leopoldo María Panero a la edad de 4/5 años.
no hay error posible,
todo es cierto.
y la verdad es apenas
una línea paralela
a la mentira. nunca sabrás
a cual apostar
para tener certeza.
esto es cierto.
y entre la verdad y la mentira está
lo cierto
de la órbita de mi corazón.
y en el centro
de la órbita de mi corazón
sólo habita el ritmo
del latido del
miedo.
el corazón gira y el mundo
se espesa
entre el desastre
y el miedo.
y la canción que canto
la canción que digo
la canción que escribo
la canción de mi sangre
dicta las revoluciones de la órbita
del desastre
y el miedo.
el corazón no calla,
el corazón late
entre los pajonales
del alma,
esperando la yesca
del desastre
y el miedo
que lo ponga a cantar
como un endemoniado,
como un tonto,
que se pone a cantar y aullar
en mitad de la noche
en una azotea
blanca
en una noche negra.
porque el mundo negro es el centro
de la órbita del corazón
y se llama miedo
y se llama desastre
y en el centro del mundo
entre la desastre y el miedo
cabalga
una mujer.
cabalga una mujer
que me causa desastre
y me alivia
del miedo.
esa mujer a horcajadas del mundo
hace una órbita
y es igual a mi corazón
a horcajadas
entre la verdad y el desastre
y entre el desastre y la sangre.
Y ella gobierna el ritmo
de mi corazón
y lo hace rabiar y aullar
y se llama moix.
ella gobierna el desastre.
ella es la especie que domina el mundo y el desastre
y el resto es muerte
y estamos muertos
y es el desastre de la muerte
apenas comienza a latir
tu corazón. cualquiera.
ella es la especie
que domina la sangre
y que domina el miedo
y que domina el mundo
y su órbita
es mi desastre
secreto.
ahora arranca la órbita de ella
de ella sola
y es perfecta
y vuela raso
sobre mi corazón
y es mi desastre
de sangre.
y ahora para ustedes
hago cabriolas
entre el desastre y el miedo,
como una órbita secreta
del corazón,
y desaparezco.
y con una reverencia
me retiro,
y me pongo en órbita
como mi corazón.
y como de mi corazón,
como lo hace moix
como me lo hace
ella
cada noche
de estrellas.
El
paraíso de los Renoir
Tenemos sobre los Renoir una hipótesis
inquietante:
La tristeza del padre fue a parar a sus
hijos, las heridas de la guerra
declarada por él,
destinadas a él,
mordieron otros miembros
de esa familia
desgraciada
que vive en el paraíso.
¿Y es que acaso el padre, todo padre, no atina
solo a sacudirse de sí el sufrimiento
no ya como padre sino, apenas, como hombre,
y cae todo
(el sufrimiento, la finitud, la
incompletud) en el hijo
no tanto como hijo, entonces, sino apenas,
creo, como hombre?
Pero ese hombre, Renoir, el padre,
tiene puestos en las piernas, en las manos,
en los brazos
el dolor y la pena y la enfermedad
y en un gesto de magia
a orillas del río que atraviesa el paraíso,
a la sombra del árbol del conocimiento que
crece en el paraíso
las arroja
al viento de tramontana que atraviesa el
paraíso
y las transmite, da en herencia,
a los hijos
por la mitad,
porque a uno le duele solo el brazo, y solo
la pierna al otro,
y ese dolor fue causado
por el padre
¿y para quién? pregunta el menor de los
hijos y el más dolorido
por no saber señalar con qué dolor
lo señaló el padre,
tal vez con el dolor de no poder
dejar de ver,
cuando el padre eligió para sí,
para que no doliera, eligió mirar
lo que él mismo se pintaba para ver.
Y entonces, dice el hijo,
no es del árbol del conocimiento
que el dolor viene,
dice él,
el menor, el menos indicado,
sino del otro árbol,
de la arboleda absurda
de la creación,
que se mece a la suave brisa
del orgullo
y la pena.
Árboles engañosos, dice,
innecesarios
y por eso incesantes
como tumores del mundo,
repartiendo el dolor
que dicen ocultar.
Y el hijo menor dice,
doliéndose
de lo que el padre le brinda
de beber,
que ojalá el padre
reviente
del dolor suyo
y que el dolor ese
no le llegue a él,
ya que él solo quiere
ahora
irse del paraíso de una vez,
de la casa del padre,
para ensuciarse los pies
en el camino.
¿Tienen entonces los hijos la culpa
del dolor del padre, aunque lo deseen?
No.
¿Tiene el padre la culpa
del dolor del hijo, aunque le espante?
Sí.
Rudas maneras de vivir
el paraíso
donde todo sucede
una sola vez
y nos marchamos
dejando detrás nuestro
delante nuestro
retahílas de padres y de hijos
baldados
martes, 24 de enero de 2017
Marina Serrano
Marina Serrano (Quequén/Olivos, Buenos Aires), Psiquis anatómica, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2016.
Infibulación1
Los enterrados
en el patio de los conventos,
en las casas de
familia, los que se van por los caños,
encéfalos
verdes,
no tienen
importancia.
Si se acaba en
el acto de dar a luz, que no se sepa.
Si se acaba, que
no se sepa. Y si no, que no se sepa.
El no evidente
principio de la independencia,
el placer, es la
diana desafiante
del hombre.
1 Infibulación: del latín in/
Espinos de
acacia enana cierran los bordes, y la sangre corre
por el
hueco de una caña.
En nombre
del gran desconocido, las mujeres
han
vengado su propia ablación con otra.
La
rajadura en el tegumento eréctil,
en los labios,
deja
errando
por la tierra
de la
obligación, del sufrimiento,
ese surco
esa ternura, que no puede siquiera llorar
ante la
hembra, primate, cetáceo, cánido,
que goza
la ingurgitación de su sexo.
/ 'en', 'dentro', 'hacia dentro',más fībula 'hebilla', 'broche', más -ā-tiōn(em) 'acción'. Derivado de palabra
antigua infībulātiōn(em) derivado del
latín infībulār(e) 'perforar para
abrochar'; aplicado al cierre de la vagina mediante un anillo o broche.
Suicidio1
Los zapatos
acomodados en la orilla, la pollera oscura,
y el orden de
las cosas mínimas,
no como
celebración sino por costumbre.
Hunde sus arcos
en la pulpa tibia blanda y turbia,
el descanso de
la carne es su entrega
a las mordidas
de cangrejos que trepan hacia la matriz
por aductores
que no tardarán en volverse escarcha.
Otros animales
aguardan esa escarcha,
el fin del
movimiento, el beneficio de lo que cicla
y se deshace.
Nadie sale del
río como ha entrado,
aunque haya
entrado muerto.
1 Suicidio: del latín sui/
Nadie es
capaz de odiar a otro
tanto
como a sí
mismo,
su fuerza
y constancia es inaudita,
y mentira
infantil
de la
violencia, creer
que luego
se estará mejor.
Porque no,
no se
estará de ninguna manera,
nunca, más
allá del amor.
/´de sí mismo´, y caedĕre, ´matar´. Matar, según la DRAE
es de origen discutido. Algunos han propuesto que viene de mactare, un vocablo de la lengua religiosa que significa sacrificar
(un animal) a los dioses. Pero esta palabra no se usaba para expresar la idea
de matar a una persona, la cual se expresaba con occidere, interficere, necare o interimere.
Según Corominas, vendría del latín vulgar mattare
(golpear) derivado de mattus
(estúpido, dio matto en italiano).
lunes, 23 de enero de 2017
Estela Figueroa
Estela Figueroa (Santa Fe), El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Bajo la luna, Buenos Aires, 2016.
De Máscaras sueltas (1985)
Tormenta de verano
Por la noche la lluvia inundó la calle
el patio
desprendió las ropas colgadas en la soga
mojó la tela de la hamaca.
Durante el día
un viento frío
secó el barro
secó las ropas
secó la tela de la hamaca.
En vano.
Nadie iría a sentarse allí
junto a los altos yuyos
enhiestos.
Mucho más tarde
sólo los niños
se le atrevían al crepúsculo.
Ahora
otra vez de noche.
Hace tres días que te has ido.
Todavía están tus libros sobre la mesa
y ya
una casi imperceptible capa de tierra
los cubre.
De A capella (1991)
La enamorada del muro
I
La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro,
pero seguro siente su humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro se cae
ella se desparrama
como una cabellera sin cabeza.
A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abrazara las piernas de un hombre.
Y a veces –qué deseo
y qué orgullo caben en ella–
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.
II
Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene el muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias:
La enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro.
III
Visto desde afuera
la impresión general es de una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro descarnado.
"Él es el hueso que me da forma.
Yo soy la carne que le da vida".
IV
Vampiro en el jardín
Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en el jardín.
Está en su naturaleza apropiarse
de toda la humedad del terreno.
De modo que mientras ella se expande
y se demora tiernamente en el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?
Una mujer enamorada es capaz
de atravesar sin ver una ciudad bombardeada,
los ojos fijos en los labios de su amor.
No hay culpa
en la pasión.
"No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío".
En sí misma
Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.
Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.
Cubierto totalmente por las hojas
deja de ser visible.
Hasta se puede dudar de su existencia.
"No es eso
hija
lo que te enamora.
No es el muro.
Es tu esplendor".
De La forastera (2007)
Principios de febrero
No.
El hermoso verano
no ha terminado aún.
Nos queda un mes para estarse en los patios
y descalzarnos
mientras charlamos
de esto y aquello
sin ton ni son.
Todavía habrá hombres de brazos tostados
en las calles
de la ciudad envuelta por la noche
brotada toda
como un lazo de amor.
No.
No me sostengas que no voy a caerme.
Sólo se caen las estrellas fugaces
y yo –te dije–
quiero permanecer.
Un hombre es bueno para una noche.
Cuando amanece es un reflejo dorado
sobre la cama donde se toma café.
Y es agradable el olor que deja.
Dura todo un día.
Pero no toda la vida.
Luego hay que descansar.
El libro de Kavafis y el de Pavese
sobre la mesa de luz.
Hay que aminorar la marcha.
Sentarse un rato a solas
en el sillón del patio.
Mujeres: tendríamos
que aprender de los gatos.
¡Cómoa gradecen el tazón
que rebosa de leche!
Falta para el otoño.
Que nos encuentra intactas.
Sin habernos negado
a estas pasiones
que cada tanto
asaltan.
COMO EN UN CUADRO DE CHAGALL
floto sobre los techos.
Un hilo tenue me ata
a lo que hasta ayer
llamaba realidad.
Mi realidad: aquella
boca negra que se abrió
para herirme.
Afiebradas pestilencias
que poblaron mis días
mis noches.
Esa boca negra
tendría que haber callado.
Ese pozo ciego
tendría que haber sabido
que estoy destinada a palabras
que fulguren sobre el papel
como el arco iris que el niño mira absorto
como la naranja traspasada de sol en el árbol
como un ámbar en un pecho desnudo.
Floto sobre los techos.
Cuando mi propia boca se abra
ámbar y frutas caerán sobre la ciudad.
Alguien me verá pródiga
maternal y feliz
como en un cuadro de Chagall.
Naturaleza muerta
Tomates rojos
con una hendidura negra.
Limones amarillos
con pezones verdes.
Zanahorias erectas
papas ovales
bananas que yacen arqueadas.
Sexo sobre la mesa
donde amaso el pan.
De Profesión: sus labores (inédito)
PRONTO VA A HACER
tres años de tu muerte
y todavía no la acepto.
Quise colgar tu retrato en la pared
y no pude.
Volví a guardarlo.
El clavo quedó allí
sosteniendo tu ausencia.
La guardiana del hogar
Los dioses del amor
son tramposos.
Me asignaron como pareja
a un hombre vampiro.
De manera que me vi obligada
a clavar una estaca en su corazón
reducir su cuerpo a cenizas
y esparcirlas fuera de mis propiedades.
Quedé a cargo de la descendencia:
dos pequeñas larvas de medusa.
Devinieron medusas.
Abandonaron el hogar
por el río
hacia el mar.
Así fue como quedé sola
rodeada de una hermosa vegetación
de cañas que hacen música con el viento
de un oleaje que dibuja paisajes de ensueño.
Todo esto
haría feliz a cualquiera.
Pero no a mí.
El cuidado del hogar
me demanda grandes esfuerzos.
Vivo extenuada.
Cada tanto
algún domingo
las medusas vienen a verme.
Se sientan a la mesa
son torpes ¡Tienen tantos bracitos!
Desparraman la comida
se caen de las sillas
rompen las copas.
Ríen y me golpetean
como cuando eran larvas.
Esto es para nosotras
un almuerzo en familia.
Haga lo que haga no tengo chance.
No puedo retenerlas.
Vuelven a irse
por el río
hacia el mar.
miércoles, 4 de enero de 2017
Lucas Gómez
Lucas Gómez (Buenos Aires), Para dejar constancia, Qué diría Victor Hugo?, Buenos Aires, 2016.
2
Antes de subirla en la ambulancia
mamá me pide
–¿No me podés desarmar
y armar de nuevo?–
Mis hermanos corren a la perra
que se escapó en la confusión.
El médico busca alguna vena
que no esté finita y me pregunta
si soy consciente
de que es terminal.
Me miro las manos,
avanzamos,
pienso en un reloj,
en un juguete roto,
engranajes, piezas
que se mueven.
Afuera la noche es cálida, parece
que va a llover mañana.
Dicen que nada
persiste en su ser,
que no hay esencia.
Como si sólo quedara
salir a la calle,
ver a las personas
desarmarse mientras la noche
nos resume.
Pero afuera
hay un fresno, una
de sus ramas divide
el cielo en múltiples fragmentos.
El contorno de los árboles sobre el cielo
el inusual marco, la forma incierta.
La brisa desarma las copas,
el cielo se desdibuja
¿Cuál es límite de todas las cosas?
Podría decirse
que lejos de mí
el árbol,
o que el cielo siempre
lejos de todo,
pero en el borde
algo más
que no se nombra.
Nada queda de ese sol
en este suelo donde siembro
grietas para que mañana
la distancia
no parezca miedo,
sea el fruto
merecido del esfuerzo.