viernes, 20 de febrero de 2015

Fabián O. Iriarte



Fabián O. Iriarte (Laprida/Mar del Plata, pcia. de Buenos Aires), El punto suspensivo, Letra Sudaca Ediciones, Mar del Plata, 2014.

Colaboración de Lorena Curruhinca.











La obscenidad

Mientras estábamos aquí,
se ha cometido un terrible crimen.

Hay hipérboles, gritos, alaridos
allá manos con sangre, invocaciones
a la noche (ese horrible paréntesis),
y caballos que se comen entre sí.

Nosotros estábamos en la ausencia.





 

Fotografía

La necesito para saber que estuve allí. Porque ni la me-
moria ni el recuerdo de la experiencia me bastan. Vivir
es como agua que fluye: se escurre. A medida que pasan
los segundos y la experiencia que estoy pasando en este
instante determinado, pasa también, ya, lo vivido (con
y sin acento) y desaparece. Es como si nada hubiera
sucedido: el ayer es palabra hueca, puro sonido. Ne-
cesito la imagen para convencerme. (Cómo se puede
dudar de la arbitrariedad de los signos. Cómo se puede
no entender el modo subjuntivo). Y ni siquiera eso me
convence.


 




La realidad

En la televisión, la cámara recorre lentamente
el cuerpo de Peter Krause: tobillos, pantorrillas,
rodillas, pelvis (semi-oculta),
centro y ombligo, línea de vello pubiano
que sube hasta el pecho, cuello, mentón, rostro,
ojos: cerrados (está dormido), obsesión, los hombros.

Llueve, o es que siento el sonido de la elle,
distraído por el cuerpo de Peter Krause, tobillos,
pantorrillas, rodillas, el recorrido en silencio
de la vista por el deseo, un aguijón, una punta
o puntada de dolor, en la imagen. (Afuera
se desarrollan acciones, dramas, escenarios, compras).
(Y sonidos).

Llueve o es la lentitud.