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lunes, 16 de agosto de 2021

Ariel Bermani

 

Ariel Bermani (Gran Buenos Aires, 1967 / vive en CABA)

Até mi caballo, Bahía Blanca, Hemisferio Derecho, 2020.












Até mi caballo y el de ella y entramos al bar.
Dos whiskies sin hielo,
ordené
ella agregó unas papas fritas
con aderezos.
El pueblo ardía de gente
algunos pistoleros nos conocían
y movían la cabeza hacia adelante
a modo de saludo.
Unas damas
que estuvieron en la cama
conmigo
o con ella
o con los dos
también saludaron.
Teníamos un tiempo
de vivir por ahí
y a ese pueblo siempre volvíamos
nos gustaba especialmente
por sus lecturas de poesía
y por la buena cantidad
de editoriales independientes
que exhibían sus libros
en las barberías, en las tiendas, en los templos,
en los bares, en las cárceles, en las escuelas.
Las maestras adoran a los poetas
sobre todo cuando
al tercer whisky
recitan el poema de Darío
dedicado a los Estados Unidos
y "La Niña de Guatemala"
de ese viejo amigo nuestro que ya murió,
el copado de Martí.
Sentados cerca de la barra
salamos un poco las papas
brindamos
y golpeamos apenas
con el taco de las botas texanas
el piso de madera.










Mi hijo se compró un megáfono,
mientras me lo mostraba
me explicó que puede grabar mensajes,
además.
Sus primeros mensajes fueron
"papá, no me rompas las pelotas".
Y "compro muebles, ropa usada,
helicópteros, abuelas medio muertas, heladeras".
Desde que lo tiene
nuestra comunicación se volvió más fluida,
sin moverse de su pieza
me pregunta si ya está
la comida
o me dice
"vení, papá, por favor",
para explicarme que necesita urgente
algo de 10 dólares o de 15,
tiene que actualizar
los juegos de la computadora.
Uno de estos días
se lo voy a pedir
así
cruzando la ciudad en bicicleta
voy a recitar poemas de Baldomero,
de González Tuñón,
o voy a cantar tangos
de Gardel.










Saboreo la palabra oquedad,
me gustaría sentir su potencia
en una frase o un verso
pero mejor dejarla así,
aislada.
No correr el riesgo de convertirla
en metáfora.
Hay palabras que no encajan,
que necesitan cortarse solas,
palabras que cortan.
Palabras que no te dejan disimular.










Acá estamos
mirando caer la lluvia
sin apurar el día
en un mes particularmente lento
en un año que se termina.

Vos, 
renovando la yerba mate,
yo,
tratando de recordar unos versos de Julio Huasi,
vos,
contándome algo que te pasó de chica,
yo,
con esa tristeza amable
que a veces me acompaña,
una tristeza blanda,
limpia.

Tal vez muera antes de hacerme viejo
o mueras vos
o nos ataque el aburrimiento
y nos volvamos opacos.

No comento nada de eso,
me obligo a olvidarlo,
sentado,
mirándote,
con la lluvia que suena
bajito.









domingo, 11 de julio de 2021

Mónica Rosenblum

 


Mónica Rosenblum
(La Paz, Bolivia, 1960 / vive en Buenos Aires)

El mecanismo, Bahía Blanca, Hemisferio Derecho, 2021.
















borrar

tachar

corregir

reformular

buscar

el tono

decir

no decirlo

todo

insinuar

sugerir

preguntar

ponerse

en el lugar

dosificar

retener

regular

controlar

administrar

 

 

 

 

 

 

 

querés conocer el mecanismo

qué pasó un segundo antes

por dónde fue

que entró esa luz

qué camino exacto

hizo la Gracia

 

 

 

 

 

 

 

la Gracia

su plural

el sonido de las hojas

cuando el viento las arenga

su canción

la gratuidad

de esa presencia

 

 

 

 

 

 

 

querés conocer el mecanismo

cuáles fueron los últimos gestos

qué se dijo exactamente

dónde estaban las manos apoyadas

quién supo

 

 

 

 

 

 

 

no renunciás

querés conocer el mecanismo

¿quién empezó?

¿por qué?

¿son esas las preguntas?

¿realmente empieza ahí

donde alguien empezó?

¿cuál es el principio?

 

querés conocer el mecanismo

lo principal

lo príncipe

lo princesa

 

princesas

ahogadas

en los lagos

lágrimas

ancestrales

querés saber lo principal

 

 

 

 

 

 


querés conocer el mecanismo

se dice:

no es momento

para esas declaraciones

se dice:

ahora no

 

alguien habla

rompe con cincel

las sólidas

paredes

del silencio

se muestra

y se demuestra

por instantes

lo que estaba destinado

a la mudez

lo que fue

al olvido reenviado

y lo vemos

lo atisbamos

lo rozamos

y tan rápido

es precipitado

de nuevo

a ese lugar

tan fugaz

es la visión

que la noción

no alcanza a echar raíces

ni el asombro alcanza a anclarse

y se disuelve una vez más

y el pobre mensajero

ya sabemos

ya sabemos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


sábado, 8 de abril de 2017

Javier Martínez Ramacciotti



Javier Martínez Ramacciotti (Córdoba), No me dejés solo, Hemisferio Derecho, Bahía Blanca, 2016.





















La frágil impasibilidad de un ángel albino

Te escribo a vos
que soy yo
dentro de muchos años
en un gesto de optimismo desgarrador
de la tela del tiempo
nadie asegura que antes de terminar estas líneas
el mecanismo insensible de la inspiración
se vea súbitamente interrumpido
y sea consciente de un muro de Berlín levantándose
en algún punto de mis vías respiratorias
separando el adentro del afuera
hasta dividir finalmente mi cuerpo de la bola inercial
cayendo en un plano inclinado
también conocida como "vida".

Sé que cuando mirés hacia estas fechas
vas a sopesar los días y horas perdidas
vas a lamentar las oportunidades
que viste pasar al frente tuyo
con una impasibilidad que pivoteaba
sin animarse a ser desdén o indiferencia
mirando los surcos marcados en los que
tu piel se va plegando en un ejercicio anticipatorio
de su cierre definitivo
vas a imaginar que son bolsones entregados por la historia
y al abrirlos te vas a lamentar de hacerlo
porque de allí saldrá despedido sólo un vaho denso
con el olor horrible que tiene la biografía cuando se pudre

Sé que cuando abrás el archivo de la memoria
vas a querer borrarlo de inmediato
vas a caer en la trampa anacrónica
de detenerte puntillosamente en escenas de tu vida
para comentarlas como un crítico severo
señalando en un margen brumoso de la imagen que es
la intuición de la posibilidad de acaso el asomo
de la imagen que podría ser

Estás viejo y tenés miedo
es comprensible
la sombra del último día
cae sobre tus manos
y tiene la forma de una calculadora
y sentís la obligación de usarla
hacer sumas restas
y sacar resultados

Estás viejo tenés miedo
te entiendo
pero entendeme vos
antes de juzgarme
en el tribunal del recuento:

yo soy joven

y también tengo miedo
al despertar
en el curso del día
a la noche
mientras duermo
soy joven
y tengo miedo

No sé si servirá esta carta
que si estás leyendo es esa carta
para que comprendás que no existe el tiempo
que la sombra del último día
coincide punto por punto
con la silueta del cuerpo que recibió el obstetra
y que fue el nuestro

Espero que al terminarla
la hagás un bollo arrugado como vos mismo
y si la escena nos favorece
afuera esté nevando
salgás como estés vestido
y te quedés quieto esperando que la nieve
te cubra hasta la cabeza
como si fueras un ángel albino
tocado por la gracia de dios
que como el tiempo
tampoco existe
y que
también como el tiempo
a veces nos confundimos
y creemos en él.











Ese temblor de ángel que casi casi no ves

A frankus.

                                         "Año nuevo, y todo sigue tan viejo"
                                                                                                     3Pecados

Soy yo de nuevo.
No puedo evitarlo
puedo pasar una tarde entera hablando con vos
y la sigo en mi cabeza cuando vuelvo en el trole
para después repetirla en las letras
una carta es la continuación de una charla por otros medios
como escribió un amigo:
toda conversación tiene su ángel
y esta noche el nuestro está temblando

amiga,
vos y yo sabemos
más ateos de lo que nos gustaría reconocernos
que no hay epílogo para una vida
no puede ni debe haberlo
pero quizá sea posible
hacer un último gesto
unas figuras en el vapor de una ventana
unos trazos en la arena con la punta de una rama
y que luego el viento decida
qué hacer con ellos
como siempre
como cada uno de nuestros días mortales.
Las explicaciones no vienen al caso.
Hace años que veo una tierra
sobre la que ya habito
y no es mejor ni peor.
Pero es otra.

Perdoná la digresión:
¿te conté que leí en Wikipedia
que en Islandia creen que los muertos
regresan en los sueños
para bautizar a los recién nacidos?
no me prestés atención
si aparezco jamás usés mi nombre
con tu descendencia
los nombres no son inocentes
y cargan una irreparable memoria.

Me niego a decirte chau o hasta luego.
Esto es sólo un ademán respondiendo a otro
desde orillas opuestas.

Y dejame que te diga una última cosa
mientras nuestro ángel se cubre con sus alas
sin poder evitar la helada que escarcha las plumas
y generan un sonido de cristales rompiéndose:
cómo quisiera tenerte a mi lado ahora
para que veás conmigo
ese satélite
que cruza diagonalmente
un cielo despejado sin estrellas
y cae
despacio
lento
con toda la seguridad y resolución del mundo
como si supiera desde siempre a donde está yendo
la inteligencia de las cosas que conocen desde el nacimiento
el lugar esperado de su caída.


























miércoles, 5 de abril de 2017

Gabriela Milone



Gabriela Milone (San Luis/Córdoba), Escribir no importa, Hemisferio Derecho, Bahía Blanca, 2016.

























venir / a vencer el cuerpo / sin más / escribir no importa / en el desconcierto de la lengua / que acaso / sólo sepa / de algún sabor que gusta / o no / escribir no importa / el deseo incalmable / llama / desde la gracia / de su nombre / y no traza / más que la inesperada / o la pequeña / catástrofe / del cuerpo en desamor  












mis labios sobre tu mano / no mi lengua sobre tu piel / fragmento del arte del deseo / boca perdida / en la súplica por su quién / por su dónde pongo lo incesante / cuando no hay quién / ni súplica












solo para mí florezco yo, desierta / solo desierta florezco para nadie / el juego dolido de ser otro / la risa cambiada / la mirada vacía / el cuerpo muerto / que nadie despertaría / así / surge / la desnudez / en un temblor / blanco












retirar el lenguaje / de su curso / insistir / en la carne de la fruta / turbación de la lengua muda / aturdida en la miel y el acre / insistir / algo cae / algo más / acaso una certeza / o una gota / gotean los ojos / en la gracia / que invita a las cosas / tersura de lo ausente / sólo / ciertas veces / restaura el matiz / y acontece una sonrisa / hacia lo inesperado / silencio / o filo / de una voz / apenas












¿ es eso el miedo? / ¿eso que nada busca? / ese no querer mirar la pérdida que los otros le traen / ¿es esto el miedo? / este algo tenido en la boca? / escribir no importa / cuando el miedo es la pregunta












habría que escribir / inciertamente / la intrazable / señal del abandono sólo eso / nada / que pueda ser escrito / más que en el inscribir / importándose en la lengua / exportándose al dolor / escribir no importa / sólo el derrumbe del cuerpo / puede decirlo

















martes, 4 de octubre de 2016

Germán Arens


Germán Arens (Río Colorado/Bahía Blanca), Mientras las vacas abrevaban cerquita, Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, 2016.




















De Pueblada


Célula a célula
el día me entró en la carne
Dejamos el auto en el camino
y en cuero, sólo, subí a la barda

De cara al pueblo
fui poco en la temporalidad de todo
Un hálito de pacífica gloria
se metió en mi nariz

A lo lejos
un cuerpo geométrico
de ciruelos, manzanos y perales;
después la barbarie montaraz

Bajo mis ojos y cabeza
la zona urbana parece un tablero
donde metódicamente
se juega a la vida












Nuestras bicicletas eran rojas
nuestros perros negros

Con la práctica y el tiempo
fuimos buenos tiradores,
hacíamos blanco en los carteles
ubicados al costado de la ruta

Nuestras bicicletas eran rojas,
me gusta mucho decirlo…
Nuestros perros negros

Nadie vivía en la última casa
del pueblo, ni siquiera un árbol
Una tarde, después de caminar y
caminar entre las bardas,
nos detuvimos a la vera de una
vertiente de agua y un sonido nos
reveló la purísima presencia de un
alacrán sobre una roca verde
  
Nuestras bicicletas eran rojas
nuestros perros negros…

Hasta que detrás de un color
naranja se fue el paisaje y el
Rata lloró por todas las palomas
que habíamos matado

Salvo nosotros y los pájaros
nadie durmió bajo ese cielo












De Versos de Gabino



Escena

Hay un orden
definido en las mañanas;
una certidumbre donde se suceden
caras, pasos, autos.
Una escena es la siguiente.
Llevo en mi respiración
la certeza de que nada es cierto.












Pereza

En homenaje a la desidia que siento por todo
perecen palabritas pergeñadas a desgano
de ganas de vivir perdiendo
perdido en esta periferia poética
donde el sustantivo leche
transgrede los hervores creativos
de mis contemporáneos libreversistas.

A mi la muerte me filosofa cortito
y a las divinidades antepongo mi pelela.

A la posteridad la postergo porque vendrá del huevo.

Que malicia esta malicia de decir siendo tantos.
Que contrariedad la de pensar
cuando no hay respuestas a la pregunta que nos asiste.












De Los ojos del cordero


Desperté…
Atravesé un largo pasillo.
Detrás de sus cuatro puertas
duermen mis abuelos,
mis hermanos,
mi tío y mi padre.
El baño es grande,
casi tanto como un espacio vacío.
Desamparado entre azulejos blancos 
dejo el espejo detrás de mis espaldas.
No quiero mirarlo.
Tengo miedo de verme otro.












Los domingos
cuando el tío juega al  fútbol de local
vamos al pueblo.

Después visitamos a Emma.
Ella se está muriendo de a poco
y no sale de su cama.
Tiene los ojos redondos
y la cabeza casi pelada.

A última hora
pasamos por el cementerio.
La abuela le deja flores a Edgardo
y el abuelo dice lo mismo de siempre:
  
–Hay tantos Arens en este lugar que dan ganas de quedarse.