viernes, 31 de enero de 2014

Miguel Ángel Petrecca




Miguel Ángel Petrecca (Buenos Aires), La voluntad, Bajo la luna, 2013.














Método

El método no se ha inventado todavía
para levantar de una sola palada toda la tierra
que se acumula acá sobre la mesa en una tarde,
de invierno o verano, eso da igual, cuando las moscas
se aburren de girar alrededor de un cuchillo
y el ruido del ascensor subiendo y bajando parece
como si el edificio engullera algo. ¿Algo de qué clase?
De una clase abstracta pienso, mientras retiro mi vista,
sucesivamente, de cada una de las cosas que en este cuarto
pueden provocar algún recuerdo desagradable:
por lo cual enseguida, acorralado, termino mirando por la ventana
hacia el cielo gris que no me recuerda nada de nada,
salvo que, en caso de salir hoy, no debo olvidarme el paraguas.






La indiferencia

Ya sabés: lo que no se rinde nunca a un largo cortejo
cede de golpe a un comentario o un gesto distraídos.
Es hora entonces de que, sin proponértelo, te dediques
a recrear las condiciones de absoluta indiferencia
en las que estuviste sumergido un día en que sucedió
todo eso: y no estabas, precisamente, frente al espejo,
como esta mañana, luego de un desayuno ordinario
(¡sin naranjas!), de una ducha caliente y un vistazo
a los mensajes que en la bandeja de entrada dejó la noche
igual que el mar en una playa. Absoluta indiferencia,
sí, parado debajo de un tilo encendido al mediodía,
vibrando. Y pasó el afilador por la cuadra en ese momento.
Sonó la armónica del afilador con su piedra dulce
girando sobre el manubrio de una bicicleta inglesa.














Pablo Albornoz




Pablo Albornoz (Magdalena, pcia. de Buenos Aires), Restos de fe, Ediciones de la Eterna, 2013.










(El charco)

Agonía de luz
en las pupilas
del agua







(Mi respiración)

Mi respiración
se llena de sombras
dolor escabullido

necesito un vocablo
tan limpio
como la luz
sobre el río






(En el hospital)

El silencio inútil
de las paredes blancas

el cuerpo incompleto
en una cruz

la esperanza y sus
fantasmas
frente a la sombre
líquida del dolor














Silvia Arazi



Silvia Arazi (Buenos Aires), La medianera. Una novelita haiku, Interzona, 2013.














Otras puertas

Deja caer la taza sobre la mesa,
olvida el agua que hierve,
se olvida.
En el primer hervor, le dicen.
Atención, le dicen.

Saca la botella de la heladera.
Apaga el fuego.
Un poco más de agua, le dicen.
Un poco más de atención.

El señor la llama desde su cuarto
y le pide un té.

Dora guarda los platos en el aparador blanco,
minuciosamente,
como si fueran secretos,
fugas,
llaves.






Por culpa de su sombrero malva

El gordo que le vende flores
a Claudine
se parece a los ogros de los cuentos.
Redondo y atroz.
Al llegar María Luz con un sombrero malva,
nos reímos todos. Luchi también.

Parece que el mediodía
se hubiera derramado de nosotros,
al bies,
como un palacio solar, como un designio.

Adheridos a esa alegría inútil
nos reímos:
temblamos en el cuerpo,
humedecemos,
(es como si lloráramos)
La risa se debe al sombrero de Luchi,
a la cara del ogro de las flores.
¿O tal vez a otra cosa?