sábado, 24 de abril de 2021

Luciana Mellado

 

Luciana Mellado
(Buenos Aires, 1975 / vive en Comodoro Rivadavia)
 

El coloquio de las plantas, Delta de San Fernando, La Ballesta Magnífica, 2021.

















Lavanda

1.

No tengo nada en contra mío
pero le pongo empeño
en derrumbarme
a veces
como la lavanda
sobre su tallo
leñoso
y retorcido.

Rodeo con la mirada
la planta
que en una esquina
del cantero
se yergue
y se derrama
hacia la calle.

Abro la canilla y empiezo el riego.

La tierra quiere conversar:
quien habla no está muerto.

Me contento con entrever
un modo de existencia
aunque me falte
el lenguaje.




2.

Abandono el deseo
de abandonarlo todo.

Armo un ramo de lavanda
y recojo las sobras de cada espiga
toda molida como la fe.

Me gustan las flores apenas cortadas,
cuando su vida existe
lejos del cuidado
y las expectativas de futuro.

Miniaturas violetas,
sus despojos fragantes
se desarman adentro de mi mano.

Las huelo y florece en mí
un recuerdo que se vierte
en cada gota de agua.

La presión del riego es fuerte
como la orina de un potrillo.

Una luz modesta tiembla
entre los árboles.

La lluvia de la manguera golpea
la fragilidad de las flores pequeñas.




3.

Mi abuela guarda en la cartera
un cordón umbilical
y unos mechones
de pelo.

Hojas secas de la vida.

Podría escribir con las plantas
un libro de preguntas.

Para existir necesita
ser nombrado.

Una mujer sin lengua
crece en la corteza
que habla.

El agua orienta al agua,
el aire orienta al aire.

Yo no puedo orientarme
a mí misma.

Corto mi cabeza como una flor.

Quiero restituir un orden.

Riego el silencio de las flores 
con palabras.

Amenazo la bondad de la naturaleza.

También tuve lagartijas en mi infancia
pero ellas no me hablaron
ni me dijeron madre.

La lavanda crece mejor
en suelos secos.

Oscurece.

Me animo a silbar
aunque sea de noche.









Abrojo

1.

El abrojo tiene un fruto con espinas
que se pega a la ropa y al pelo
de la gente y de los animales.

Cuando los tallos son rastreros
las púas se clavan en las piernas o las patas.

Cuando lo notamos, nos urge sacarlos,
eliminar la intrusión.

¿Qué fue la primera cosa que robaste?
¿Qué color tenía, qué textura, qué brillo?

A vos te encantaban las latas de paté,
la redondez dorada de esas monedas
llenas de hígado invisible.

A vos te gustaban las latas, no el paté.

La forma no es igual que el contenido.

¿Las plantas son una forma o un contenido?

¿Y tus ideas y tu insomnio qué cosas son?




2.

Existen varios tipos de abrojos
con nombres diferentes
y flores de distintos colores.

La movilidad se les da
en el cuerpo de otros.

No acortan ni alargan las distancias a recorrer,
pero se dispersan en el recorrido.

No hay malas flores ni malos caminos.

La mirada se distrae de la pisada.

Si una viera con un microscopio
las puntas del fruto del abrojo
vería que parecen garfios.

Tu dependencia también tiene formas minúsculas
imperceptibles a simple vista.

No te molesta el juego de Penélope,
de tejerse y destejerse cada día.

Te desconcierta que no reclame el viaje
ni el mar, el agua que tiembla.

Toda hazaña reclama botín
y una renuncia.

Llegaste a un destino. Vas a llegar.

Alguien te sacará de su vida
como espina de abrojo.

Vos harás lo mismo.