jueves, 23 de junio de 2016

Jorge Santkovsky



Jorge Santkovsky (CABA), La incomodidad, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2015.





















Puede ser que no existas,

que la maleza se plante viva
como una herida abierta
que no rezuma
voces ni pasados.
Puede ser que tu voz
sea un eco de la noche,
un caparazón que esconde los otoños
hasta rehacerlos en verde.

Puede ser que existas,
y que no te haya visto
preocupado como estoy
por la palabra,
que mis manos
no sepan moldear
la arcilla de los dioses,

y entonces te dibujen
con un lápiz infantil,
casi jugando
preguntándote si eres
o si sueñas que eres.












Para que se sintieran distintos

consentí que se crearan
múltiples religiones.
Con el pasar del tiempo,
casi todas me avergüenzan.

Permití la violencia
que me llevó al fracaso.

Me tiene sin cuidado
el juicio de otros dioses,
no me es ajena
la incomodidad de su ironía.
Pero no hubo milagro que evitara
el cansancio de las almas buenas.

Ahora temo a la decepción de los hombres.












Cuando llegue mi hora

seré el más fiel de los creyentes.
Espero que me perdonen
mis repetidas burlas a los dioses
y sus seguidores.

Aclaro que busqué con honestidad
comprender sus fábulas y ritos.
Admiro sus recursos
para conservar bienes y adeptos.

Es que algo debe de haber
detrás de las tinieblas
que explique tanta dispersión,
tanta extrañeza.

Espero estar alerta
para escuchar el secreto
que susurra la materia.












Me gusta pensar

que puedo detener el viento
y saber en mi cuerpo
cuándo se avecina la lluvia;
que todo ser viviente
puede compartirme sus secretos,
y que si esto no ocurre
es porque no deseo
alterar el orden establecido.

Me gusta pensar
que puedo sumergirme en otras vibraciones
con solo regular el ritmo
de mis impulsos cerebrales;
que soy imperceptible
en el rango de las galaxias
e inmenso en el nivel molecular.

Me gusta pensar
que vivo con una cuota tolerable de dolor
que domestica mi soberbia.