lunes, 27 de junio de 2016

Vivian Lofiego

Adán y Eva bajo las estrellas. Cuadro de la autora.


Vivian Lofiego (CABA), Vida secreta, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2016.














Clara

                                                                    
                                                                    Odio y amo. ¿Por qué es así, me preguntas?
                                                              No lo sé, pero siento que es así y me atormento
                                                                                                                             Catulo



¿Quién atiza el fuego de la nota?
Ella es Schumann,
Es Brahms, en la espera


No hay triunfo posible


Componer:
Horadar el tejido de un amor de infancia,
Encendido en mensajes musicales,

No hay bordes
Ni cicatrices


Una mujer
Un piano
Partos
Desvelos
Ungüentos


Clara va,
Encendida de bosques
Mudando su cuerpo menudo
Trenzando cuatro manos
Scherzos
Preludios
Fugas


Asilos
Países
Camas
Teatros
La felicidad ganada en notas:
Robadas al tuntún, fugaces


Nada ignoró Clara
Del amor
la música
La locura
La renuncia












Gustav Mahler



                                                A Gustavo Fasseti
                                                                            -in memoriam-



Cerró los ojos, halló el bosque
la luz en un abanico,
sombras bajo la hostilidad de los pinos
pinchando cuervos en el eco del cielo


Transmutando riguroso,
dolor por belleza,
infatigable, perenne, alquimista


Beethoven asedia en cada nota,
corpulento, terrenal, sagrado,
ese mortal intento de igualarlo


El rigor no sabe de límites
del alba camina hacia el ocaso
forjando diamantes musicales
de los agujeros negros


Notas de piedras luminosas
nervios desnudos en la caída
del roce de los extremos nace el fuego


El galope del caballo,
galope cortante,
sequedad de los cascos


Carrozas y pavana para la infanta


Buscar la perfección es ensordecer,
al mundo y su pedido incesante
al pan y el vino en las naturalezas muertas,
a la banalidad que urde la rueca del vivir


El silencio bordado en briznas,
venenosos hongos apetecibles
vigilando el bosque,
el fuego de la ausencia


Mahler resiste,


El oído escucha su perfección en la música
la materia no es más que peligro,
el exceso de un cuerpo deslindándose de lo mortal,


Alma la ausencia
Alma el reclamo


Irse de la vida y ser
en esas ínfimas partículas elementales,


¿rerum natura?


El universo es música,
ahí el vacío,
una Apolínea forma indestructible de armonías,

Asir la nota
dios fue posible en la constancia,
el arrebato nada sabe del sosiego,


La música es como el amor,
soberana, enceguecedora,
es la inalcanzable promesa,
la eternidad delante de los ojos,
los sonidos en los huesos,
en la nieve,
en la huella,
en la piel,
en la corona que prueba en las sombras el esclavo


Tus notas vivirán junto a las de Beethoven
en un piano cualquiera
y una noche te soñaré
y otras intentaré imaginarte


Pero nunca nos encontraremos
Vos y yo,
Gustav












Serafina de Senlis



Los colores son feroces,
Cercados en el marco:
Muerden, aúllan
Pequeñas fieras primaverales,
De hojas celestes el cielo las arrastra


Flores que son labios, espadas desnudas
Párpados que nunca descansan
Presumiendo inquietas e indómitas
Bajo el suelo nevado, blanco,
Esparcido de ojos en la escarcha


Serafina es sirvienta en Senlis
Detrás de las fortalezas de piedra,
Con un batón desgastado en los bolsillos
Encubre el color, un fuego
que no puede dejar de extinguir


En un delantal ajeno a lo impecable,
Loca o profeta como un oráculo griego
Entre cartones



Extasiada aunada al dorado de los santos,
La intemperie del pobre, las piedras
Y ella, como Teresa, unida a la pasión
en el color,


El color,
Un potrillo atravesando
edades, campos, los tiempos,
La luz
Siempre la luz


Las flores encarnadas en la tela, multiplicadas
En lenguas de terciopelo, respirando suaves


Ajena al mundo su ventana
Se abre en arterias y vasos
Que dilatan absorbiendo partículas
Del haber cotidiano,
De los restos del color
Saben las uñas rotas, manchadas

¿Quién podría sospechar de ella?


Murmuran locura
Hablan
Hablan de aquellos desórdenes


Pero Serafina es hija del Renacimiento
Esconde el color en ungüentos mágicos
Descarna sus labios en bermellones,
Los azules son sus venas intrincadas
Directa mano del cielo poseyéndola


Limpiar no es un oficio cualquiera
Cuando el rojo se acaba, va a la sangre
Cuando el día acaba en la promesa de la luz
La vela, escasa, oficia bajo la promesa de la noche
Ese fuego adivino de la divina psiquis


Tus flores Serafina me golpearon en el vientre,
–un puñado de nieve improvisto helándome–
Fustigando con su vértigo sangre y mejillas
Me veo en tus flores en un Museo de Arte Bruto de Montmartre


Un canto suave y salvaje en la sala muda,
Tu nombre de arcángel vibrando en los salones,
Vehemente e inocente, tu figura de novia
Yendo hacia tu obra en la modesta promesa del amor


Ya no podré mirar las flores
Sin ver la pulpa minuciosa
El flagrante delirio del color
La desdicha de las bocas maquilladas


La ferocidad ardiente
en un simple bouquete de siempre vivas












Ropa interior



                                                        En el vacío, Eternamente los principios giran
                                                                                                                                         Lucrecio



Fue una inmensa explosión, dicen
La materia se fue uniendo lenta, caliente, glaciar luego
El luminoso átomo, poderosas partículas hicieron el trabajo
Y fue naciendo el encaje, el desvelo
Tomando vida
Tiempo, sábana que cada cual borda a su manera
Tramándose a deshoras
Allá en la noche


Célula tras célula, después el tejido,
¿Quién habrá erigido semejante ejército?
Tisú de las venas unidas azul mar noche cerrada
Deambulando la sangre lenta,
Años de cada mes de días de horas de segundos


Heráclito: ¿Nadie se baña en el mismo río dos veces?
Cuánta agua define al cuerpo,
Sudor, placenta, lágrimas, flujos, líquidos
Esponjas de mar para las hemorragias


Y las sedas manchadas aureoladas de vida
Corazones varios en uno, vasos, arterias
Latidos, zumbidos, holanes, la danza
Enagua y debajo pureza arrebato impostura
Abandono en la nieve, amor como arma mortal
La desilusión es solo materia para un falso destino


Amor en llamas en llamas mas no
Lady Godiva montada al esqueleto del caballo
Eva y la manzana, oscuro desvelo, corre, corre, corre,
con el contenido del infierno que acaba de recoger del fruto,
ofreciendo el lugar donde todo se condena


Perfumada piel con limones amargos
Jazmines en la línea del pecho


Debajo de la ropa interior circula el ADN
Tu ADN su ADN ahora mi ADN
Y elijo el viaje la música la mariposa la carta muerta, la carta
La pintura, la danza, para romper cadenas
Del amor prohibido, de los barcos zarpando
De niñas en los partos –las bisabuelas–


La desilusión un hueso duro para la ilusión
Elijo ser desnuda como las margaritas en el campo
Amarillo hiriente blanco inmaculado


Rojo sangre rojo fuego rojo carmín
En la mano dibujada la línea de fuga
Escribir para que vivan los ancestros


Pulmones suspiros, riñones con obsidianas
Corazón fuerte un tambor africano
Blancos colmillos de marfiles el esqueleto
Vísceras pasiones parenquimatosas
Huellas digitales, eres única, genuina


Plantas de los pies cuánto te ha costado
Pararte en tierra abandonar las alas del ángel


Tu ropa interior luce única
Pero el desnudo no te asusta
Este no es asunto para ciegos ni necios


Encallada en la arena yace la ropa luciente
Pero ella, ella se arroja a esas aguas
Las enaguas quedaron atrás
Y ahora desfilan sus anhelos sus ausencias sus huecos
Su hoyo negro en hoyo blanco se revierte



Luminosa ahuyenta sus peligros al fondo abisal
Se puede transformar en estrella de mar o en hipocampo


Puede revertirse ser un caracol señalando
en su esqueleto al laberinto de su casa
Se ríe como la primera mujer frente al cielo bañado de constelaciones