martes, 18 de febrero de 2014

Alberto Szpunberg





Alberto Szpunberg, Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida, Entropía, 2013.













De Como clavel del aire (2013)


XII

                                                                           a Cacho Lotersztain


Las manos no tienen otro sentido que el agua
que se cuela definitivamente entre los dedos:
su forma sólo se debe a lo que no retienen,
incluso el vacío que el puño sostiene en alto
como si fuese el golpe final de nuestro esfuerzo,
pero es sólo un hálito de risa que entrevemos,
como si todo fuese un juego que comienza.







De Ese azar, este milagro (2011)


XVI

Entre esas hierbas está la que nos cura:
similia similibus curantur, declinas,
y no te atreves a arrancar el trébol,
yo tampoco, tanta la fragilidad
de un gesto detenido en el aire.








De Como sólo la muerte es pasajera (2009)


IV

Como siempre, llevas la navaja en el bolsillo izquierdo:
son formas primitivas del amor que todas las mañanas reverberan,
pero la sal, ya lo sabes, penetra más adentro que el filo de la hoja.

Ninguna marea, ni la más alta, basta para borrar una sola gota de sangre:
la memoria no es la herida, es siempre el mar.








De Sol de noche (2008)


IV


Habito esta casa,
pero vivo a la sombra del otro lado.

¿Quién llama a la puerta
si no la propia espera de mí mismo,
el apremio de las vigas,
el crujido de la madera?

Lo sé:
aunque nunca hubiera ocurrido,
yo entreabrí una vez unos párpados que aún me miran
y la clara pupila, como un pequeño charco,
ya reflejaba un cielo inexistente.

¿Por qué ojos miro ahora cuando no veo?







De El síndrome Yessenin (2010)


4. Dulcemente nacer

XXVI

El viento mueve las hojas del libro entreabierto:
pesa en las manos que lo sostienen
pero sólo los ojos cerrados lo leen.
Como un junco oscilante, el hombre;
como espesura trémula, las letras.

El nombre no nombra, sólo llama.