jueves, 13 de abril de 2017

Valeria Pariso


Valeria Pariso (Muñiz, Buenos Aires), Triza, De todos los mares, Capilla del Monte, 2017.




















1

Ese viento que te tocó la cara
¿cae?
¿Cae y vuelve a subir?
¿Con qué piedras golpea,
con qué historia?
Ese viento que ahora mismo
mueve una flor frente a tus ojos,
ese viento, digo,
qué se lleva
y qué te deja puesto
que no sepas.












5

A ver, quién nos indica
qué hacer con cierto tipo de esperanza,
cómo quitarla,
con qué ácido quemar los brotes nuevos,
cómo envolver los cortes de las ramas
para que la memoria no crepite
ni despunte un gesto o salga un pájaro.
Algo que nos funcione
de una manera atroz, definitiva.
Algo que fugue
de cualquier error de cálculo o misterio.
Como si la esperanza no existiera.
Como si haber amado fuera poco.
Como si Dios hubiese abandonado
una iglesia completa
o una cuna.












6

¿De qué ternura guarda tu memoria
la fiesta del silencio?
Todo tu cuerpo contra el muro y nada:
no se rompe, no se cae.

Otra vez, por vigésima vez:
todo tu cuerpo contra el muro y nada:
no hay derrumbe.

Se acaba el mundo, el muro sigue ahí,
tu cuerpo sigue ahí, y en tu silencio
seguís abrazado a algo pequeñito,
que sonríe.












13

Mientras desayuno
una libélula se pierde
y entra en la habitación.
La miro: está sobre la lámpara
que permanece apagada
desde anoche.

¿Qué destino insiste
 en los cuerpos
 que alguna vez
 tuvieron luz?













24

He arrojado todo al precipicio.
Ningún orden es posible ahora, dije.
¿Cuánto pasó desde entonces?
No lo sé.
No tengo seguridad del tiempo
desde que cayeron los números.
Parecían piedras tiradas al vacío.
Lo hice más de una vez:
me paré sobre el filo,
miré el fondo,
y tiré todo con los ojos cerrados.
Me impresiona lo que pasa con la ausencia:
cae inmensa como un cóndor,
no hace ruido,
se mezcla con el viento,
y una vez que toca el suelo,
vuelve.