miércoles, 9 de marzo de 2016

Daniel Freidemberg



Daniel Freidemberg (Chaco/Buenos Aires), Abril, Barnacle, Buenos Aires, 2016.






















Abril 


Acá la noche. La
        hilera de luces
de la avenida, atrás,
y acá, ahora, alta, en la
noche, una estrella.
               ¿La misma?

No sé: una es-
trella, al-
go ahí, en
           lo alto
del mundo, en
el mundo,
que brilla,

como si
fuera a irse,
o no alcanzara
del todo a llegar.

Ni la palabra
ni el recuerdo:
una estrella,
tic de luz
puesto, vaya a
saber por
quién o qué, a brillar
sobre lo negro del presente,
y acá el presente, con
estrella y todo.

Estrella y
            todo:
            un gran
telón de escombros
se arrumba al fondo:
ni un comienzo ni un fin.

Miro esa luz que
la palabra “estrella” no toca.











Abril (III)


Rodaba en la pantalla
                de la mente
la palabra “estrella”
                      sin luz










Abril (IX)


El que escribió en lo alto una estrella, y ve
alta en la noche una estrella, ¿la misma?,
el que pronuncia estrella, el que pregunta
a qué escribir cuando todo está dicho, sabe
que no es verdad o se lo dice para
no enmudecer. Es-tre-lla, esa voz va tocando,
como quien da un paso y otro, las sílabas
¿para que no se apaguen? ¿para que
no se termine un mundo al que cantar?
                                              ¿Para tocar,
nada más, algo que, al ser tocado, cante?
Eslletra escribe estrull escribe esoquesigueahí.










Abril (X)


No ser amado: la desdicha
                         Dignificando el amanecer,
eco de pasos, de los propios pasos
al volver a casa (un absorto blues):
                                                 ese que,
desdibujado al fondo del tiempo, hablaba
de guerra y amor, el que
          entre palabras en la noche entraba
–y eran palabras las que hacían la noche
y era en la noche que crecía el mundo–,
ese que ya no puede, con palabras, abrir
algún espacio en la noche o el mundo,
se ve volviendo ahora en la noche, y es
                            de nuevo la noche, y es otra.
Como si preguntara
                     por esta noche otra noche, volvés,
como quien vuelve de una noche ya escrita,
ya sin palabras en esta noche, volvés
como quien sabe que no vuelve más.
Como si escrito por lo que escribió, el
                                  que ahora vuelve
vuelve y repite “nadie vuelve más”
en otra noche y
                       volviendo a otra casa:
viejas, perdidas, queridas, palabras.










Abril (XI)


Hubo otra noche (otras noches), tus pasos,
la sombra móvil del cuerpo en los muros.
Pocas pala, escribiste, bras, las imágenes
dejaban paso a lo que llamabas las cosas
y ellas, las cosas, se dejaban nombrar
de a trozos, de a ratos, y después tornaban
a su lenguaje de no ser más que cosas.
Deseosa bestia de sentido, golpeás
tu mala conciencia contra vos: como quien
vuelve de una guerra, escribiste, y no hay guerra
de la que alguien vuelva, fue entonces fácil
poner juntas seis letras, guerra, poner
pie en tierra firme, las cosas
como residuos de lo que fue el mundo, duraban
como por milagro. Bello el silencio
                                    de las cosas, golpeás
su duración, cada una en su pequeño tono, y no basta.
Pero no, gritó el pájaro, es que nada basta:
tus golpes se dicen nada más a sí mismos. Golpeá.










Abril (XVII)


Poesía para con-
mover? Hipó-
crita lector, lo
toma o lo
deja, el destino
ladra en
el horizonte
abandonado.
Eso que ardió en
la pira de
las palabras
no ardió, no
pasó nada,
pero ardió.
Ahora vengan
y digan lo que
corresponda,
ladra el destino en
el horizonte, las
horas y los años pasan
en ese o en
otro horizonte, y
se van, como
se van yendo
las palabras. Ardió.