jueves, 27 de abril de 2017

José Ioskyn



José Ioskyn (La Plata), Acerca de un imperio, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2016.






















El grito

Mi vida es simple
me acuesto al sol
entre las espigas
mi padre hace la siega
con el filo de la
guadaña.
Cuando llueve
comemos torta de trigo
y bebemos
el mosto.

Una legión de
soldados del César
me ha arrancado
de casa
como a una espiga
que no quiere salir
de la tierra.
Meses más tarde
me han abandonado
cerca de un río
helado
ahora en las noches
camino sola
he perdido el habla
mi voz ha quedado
dentro de mi cuerpo
y mi grito
no puede salir
aunque destroza
mis oídos.












Música en el Sahara

Mi esposa es negra
mi amante es negro.
En el desierto
cuando un camello
camina hacia atrás
el tiempo se detiene.

Voy hacia la montaña
descanso sobre una piedra
sueño con una habitación azul
y un instrumento con teclas
que hace el sonido de la lluvia
ésa de la que me hablan
los viajeros.












Los caminos del desierto

Dicen que la vida
nació de un grano de arroz
enterrado en el mar.

También dicen
que hay un solo dios
que ha creado todo
con su mano alada.
No puedo creer que sea uno
puesto que los caminos
del desierto son tantos
como uno quiera.

Los dibujos que las estrellas
hacen al marchar por el cielo
el arado, el carro, la osa y la lira
son lejanas y están siempre
en movimiento.
¿no es contradictorio
con su dios uno, solitario,
y eterno?












El poema

Dice Zenón:
el poema que fue escrito
es
y el que no fue escrito
también 
es.

Las palabras
no están dentro
están fuera:
en el pecho inflado del gladiador
o en las velas del barco de guerra.

Pienso en esto mientras escancio
al pie de la vid, muy tranquilo
al tiempo que la emperatriz agoniza
en un lecho de rosas y mármol
ella debe recordar a la eternidad
aún muerta.