jueves, 29 de junio de 2017

Griselda García




Griselda García (CABA), Bouquet garní * SPAM, La carta de Oliver, Buenos Aires, 2017.























De Bouquet garní



Es infinita esta riqueza encontrada

esta mano esta mano es la piel la alegría
al fondo de la calle encuentras siempre más calle
tras el cielo hay siempre más cielo playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza encontrada
soplas la espuma del alba y nunca se extingue
la piedra de afilar se desgasta en cada uso
y no por eso llora, después del filo hay otro filo
tras la llegada del poeta hay otro poeta
tras el canto de uno viene el roce del otro
las madrugadas guardan secretos a voces
a veces tus sueños callan otras hablan a gritos
en la mañana los harás realidad ¡no dudes!
vuelves a las manos al corazón de tus poetas
distinta cada noche reconocen cómo eres
sabes la palabra que ellos ignoran
no importa si has de persistir en el error
fracasa otra vez, fracasa mejor
nunca terminará es infinita esta riqueza encontrada
cada forma de amor o de reproche
entre las risas las pipas y el café
soplará el viento dulce y la lluvia nocturna
avanzas sin máscaras en esta selva de antifaces
has querido leer en la borra del día
lo has conseguido a veces
cuando los dioses bajan al río a beber
suben temerosos murmullos de poetas

no esperas nada
invitaciones concursos florilegios
no deseas ya salir en los suplementos
nunca terminará es infinita esta riqueza encontrada


Referencia: Edgar Bayley, “Es infinita esta riqueza abandonada”.










Panadería


Soy amanuense.
Es lo que hago.
No puedo otra cosa.
Aparte de esto, no tengo ninguna otra habilidad.

Ventanas de un cuarto de Almagro,
de uno de los millones de poetts que no conoce nadie
(y si los conociesen, ¿qué cambiaría?)
ventanas que dan al misterio del Hospital Italiano en una calle
accesible a todos los sentimientos, real, y cierta,
con el misterio de los poemas bajo las piedras y los seres,
con la humedad que traza manchas en las paredes.

Hoy estoy lúcida como si estuviese por nacer,
convencida de que sé alguna verdad
y soy una con las cosas que pueblan la calle,
y la hilera de vagones del subte desfila frente a mí
y las canciones bailan dentro de mi cráneo
y mis chákras se activan en la arrancada.

Hoy estoy satisfecha, como quien amó y olvidó,
hoy estoy unida a la lealtad que debo
a la panadería, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es ilusión, como cosa real por dentro.

Di lo que no tenía. Cuanto más di, más tuve.
Lo que me enseñaron lo multipliqué.
Ayer fui a una lectura con grandes propósitos.
Encontré muchos poetas pero poca poesía
y la gente que había era igual a otra.

Me alejo de la ventana. ¿Para qué pensar? Siento tantas cosas.
Pensar es estar enferma de los ojos.
Hay tantos que piensan en lugar de sentir
y sienten en lugar de pensar.
Nunca creí que la vida hubiera deshecho a tantos.

¿Poeta? En este momento
otros se creen en sueños grandes poetts
y la historia no recordará, ¿quién sabe?, ni uno,
y habrá que ver qué queda en la playa
después de que la ola pase sobre la arena.
Creo en mí, pero no me la creo.
¡En esto hay tantos creídos! ¿Estaré en lo cierto?
Sí, creo en mí, creo en el trabajo.
¿En cuántos bares y livings de la existencia
hay poetts a esta hora ensoñando?
¿Cuántos textos altos y nobles y lúcidos
–sí, de veras altos y nobles y lúcidos–
no verán nunca el blog ni llegarán al ebook?

El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
no para los que sueñan que pueden conquistarlo,
aunque tengan razón.
Soy y seré siempre la chica del almacén,
aunque no trabaje en ella.
Seré siempre la chica de Ciudadela.
Seré siempre la que tenía algunas cualidades,
Seré siempre la que no se quedó esperando,
la que tuvo dos patrias, la infancia y los amigos,
la que oyó a Dios pero no supo contestarle.
Creo en el hacer. Sólo respeto a quien se esfuerza.
Derrame la naturaleza su sol y su lluvia
sobre nuestra ardiente cabeza,
y disfrutemos cada minuto.
Adoradores de las estrellas,
conquistamos al mundo antes del alba;
nos despertamos y todo es luz;
salimos a la calle y resplandecemos,
somos la tierra y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
Perdurará la alegría de lo que somos,
la caligrafía rápida de estos versos.

(Shakti, madre universal, que consuelas y acompañas,
reina multiforme que blandes ya la flauta, ya la espada,
cualquiera sea el modo en que se te plazca aparecérteme,
¡si puedes inspirar, inspírame!

Por la ventana veo todo con nitidez
con atención plena cada detalle cobra vida.
Veo la dietética, el barcito, los coches que pasan,
veo a Eli, la verdulera, y al encargado con su estropajo,
y veo también a Mangieri cargando libros
y a Adúriz haciendo tai chi en el Centenario
-no puedo ver a la vieja signora, eximia en crueldad-
y este estar en el mundo sin ser del mundo
me hace testigo privilegiada).

Viví, estudié, amé y hasta creí.
Hoy no hay nadie a quien tenga envidia.
En cada uno veo el sufrimiento neurótico
y digo: yo también estuve ahí.
Intelectual: renuncia a tener razón.

Hice conmigo lo máximo que pude.
Si me puse algún disfraz, fue por juego.
Todos sabían que era yo, no me salió mentir.
Cuando me lo saqué y me vi al espejo,
mi cara era la misma de siempre.
No tuve necesidad de volver a usarlo.
Dormí en las terminales
como la anciana del poema de Ferlinghetti,
sin canario al que llamar mia mascotta.

El dueño de la panadería sale a la calle.
Con la comodidad de quien tiene el cuerpo sano, lo veo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará sus recetas y yo dejaré mis versos.
Viviremos para siempre en ellos,
no morirá la calle, la tienda, ni el lenguaje.
Seguiremos en otros planos, haciendo
mezclas de harina y versos.
Siempre estas dos cosas, insistiremos,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el misterio de la superficie,
siempre estas dos cosas.

Un hombre entra a la panadería
y el samádhi entra en mí.
El coletazo de serpiente ígnea
me dicta estos versos.

(Casé una vez con un poeta. Fui algo feliz).
Eso no es sentir, es pensar. Como lo noto, me levanto.
Me acerco a la ventana.
Un hombre sale de la panadería (¿lleva una pipa en la mano?),
ah, lo conozco, es Auli, el famoso poeta, sin lirismo.
(El dueño de la panadería aparece en la puerta).
Movido por un instinto adivinatorio, Auli se vuelve y me reconoce;
me saluda con la mano y yo le grito ¡Addio, fratello! y el universo
se reconstruye en mí sin esperanza ni miedo y el dueño de la panadería sonríe.



Referencia: Fernando Pessoa, “Tabacaria”.










De SPAM



La performance inolvidable


El Viagra es una medicina
con venta bajo receta que se toma
en forma oral para el tratamiento
de la disfunción eréctil en hombres
activando el flujo normal de sangre
seguido por la dureza de su pene
sexualmente excitado y listo
para una performance inolvidable.

Período de respuesta de 6 a 8 horas
Sensibiliza los nervios del pene
Acelera la recuperación
Amplifica la pasión
Se absorbe con rapidez
Multiplica los orgasmos
Rejuvenece los sentidos
Da confianza psicológica
Eficaz en los casos más duros.
























domingo, 25 de junio de 2017

Cecilia Carballo


Cecilia Carballo (Tierra del Fuego/CABA), Hay tierra bajo mis pies, El ojo del mármol, La Tablada, 2017.



















Tal vez
era mejor ser un iceberg
mostrar sólo una parte
no dejar que ningún viento me arrase
en plena armonía
con las aguas y las aves
hoy prefiero
ser el Titanic
un gigante que se quebró
y demostró ser vulnerable,
sumergida en el océano
permito que ingresen
dentro de mí
algas, peces y tiburones.












Como una campesina
en una cueva
a la espera
de que la lluvia cese
escuchando la bandada
de pájaros
que emigran hacia otros rumbos
aguardo el momento oportuno
para salir
que la púrpura niebla
me envuelva
correr por el bosque
sentir la brisa.












La habitación
vive en penumbras
dos edificios
le han sacado
su luz
intento ver por el haz
que entra por la ventana
unas plantas nacieron
casi sin agua
las hace
bailar
el viento
con sus tejidos verdes
la naturaleza
crea
entre murallas
sus poemas.


























sábado, 24 de junio de 2017

Marcelo Rizzi


Marcelo Rizzi (Santa Fe), La destrucción, ebook, poesiaargentina.com, 2014.

























tendidas de espaldas las mujeres
parecen más pequeñas
bajo la esquiva luminiscencia
de las linternas; a veces,
cuando una de ellas intenta
erguirse, adopta por un instante
la forma de un pesado animal
de la costa, mientras las otras
bajo su sombra apenas se mueven
o duermen de a ratos;
decirles que no nos iremos
con el último vaporetto del día
acaso ya no les baste; tampoco
que el abandono hacia un humo
fresco se enarbole precisamente
allí donde sus cierzos se confunden
con una desencantada alegría;
tal vez les importe más
aquella ligera amistad con vocablos
sicilianos que llegan extenuados,
deslizándose en ecos sobre
la superficie rugosa de las aguas,
su íntima relación con el contemplar
de lejos la demencia, como cuando
se arrojan los dados en la casa
y abolimos por ello mismo
todo el azar por única vez












al observar de cerca el objeto inerte
no sabemos si la belleza estuvo en el
movimiento, en la pausa o en el reposo;
esta indecisión crea por igual al ornitólogo,
al esteta y al experto en balística;
pero habremos por cierto de hacer notar
que es en el sueño donde todos tenemos
las más firmes convicciones, ya que las
dudas comienzan al minuto de despertar
–cuando la seda de ese presente vaciado
de todo futuro se adelgaza para desaparecer;
uno debería cavar túneles durante la noche
hasta encontrar una nueva fe en las palabras
que durante la vigilia dijimos con llamados
de larga distancia, para escribir mejores
páginas durante el viaje hacia el otro lado
del globo, dejar por fin constancia veraz de
la última cena, o simplemente seguir de pie
dentro del círculo de luz que nos dibuja la luna












a menos que el hombre se atreva,
en la galería del caserón con jaulones,
a soltarle la mano a la niña, podemos
conjeturar que la escena nos habla
de un padre y su hija recorriendo
el lugar que habitaron, el palacio que fue
para las miniaturas de los cuerpos la tarea
de envejecer el estuco, despintar el lienzo,
retratar en scorzo el perro que se acercaba
a la puerta a ladrar;
pero un leve movimiento de sus pies
levantando una nubecilla de polvo morado
y la mirada tal vez a través de la estrecha
cerradura, les cambia de perspectiva:
de pronto se distancian un poco y comienzan
a hablar de otra cosa, de algo más remoto
que se encendía con el calor de la siesta,
se apagaba con la brisa agria de un sauce,
para posarse después sobre los limoneros
más austeros de la huerta, como esos pájaros
sobre los hombres de Asís












imagen del cielo en la tierra que ardía
entre los árboles; dos muchachas reían
como si nada vieran –decías que por esas
cosas estaba todo aún en su lugar;
las barcas iban siempre hacia Sorrento
pero un espejo de mar hacía que todavía
estuviésemos frente al Cristo de Sopocani;
era, me decías, la afirmación de lo bello
sin sufrir el peso de lo absoluto,
mientras yo pensaba esa relación
pero de forma inversa:
admitía la cantidad
de sangiovese que progresaba
en el fondo de los vasos
–el calor del pan
y el calor de la mano
que otra mano a tiempo
habría de disipar





























viernes, 23 de junio de 2017

Rafael Felipe Oteriño



Rafael Felipe Oteriño (La Plata, Buenos Aires), Viento extranjero, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014.





















Todos, alguna vez, estuvimos en el Paraíso

El que observó a medianoche la espuma blanca del cielo,
el que oyó un galope prolongado en la estepa de la mañana,
los que presintieron la lluvia y se refugiaron en ella,
el pescador que aguarda el próximo pez que prenderá esa tarde,
el que recuerda el olor a café detrás de una puerta que no existe,
quien siente en la boca la primera palabra de un verso:

todos, alguna vez, estuvimos en el paraíso;
las manos lo tocaron y el pecho aspiró su aroma,
el Paraíso cedió por un instante –se detuvo allí–
alzó un vivac en el que cada fragmento coincidió con su parte:
las sombras con el árbol, el árbol con el camino,
el río de Heráclito con el río a secas.












En grandes círculos

Quedé varias horas mirando el humo girar sobre los techos,
la vida regresaba a mí en grandes círculos,
una nube era seguida por otra nube,
la luna no menguaba sino para brillar con más fuerza,
la confianza era bendecida por gotas de lluvia.

Una rama menos callada musitó al oído:
lo que no tuvo comienzo tampoco tiene fin.

En grandes círculos,
como las batallas en los libros de la historia,
como las fechas en la memoria de los más viejos,
como las notas de cristal de ese pájaro
que canta a intervalos y aclara el día.












Soñar con agua y con fuego

Volverse sabio:
decir dos palabras en lugar de ninguna
y una sola
cuando se escucha más fuerte la voz del abismo.

Recibir el día como una propiedad
y de inmediato devolver esa propiedad
a los que todavía no despertaron.

Observar el río correr dentro del río,
rápido como las nubes, persuasivo como las olas.

Sentir la dureza de la piedra y la docilidad del viento
y saber que ambos son argumentos de Dios.

Porque el viento sube a los techos,
y las ráfagas son montañas
y el cuerpo es una ráfaga que se deja llevar.

Volver al lago donde se hundió la infancia
y ver que en su bosque anegado está tu imagen.

Quizás el polvo sea una maniobra de purificación
en cuyo puente estamos solos, suspendidos.

Dar señales de cuál es el lugar
y al instante borrarlas
porque no son claras ni precisas
y todas conducen a un sitio que no es el lugar,
pero que lo anuncia.

Buscar abrigo en lo invisible y en lo callado,
soñar con agua y con fuego.












Andante


1

Puedo dejar que la hoja amarillee antes de caer,
que el gato continúe su siesta indolente,
que la pared se desgrane como una imagen del tiempo.
Comenzaron antes y seguirán después,
urdiendo combates sobre secas laderas.

Lo que no puedo es dejar de observarlos
y de unirme a otra alianza que no sea la suya.
Cautivo de galas que se cumplen sin reparar en mí,
yo las recibo como si hubieran nacido para mí.
No puedo rehusarme: mi deber es decirlo con palabras.


2

Hablo de "nieve" pero en mi país no hay nieve,
escribo "montaña" pero no he subido a ninguna,
menciono "grifo" y no hay hilo de agua
ni animal fabuloso bajo los pies.

Porque las palabras son fuentes, avenidas, excesos.
Dicen carbón y, al mismo tiempo, diamante,
dicen viajero y en su hospitalidad dicen agua.

"Relámpago" es mi palabra preferida.
Libra a la noche de la noche y a la hoja de reverdecer,
cruza el río, atraviesa el puente,
trae la llave aunque la luz derrame oscuridad.


3

Palabras que se aproximan como un rebaño.
Vienen de luchar con palabras de acero que dejaron atrás.

Yo estaré aquí para protegerlas,
pero sólo por un tiempo.

Porque no es posible establecer la paz definitiva.
Son necesarios el laúd y la pólvora para vivir.












Pedí que este viento

Pedí que este viento no terminara nunca
y eso es imposible:
las cosas nacen para sucederse, no para durar.
Es lo que marcan las estaciones,
los cambios en la piel
y esta misma plegaria a través de los años.

No permanecen igual: se suceden.
Incluso la propia imagen del viento
lo dice claramente:
lo que hay es cambio y nada lo frena.
De lo más cálido a lo frío
y del frío a la frialdad extrema.

El viento desprende las hojas,
que son otras, otras.
Contagiadas por esta lección,
las manos se sueltan de las manos.
Nada permanece:
ningún trabajo sobre la superficie blanca del mar.




























   

martes, 20 de junio de 2017

Rosario Sanchez


Rosario Sanchez (Lomas de Zamora, Buenos Aires), Las piedras y el polvo, El ojo del mármol, La Tablada, 2016.



















I. Runas

no querer usar la sabiduría
para predecir

y llevar dentro
estas marcas

quemaduras
imperceptibles

como las que deja el tabaco en la ropa
cuando pasa una brisa












XII. Viento

veo por la ventana de la cocina
un enorme eucaliptus

mi vista va por la mañana
a concentrarse
en sus ramas

vaivén del pelo de un árbol
que me acompaña hasta hoy

el reposar del sol
y las cigarras diciendo:

pronto va a pasar enero
y el viento va a contar esa única
verdad que,
como toda raíz asentada,
aún sigue esperando.




















viernes, 16 de junio de 2017

María Laura Decésare


María Laura Decésare (Santa Fe/CABA), Somos lo que damos, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015.






















Coraza

La voz se quiebra
al tirar de la cuerda.
Una palabra lleva a otra,
sacude la espesura
y parte el cuerpo
en dos.












Revelación

Por las noches
un frío me desvela,
miro la puerta
que no se abre y me pregunto
qué te detiene
cada vez que arrojás la piedra
para luego esconderte.
¿Podremos vencer el miedo?
Yo estoy acá
y pienso en qué pasará
cuando vea en el fondo
de tu mirada
la joven que fui,
lo feliz.












Molde de base

El lápiz se desliza
por el papel madera,
traza una línea recta
y une a B con E
hasta la curva
decide de manera casual
dibujar un rostro.
Qué técnica nueva
hace y deshace el tiempo
para jugar con la memoria
y transformar en segundos
el pasado en presente.
























martes, 13 de junio de 2017

Carlos Cartolano


Carlos Cartolano (Mar del Plata, Buenos Aires), guíaLUCIANfreud. 33 óleos, El Mono Armado, Buenos Aires, 2016.






















pincel espejo

te expresa el juego de luces lucian/ proyectás claros
cuanto trajiste y lo que llevo: un arte puesto de frente
es misericorde dicen
                                                        después el canal del brazo izquierdo
y en la punta del pincel los dos niños son gozo
                       juegan a encontrar la única palabra/ lucian no interesan
las herencias/ todo es hoy en el reflejo

el arte dicen es hendir en halos/ hurgar más allá
                   de propia imagen/ consiste dijeron en derrota de academias
y después toda tu vida habitar las herramientas

                          sos lucian y el reflejo sosiega calendarios/ del borde vas
a flote de cuanta luz quepa en el marco
es dicen el modo de existir     












roles

cuál el modelo acaso yace el pinto desnudo y ella
viste de lucian/ sus pinceladas por doquier/ pisa
pomos y derrocha verde
                                       es la pregunta por mirada
femenina/ quien desafía:
                                      la lectora/ él posa
confiando sus formas a la mayor exposición

acaso es Celia/ en su cuerpo se entretuvo lucian
con los pinceles/ él será dawson otra vez pacientes
                         viviendo en paralelo/ dónde el pintor/ desde cuál arista
se trazó este marco












lumbre

ella es rosa en el retrato/ la persona auténtica
más real que el tacto en su visión/ con deseos y
temblores/ vello púbico axilar el sueño
que ocasiona el modelaje/ la prisión de sus piernas
por la sábana                                            ella es rosa
favorita del pincel/ dios su padre: la paleta

si un color inunda la hoja en blanco hijas hay
que vuelven a alumbrar
porque la plástica es poesía
                                      ella dice cuanto reste conocer