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miércoles, 22 de diciembre de 2021

Marcelo Dughetti


 
Marcelo Dughetti (Villa María, 1970)

Córtex, San Francisco, Córdoba, LaTita Editora, 2019. 




















no escribas nada que no puedas masticar
cuántas muelas saltaron con esa piedra
molino del odio
molino del odio
molino del odio
aspas rojas del molino del odio
azul de la palabra muerta
molino del odio
dos caballos fusteados
esmaltados en sangre
molino de sangre
odiados molinos
qué Castilla es esta y de qué Quijote
heridos caballos molineros de la piedra
del espanto aplastando los deditos de las niñas
rojas aspas, molinos de encantamiento
quién soy,
quién soy,
quién soy,
las máscaras de los seres que pululan en el molino
molino por la noche aspas de oro y fuego
molinos por las tardes
aspas de nieve y polvo
molinos por la noche
molinos por la tarde
no escribas nada que no puedas masticar
trozos de muelas clavados en el paladar
¡molinos entre sien y sien!
para colar vino del molino del encantamiento
molinos sucios de mirar oscuro esta mañana
que un poeta canta con una flauta de hueso
¡ay esos caballitos que gritan y te llaman!
marcelo,
marcelo,
marcelo,
gritan
amor
y te llaman
pon tu cabeza bajo la piedra de moler
ya pasa,
no duele,
ya pasa.












anoche cuando dormía
no fue bendita la rama
que oí quebrarse
con el viento y la lluvia
la rama oscura
oí quebrarse
sin dramatismo
puedo contar el pulso
que en ese instante
latía en mí
como cuando extraen
el corazón al transplantado
para volver a insertar
otro corazón
y enfrían la máquina
y enfrían el ser
por un instante tan corto
y tan decisivo
la rama fue mi corazón
mi pulso
no fue bendita la rama
que oí quebrarse
es un árbol acerado por asfalto y ausencia
de pájaros en su corona
los brazos
ya se han muerto
antes de suplicar
no hay flores
nunca las hubo
y el verdugo
casi no afiló su hacha
fue un sonido seco y sucio como cuando mueren
los justos
dormí mejor esa noche durmió mejor el mundo
ya no había árboles
la vida trabajaba
sin descanso
el pulso
los corazones manoseados
el asqueroso ir y venir
de la savia
de la sangre.












recuerdas cuando niño
el sótano al que bajabas
y escuchabas llorar al perro
intimidado por el viento
de unos árboles que solo eran sombras
te gustaba el aire enrarecido
las arañas florecidas como tristes frutos
de un reino que al hamacarse de la lámpara
encandilaba las ratas que a tu paso
comían de un cereal maldito lleno de excusas
noble y feliz asesino de una colonia
de seres olvidados y grises
puestos a cavar
la tierra con los dientes












al asesino 
que en tu árbol espera
dale de comer el hígado caliente
revuelve los intestinos el decir sin decir nada
y agrega dolorosa capa de lino

qué crecerá en las altas llanuras de la soja
cuando las máquinas el campo olviden

arar los recuerdos es compasivo
la humanidad entera arada e invisible












que los tigres llenos de azahares
y los lobos hambrientos vigilen tu paso
que duela tanto, tanto y tanto
que del dolor no se salve nadie
detrás del pensamiento la lluvia oscura
en láminas de acero está cayendo
los algarrobos tristes matan inciertos
pájaros de monte
y su musiquita












otra vez tormenta
corrimos con mi hija hasta la primera soga
donde se agitaban los pantalones
después ella se adelantó unos pasos hasta la segunda soga
éramos notas de un pentagrama de la felicidad
mi hija y yo instrumentos de los espasmos del viento
un pañuelo creció hacia el cielo de acero
y ensayó el vuelo de los odios dormidos
pero no se puede volar en tan terrible nave
era tan bello verte reír por ese pañuelo
y su ascenso truncado


































martes, 20 de julio de 2021

Marcelo Dughetti

 

Marcelo Dughetti
(Villa María, 1970)

No sabrías escribir mi nombre, Villa María, Mascarón de proa, 2019.



















Saltó de un montón de piedras

se hizo grande

se sentó a mi mesa

y comió de mi mano

hermanito

fue su primera palabra

y después

no abandonó los diminutivos

así que no lo pisen

cuídenlo

es lo más pequeño de este mundo

y los necesita

hay cazuelos con agua

y migas de pan

por toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

Entonces si sos un gato

deberías tener bigotes de cuerda de guitarra

y cantar como un violín

que es lo más hermoso que se oye

en la vereda del sol

todas las tardes al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si corremos en la dirección opuesta?

Y de tan minúsculo el molusco

alimenta a una ballena.

¿Y si fueras una ballena?

O acaso si fueras una botella

que vacía lleva un barquito

en la panza

y de tan vacía y tan llena

navega de costado

todas las tardes

al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

No en la bandera de este mástil

estás

más allá

como una semilla de sésamo

perdida bajo la mesada

donde suceden cosas

que solo los ojos de los chinos pueden ver.

¡Ay hermanito, desde que viniste al sol

te buscamos!

 

 

 

 

 

 

 

Cuando vi mi primer murciélago

era como vos, la semilla de otra semilla

el encanto de una flor naranja

los murciélagos son ángeles fruteros

soy pastor de murciélagos

y en las galerías de la noche los oigo dormir

ya les pedí de rodillas

y aceptaron gustosos

buscarte en el corazón de las manzanas.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si sos un murciélago?

¿Si se mancha tu radar de fruta fresca?

¿Si sabés la dirección de los naranjos

y de los tigres con sus cabezotas llenas de azahares?

¿Y del amor entre tus alas de insecto?

¿Si en la caída del sol está tu vida?

¿Siempre tu vida lunar

atestada de peligros?

 

 

 

 

 

 

 

Anoche me visitaron los murciélagos

traían mandarinas y flores

están tristes

dicen que la colonia está enferma

sabés

sobre los campos pasan aviones

plateados

y rojos

aviones

los aviones arrojan la peste sobre los campos

y el murciélago frutero muere.

Y con el murciélago el fruto, el árbol.

 


Hoy en la colonia había murmullo, inquietud. 

 

 

 

 

 

 

 

Todos los hombres y las mujeres

me temen

dicen que te busco demasiado

pero si te pisan me muero

yo alfombré la casa con papel de arroz

para que vinieras

te vi saltar 

y hacerte grande

sentarte a mi mesa

comer de mi mano

y escuché tu voz como el rumor en las colonias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


jueves, 26 de diciembre de 2013

Marcelo Dughetti





Marcelo Dughetti (Córdoba), Sioux, Pan Comido, 2013.














la araña tomó
un aro de sauce, el de mayor edad
plumas
pelo de caballo


cuentas y ofrendas


y empezó a tejer


 

soy
un
sioux


 

en la llanura avasallada por la nieve
los árboles semejan miles de hombres blancos


pidiendo piedad


 

qué no daría en la bella sombra del fuego
sobre mis sandalias
para ver quemarse los piojos de sus cabelleras
ahora mías como sus almas


pero mi caballo ha sido descubierto
mi caballo muerto


dice mi nación
que cuando se descubre
que un caballo está muerto
no hay más que desmontar


la araña sigue trabajando su tela
trenza cada pluma, cada cuenta, cada ofrenda al sauce congelado
luego me habla
de los sueños de un pueblo que perdió a su líder


yo pienso en todas las guerras que vendrán


en mi caballo muerto


en la vieja voz de la araña
en el hacha de mis hermanos
partiendo el hielo que quiso congelar el río










madre,
no has dejado
que en tu puerta
mi caballo bebiera


está muerto
me dices


es un caballo solo y estremecido por su visión
inolvidable
cuando mueras sabrás lo que vio mientras vivías
y querrás volver a ese día
a este punto
donde el sioux te pide agua para su animal


y derramas sal en sus heridas









la madre que buscamos
caballo muerto
es una madre
hermosa
ángel del desierto blanco


habita un palmar y está dispuesta a recibirnos
a darnos luz por una noche
a ofrecerte ese cubo lleno de estrellas
a besar tus ojos y llamarte hermano
la madre que buscamos no es el vientre negro que avergonzó mi  

                                                                                        existencia

es la que trepa a su telaraña


y teje encantada la artesanía final


sobre la rama del sauce congelado