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miércoles, 20 de octubre de 2021

Eleonora Diez


 
Eleonora Diez
(Buenos Aires, 1976)

Aguas negras, Córdoba, Alción, 2017.


















De aguas negras

            Agua, agua por todas partes, pero ni una gota para beber.

                                                               Samuel Taylor Coleridge


Sirena
que baila en el aire
           y lo penetra
etrella de mar
que repta en una lágrima
          pero ríe
piraña
que muerde las cartas del tiempo
          y sangra.

Soy todas.

Quieta por miedo a sentir
          olas en mi respiración
             arena en la boca
                caracoles incrustados en mis pies.

Hasta cuándo 
la presión del océano.

Hasta cuándo
tosas en una.









Nacimiento de un poema

El poema nace 
en el río

nada aguas abajo
se arremolina
sale a la superficie

y toca tierra

pero la realidad
lo hace volver al cauce

el río sin poema
no quiere correr.









A imagen y semejanza

Todos encontramos
diferentes formas en las nubes

todos somos iguales
en ese pequeño acto de creación.









En contexto

Una planta carnívora en la selva
no es más
que una planta carnívora en la selva
una planta carnívora en este poema

es una advertencia.









Brotar sonora

Debajo del ciruelo
tiembla mi voz

quiero brotar
en el único espacio libre
de siembra

recoger los silencios
ponerlos al sol

y esperar que se desvanezcan.









Renuncia

¿Pueden las hormigas
detener su marcha?
¿Liberadas de todo peso
desviarse del camino?

si así fuera
me gustaría
alguna vez
parecerme a ellas

imperceptible
elegir un surco distinto
sin hojas sobre el lomo
que me condenen
al trabajo forzado
de perdurar.













lunes, 2 de agosto de 2021

Juliana Bonacci

 

Juliana Bonacci
(Camilo Aldao, 1976)

Herbario, Córdoba, Dínamo poético, 2017.

Envío de Marcelo Dughetti.












Uno

De niña quería saber
cómo iba a ser mi amado.
Una noche, antes de dormir
tomé una ramita de abedul
la até a mis cabellos con una cinta rosada
y acaricié mis párpados con aceite de lavanda.

Recité:

"Colores silvestres que tiñen
el río soleado de ardores
develen mis dudas
y anuncien pasiones".

Al despertar solo supe cuál era
el color de las orillas
cuando engendran una partida.



"Quien sueña con el Betula pendula protege su hogar contra las penas. Algunos místicos sostienen que la presencia de dicho árbol está indicada para mejorar las depresiones. En un tiempo otro, era conocido por muchos que las cunas que estaban hechas con su madera resguardaban a los infantes y por pocos, que las escobas de brujas se hacían con sus ramas".  








Dos

Busco plantas sagradas
en las que veo cada día.
Hojitas de albahaca
ramitas de helecho y
flores de hibisco.
Dejo que se sequen y tomo
solo una cucharada de cada una
para hacer una tinta con la que
escribo el poema que recorre
mis nervaduras y llega
al margen del sentido.



Llevo conmigo un manojo de  hojas de Ocimum basilicum para atraer la riqueza, metafísica, claro. Después de la tercera noche en duermevela preparo un bebedizo con esas hojas para poder descansar. Cuando lo logro, sueño que camino por jardines con pérgolas cubiertas por una filigrana verde opaco de rizomáticos Pteridium aquilinum y refrescantes. Hibiscus sabdariffa. Atardece y acompaño a cada cáliz azucarado en su caída. A la mañana despierto llena de capullos.








Cinco

Anís estrellado contra mi corazón.
La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente.



Estoy de viaje. Llueve. Lentamente. Y se derraman las connotaciones. Es el apogeo de la primavera y los brotes relucen. De alguna manera siento como si estuviera en casa. No voy de paseo porque prometí recoger las semillas de Illicium vertum, que abre sus flores en esta estación. Ellas ofrecen la esencia para un poderoso remedio. Beber su infusión a diario aumenta la clarividencia y permite percibir acontecimientos futuros. Aunque esta vez creo intuir el pulso de las cosas.








Quince

La higuera ya no está
pero impregna mis recuerdos.
En el lenguaje de las plantas
significa penuria.
Ese detalle pudo haber pasado inadvertido
con la misma sencillez
con la que pudo haber calado
en el inconsciente familiar
como una profecía.



Antonia venía a buscar hojas de Ficus carica para practicar un método adivinatorio. Escribía una pregunta sobre una de ellas y, si esta no se secaba inmediatamente, era de mal augurio. Ubicada en un sector umbrío de la casa su existencia no se desvió de la zona de los misterios. Con el tiempo pude ver cómo agonizaban sus ramas, cómo sus frutos se atestaban de insectos, cómo se volvía gris, porosa. Todavía recuerdo con pavor una hoja verde con la que no me animé a dialogar.








Veintiocho

Las flores solitarias, hipnóticas de la pasionaria
¿qué esconden entre sus pétalos?
Hasta ella llegan atraídos por sus nectarios
pequeños visitantes que bailan
una danza adivinatoria
descubren que sus hojas irán
a una colección caprichosa.
La dulzura es un señuelo
y
la muerte la ignorancia
de todas las criaturas.



El Mburucuyá es una planta que, según la botánica oculta, sirve para infundir paz y armonía, como también para vehiculizar intenciones mágicas para el desarrollo de las amistades. Los primeros habitantes del Abya Ayala usaban su raíz para elaborar cataplasmas con las que trataban quemaduras, heridas e inflamaciones. 














martes, 15 de agosto de 2017

Martín Palacio Gamboa




Martín Palacio Gamboa (Montevideo, Uruguay), Psikodalia, Pixel, La Plata, 2017.


Los poemas de este libro aparecen en ladino en su primera versión.

















1

Habib, dizías,
ávlame a mí i ke seas
tú kien avle, non il avla.
Non ese otro túmulo ke s'eskarva
entre las falitas desta gran tiniebla,
non il grumo ferbido in pesgadumbre.
Habib,  dizías, sé esa erransia
di kien konverje agazapándose
–ospitalario– in la yanúra
blanka di la palavra última. La mía.
La tulya.
La muestra.


**

Amor, decías,
háblame a mí y que seas
tú quien hable, no el habla.
No esa otra tumba que se escarba
entre el escombro de esta gran tiniebla,
no el grumo hervido en pesadumbre.
Amor, decías, sé esa errancia
de quien converge agazapándose
–hospitalario– en la llanura
blanca de la palabra última. La mía.
La tuya.
La nuestra.













3

Las calejas di Safed te disbodravan, 
áma igual foste
aya a furgar le yografia, il áljebra dil nombre,
ese metal pezgado ke kae i se eskurre
sovre il ladrilyo i la reja di sus cazas.
Akí ya sabemos
lo ke ai ke saber.
Kada akto de presensia stá mediado
–infinitamente– i sólo ansina il vino
seerá sangre i la sangre, tera. 
Por eso in Montevideo 
–o Buenos Aires–, Safed
persiste in su disbodre i fiestamos
–afilo ahuéra il áyre,
los bazos rotos,
il rayyo–.


**


Las calles de Safed te desbordaban, 
pero igual fuiste
allí a hurgar la geografía de un retorno, el nombre,
ese metal pesado que cae y se escurre
sobre el ladrillo y la reja de sus casas.
Aquí ya sabemos
lo que hay que saber.
Cada acto de presencia está mediado
–infinitamente– y sólo así el vino
será sangre y la sangre, tierra. 
Por eso en Montevideo 
–o Buenos Aires–, Safed
persiste en su desborde y festejamos
–aunque afuera el viento,
los vasos rotos,
el rayo–.















7

Maldico il sol
o la luz
por forsar la distansia
–la diferensia–
entre il bindrío i los ibiscos
entre mi bientre i tus mushos
entre il pasilyo i'l kalderum.

Maldico il sol,
i la luz
non ez más ke una ferrujen
akodrando-nos
ke djamás aboltamos dil ganeden
i ke il uno non ez
más uno
ke il d'esta brutal pedaseria.


**


Maldigo el sol
o la luz
por imponer la distancia
–la diferencia–
entre el vidrio y los hibiscos,
entre mi vientre y tus labios,
entre el pasillo y el pavimento.

Maldigo el sol,
y la luz
no es más que una herrumbre
recordándonos
que jamás volvimos del paraíso
y que el uno no es
más uno
que el de esta brutal fragmentación.














18

Non más río Yardam
sino ese trago di petrólio.
Non más grimorio sino un akta
ke rejistre muestra fuga venidera. Un dezierto
sin Yam Suf i sin maná aspera
las ronzas makinarias di la muerte. Ké mos keda
otro ke el seer una riga di direksión variavle,
poner in sháke al kono inverso d´un dios blondo,
su trubya trasendénsia 
in lengua di seníza.


**


No más río Jordán
sino ese trago de petróleo.
No más grimorio sino un acta
que registre nuestra fuga próxima. Un desierto
sin Mar Rojo y sin maná espera
las roncas maquinarias de la muerte. Qué nos queda
sino el ser una línea de dirección variable,
poner en jaque al cono inverso de un dios rubio,
su turbia trascendencia 
en lengua de ceniza.












20

Pasé por los vinnedos.
Me abaxé dil viejo tréno in marcha
i salí a furgar il rastro, lo inóspito d´una foto
entre las lápidas. Non stava
ni el savor dil mate di las sinko
ni akélyos dos o tres temas di Spinetta,
tus sitas di Maimónides,
tu apostilya à un verso di Celan, l'alfajía
ke tezó tu último acorde. Il kaddish
me sale entrekortado. Asta en eso
lyega il olaje, tu propria lengua ekspulsa
non solo tu imaje sino a los ke stuvimos
alguna vez a tu lado. Il korasón
non ez más ke un váye
surkado por flamas d'eksterminio.


**


Pasé por los viñedos.
Bajé del viejo tren en marcha
y salí a hurgar el rastro, lo inhóspito de una foto
entre las lápidas. No estaba
ni el olor del mate de las cinco
ni aquellos dos o tres temas de Spinetta,
tus citas de Maimónides,
tu apunte sobre un verso de Celan, la alfajía
que tensó tu último acorde. El kaddish
me sale entrecortado. Hasta en eso
llega el oleaje, tu propia lengua expulsa
no solo tu memoria sino a los que estuvimos
alguna vez a tu lado. El corazón
no es más que un valle
surcado por llamas de exterminio.



































lunes, 14 de agosto de 2017

Alejandro Schmidt



Alejandro Schmidt (Córdoba), Nombrar, Caleta Olivia, Buenos Aires, 2017.






















A los veinte

  
en la temprana oscuridad
vi de pronto al amigo
apoyado al lado de la puerta
de su casa

yo iba en bici
no se adónde
o al abrazo
al borde
de este mundo

Jorge
¿en qué pensabas?
casi no levantaste la mano
al saludarme

vos
que no conocías la tristeza
ni escuchabas la cascada
– hoy cercana –
del tiempo

ni un ratito
 me pude quedar
iba apurado
corría
otra vez
a preguntar
por el corazón que nos comimos

a los veinte.












Envío a Irene Gruss


esa mujer que me ayudó en el Correo
a guardar en un pack
los poemas de Irene Gruss
hizo más por mí
que mi madre, los reyes
y algunos poetas de la patria

con eficiencia y pudor
la caja fue cerrada

los poemas de Irene
confío
llegarán a su casa

esos versos describen
la soga
preguntan
acerca de lo que uno tuvo y amó

al igual que esta peregrina del Correo
Irene
es una desconocida
para mí

mujer
casi no miré tu rostro
sólo estuve atento
a esas manos
gastadas
y felices.












escribía víctor f. a. redondo


todo poema es una carta de amor…/
todo poema de amor es una carta…/
todo poema es una carta…/ *


él era joven
todo lo que importaba
era joven

las palabras
amar
la poesía

eran jóvenes

si lo pienso
la palabra joven
también era joven

inmediatamente aludimos
al tiempo, los muertos, los sobresaltos del fracaso
la nostalgia es un asunto de señoras
la  grosería del hoy, música de canallas

romanticismo
último reino

qué gritaban en el ‘85
al-fon-sín
al-fon-sín

Víctor, por Juan B. Justo
tomabas mate arriba de una escalera

eras joven
éramos

si el ángel traga mística humana
primero siente sabor amargo y después dulce
cuando estamos helados es mejor un sol que los abrazos

la adulación deviene peor que el odio

la percepción es el umbral, la interpretación no es la casa

la amistad pacto entre exiliados

en 30 años hablamos dos tres veces
ni falta que hizo

la última vez yo estaba leyendo acerca de los zodiacos impresos en Washington
y te conté que la poesía provenía de una estrella verde bautizada
wondertower

dijiste estás más tranquilo

el balcón se podría de humedad como la noche

ya no escribo cartas

el Todo es una mueca de lo Otro.


* Desvaríos-Circe, cuaderno de trabajo 1979-1984,
Víctor F. A. Redondo, Ediciones Último Reino, 1985.













toda la filosofía del mundo



en el certificado de pompas fúnebres
mi hermana Sissí
figura bajo el nombre de Angela

hace días
en su recreo de morfina dijo
iría a comer un asado a La Falda

comentan que allí
irradiarán su ceniza

en el crematorio
un cartel
prohibido apoyarse en las paredes

tardamos poco en llegar
menos en volver

su exmarido hablaba de negocios
de autos

soplaba la luz entre
esos campitos que bordan las ciudades

antes de que conversáramos por última vez
contemplé largamente el dibujo de su huesos

le dí un beso en la sien
abriendo los ojos preguntó
ya te vas?

nombres cambiados, ceniza
intemperie sin nobleza

para qué necesitamos toda la filosofía del mundo.























domingo, 13 de agosto de 2017

Cecilia Figueredo



Cecilia Figueredo (Entre Ríos), De ahora en más, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2017.






























Empatía


A Mariano López

Muchas estrellas caían
en las noches desveladas
de Paso de la Lana.
Caían a intervalos
imposibles de medir como sabemos.
Iban cayendo, sin embargo,
con la frecuencia exacta
para que pudiéramos pedir un deseo
y tuviéramos tiempo
para pensar en el siguiente.













Marea baja

Todas las cosas
tenían cara
de sala de espera
y sin embargo
hubo unos jazmines
entre hojas desordenadas
verdes y pequeñas
que me miraron.












Entre líneas

Capas,
debajo de otras capas
de papel biblia.
Ruido de papeles que se rozan.
Capas infinitas,
superpuestas.
Hay una trama de finas líneas
imperfectas, horizontales,
que hacen sombra unas sobre otras.
Podemos mover los sedimentos,
develar,
buscar más abajo,
adonde se concentra el color.
Dejar que cada hoja
se vea a trasluz
y que suene
con el movimiento natural
del viento que recibe.












Leve caída de párpados.
No como la lluvia inesperada,
no como los vientos estivales,
no como la permanencia de tu voz
en una palabra de un poema
que decidís leer.
Leve caída,
como el universo
cuando se ordena perfecto
y no lo podemos creer.












Un rayo de luz

Debajo de la sombra verde
de esta mañana puedo pensar
en tu voz cuando me dice
que el amor se diversifica
como nunca habías imaginado.
Se refracta innumerables veces
como la luz que atraviesa estas ramas
y se disemina a nuestro alrededor.
Ahora sólo se me ocurre pensar
que una mano sobre una mejilla
es suficiente para tanta profundidad.
Y frente a eso cualquier argumento
se desvanece. Saber que el amor es sólo
un rayo de luz capaz de atravesar
la copa de un árbol frondoso.