miércoles, 23 de marzo de 2016

Luciana Reif



Luciana Reif (Avellaneda, Buenos Aires), Entrada en calor, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2016.























Amén

En Cali
conocí a una mujer
que tenía la habilidad de rezar
con una sola mano.
Para sentirse más cerca de
dios
le bastaba con hundir sus dedos
bien profundo debajo de su falda.
Rezaba de día
rezaba de noche
en el nombre del padre
del hijo y del espíritu santo.
Amén.










1

Desde que nos separamos
perdí la costumbre de descolgar la ropa
cada vez que llueve
dejo que el agua pase con fuerza
que la vida se asiente de nuevo sobre las cosas
ya no limpio el polvo que se junta
sobre la superficie de los muebles
abro las ventanas para que el aire entre y se quede
vibrando en el ambiente.
Creo que todo lo nuevo oficia de despedida,
por eso cada tanto dejo que un chico
me agarre de la mano y me bese.










Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
le pregunte a su abuela si la puede peinar,
cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá
y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo
hasta las puntas, desenrede lo que es necesario
desenredar, se detenga con cuidado en los nudos
más enmarañados y despacio los desarme para que vuelvan
con el resto del cabello a caer en línea recta;
yo me preguntaré si son estas las raíces que nos unirán
al suelo materno, el pelo lacio y elástico
de todas las mujeres de mi familia.
Yo también peinaba a mi abuela: mientras ella tomaba mates
 en el living de casa, me subía a una banqueta con el cepillo
para alcanzar a jugar con su pelo.
Hacía y deshacía a mi antojo, trenzas de princesas guerreras,
amazonas enormes capaces de dar la vida por los suyos,
colas de caballos indomables que cuidan a sus potrillos
pero les enseñan también a galopar lejos
del potrero que les dio alimento.










Caza una mariposa al vuelo

Caza una mariposa al vuelo
y se la guarda en el bolsillo de su uniforme
mientras corre a esconderse
en la esquina de casa, porque hoy tampoco
quiere ir a la escuela.
Es mi hermano del medio y se llama Lautaro
yo lo admiro por todo aquello
en que no me le parezco.
Él no habla con nadie y aunque mamá lo obligue
no quiere ir a los campamentos del colegio.
Siempre pienso que su mundo interior
es tan grande como el barrio en donde vivimos.
Pero para su mundo exterior, le alcanza
con sus libros y su cuarto.