jueves, 16 de junio de 2016

Maricel Santin



Maricel Santin (Lanús, Buenos Aires), Historia clínica, Ediciones del Dock, 2016.


















I

Esa navidad
cayeron los cubiertos.
Los tuyos primero.
Después
la abuela se puso de pie
y tiró del mantel
los restos de la fiesta.

Retumba la noche
en que la familia entera
vio caer
a su hombre más grande.














III

Siguieron los días
confundiendo
a la esposa con su madre
a las dos con la enfermera.
Tardes largas sin saber
qué mirada
sostenía el silencio.

No te vayas no me mires
¡Abajo las persianas!
No me dejen solo
que sin luz se escuchan
hasta los pensamientos.
Dios mío, ¿qué me pasa?
esa señora no quiere
que me vea en un espejo












VII

Antes la abuela repartía los regalos
sentada en el suelo
decía los nombres en voz alta,
cada uno buscaba lo suyo
éramos chicos y no pensábamos
quién habría hecho el gasto.
Antes el abuelo
desde la cabecera
miraba a las mujeres cocinando,
sirviendo las porciones.
Tenía el cuchillo más grande
filosa la mirada
y la última palabra
en cualquier conversación.

Ahora el abuelo duerme,
la abuela en cualquier silla y no le importa
que todos
nos movamos con comida,
los hombres quieren
ocupar la cabecera
compiten en silencio
pero pierden
cuando ayudan a su esposa
a traer una bandeja,
hablamos cualquier tema
que no sea de política
no nos podemos dar el lujo
de pelear entre nosotros
y dejar sola a la abuela
justo en navidad.












Mis abuelos
llenaban la frutera con remedios,
adornaban así el centro de la mesa.
Ahora mi papá pone las cajitas
al lado de su plato cuando come,
antes de sentarse las busca
y las apila.
La otra abuela hizo prometer
que no iban a operarla,
incluso moribunda escupía las pastillas.
Mi mamá lloraba
pegando pataditas en el piso,
no quería más
el remedio para la tristeza.
Si algo me duele
yo compro lo que dice la receta,
lo guardo un tiempo
y no lo tomo
por el miedo.