El cielo está muy alto, ma
I
Tanto, que ni una nube alcanzo a ver.
No tengo tus ojos. No tengo
tu corazón. Cargo con la idea
de una mañana limpia e impura.
Dejame leerte esto mientras dure
desmoronándose como un cerro
el pastón frente a tus ojos
y todavía quede un día bello por vivir.
II
Como entonces: tu mano sosteniendo
la mía frente a una vidriera
de televisores empañada por el frío;
tratando de distinguir las noticias
de un país en ruinas. Tratando de llamarme
en tu voz de 25 años. Nuestra vida
se parece a esa vidriera. ¿Quién pudo mirar
en tu corazón? Papá no. Yo no.
Hermanos no. Un gorrión.
Es lo único que te da miedo.
III
Hay telarañas en mis ojos. Telarañas
negras como dos taperas incendiadas.
Llikas, decís en quichua. Ahora
que se está muriendo, ahora
que lo están matando y no es lo único
que se va a morir. Tuvimos un circo:
Una colcha agujereada
por donde respiraban nuestras bestias.
Se puede ser feliz
con un palo y un trapo viejo, ma.
Y vos podés ser tan hermosa
como una casilla coronada de estrellas.
A la muerte de un albañil
Que no venga el diablo a meter la cuchara
ahora que tu frente
suelta una plomada muy oscura
y clava tu sombra sobre el humus
justo donde tu mujer te está llorando.
Te evoco entre estos raros
apodos nuevos para decirte
que tenías razón:
tu papagayo americano trabaja solo.
No más margaritas
a la mezcladora de cemento. Hacer algo
en la vida, es cavar un pozo.
Nuestro propio pozo. Y aún así
silbar arriba de un andamio.
De chico dibujé la lluvia
Con un lápiz roto
y sin punta. ¿Quién podría
decir que fue un día de sol
o nublado? ¿Si apreté
el puño contra la hoja
por felicidad, odio o penitencia?
Eso que parece un rayo
sobre el árbol ¿por qué no puede
ser un pájaro?
¿Por qué no puede
ser mi nombre? ¿Quién dice?
Despierto entre todas las cosas
Como único poseedor de nada.
Compro el pan, me agarra la noche
y ceno lo que traía para el almuerzo.
Es cuando la casa huele a naranjales
la tele le yerra con el tiempo
y salgo a juntar agua en los nudillos.
Dicen que es fácil pegarle a alguien.
Lo difícil es darle piñas al aire
y que la lluvia me deje
tus dedos en la cara. Dicen que utopía
es en ningún lugar. Pero acá,
por encima del tapial parado
sobre un banco de niebla espero
ver subir al sol entre las casuarinas.
Escucho
I
Escucho a mi hija
buscar una galletita
y el roce
de su mano en el paquete
se confunde con la lluvia.
Los vecinos se olvidan
de cortar el tanque.
¿Aprovechan para llorar
o para desnudarse?
¿O es para que no deje de llover nunca?
Mi hija busca otra galletita
y es como si quebrara leñitas.
Como si ardiera de nuevo
lejana en su fuego
toda mi ceniza.
II
Escucho a mi viejo decir:
Ojalá que no se largue, hijo.
Entonces me doy cuenta
que no es mi viejo. Él nunca
me diría hijo. Ni yo papá.
Nuestro lenguaje nunca pasó
por reafirmar lazos de sangre.
Tampoco cosas u objetos;
sino por decir de una manera
lo que todos saben de otra.
Ese procedimiento sí
me resulta familiar. Me acerca a su voz.
No esta lluvia. La lluvia
puede ser lluvia.
Camino a la obra del country
La espesa niebla que nos cubre
está en su etapa de acumulación primaria.
La chata avanza. Desde temprano
a lo lejos se escucha
un rodar de acero entre los bastos
verdes de la gendarmería.
Abrimos las ventanillas
para tocar si llueve y la brisa nos
devuelve
los primeros efectos del terror: Un caballo
en el medio del camino
asoma su mejilla hasta el hueco de mi mano;
si no estuviera en relación con el clima
que afuera se respira, diría que forja
la humanidad de la mañana.
La chata avanza sobre las marcas blancas de
la ruta.
Una, dos, tres. La niebla siempre
puede ser más espesa.
Cebollas
Ya casi no lloro con la cebolla.
La pico a distancia.
El tiempo me estiró los brazos
como se estiran
dos medias viejas en la soga.
Sin embargo, cada vez que el cuchillo
golpea sobre la tabla, alguien llora
sobre mi hombro. ¿Será, no será?
Me dan ganas
de llamar a mamá para contarle.
Pero es tan tarde y la última vez
que la levanté por estas cosas
el barrio recién se estaba haciendo.
Había tantas estrellas en el cielo
que ella abría las ventanas
y yo al mirarlas me dormía.
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