Alberto Cisnero (Buenos Aires), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes, Barnacle, Buenos Aires, 2015.
I
robé un auto para
trasladarme a las soledades vivientes. no voy 
a decirseló más. esticomitia
trunca. técnicas pretéritas. y son para mí. 
presentes de mi. abandonados
en la noche de los bosques. lejos, muy lejos 
de donde está perdido un
sueño. destellos. a la inocencia promesada. 
lo veo sucederse ante el que
quiera que fui. palabra no hay que admita 
su enmienda o que en si
misma lo restituya. y más allá de la línea tensa 
del horizonte, del mundo en
que viví, para nunca más volver. un mundo 
equivocado. entonces sólo
estaba esperando. tratando de recordar algo 
que era más grande de lo que
parecía desde lejos. servíamos 
las bebidas en vasos de papel, la vida siempre a punto de terminarse. 
que le sea concedido a nuestros anhelos prescindir de esos golpes. 
somos pobres, sin embargo  podemos perder ciertas cosas. 
tenga saludos míos, hermano mío. ¿entonces, éste es el final? 
sí. necesito ayuda y a punto de proferir un grito (quizá ya grité), 
recordando, tratando de recordar algo que era más grande 
de lo que parecía desde lejos. así reduzca el enunciado a mí 
mismo, pervierta, prolifere, invada, cabecee en otro secuestro expreso 
interrumpido en la oscuridad de los campos, secundando confidencias 
(jactancias de un yerro), indigno de verdad y de secreto y de cura 
mediante la palabra, coto reopop o una piedra de elsinor. 
que mascullen por jobi, saciedad y exigencia doméstica los modernos 
bardos parroquiales. los cantorcitos de tracia. los almos. dispense 
lo añada. poiesis no avendrá y es todo el oro. no, no tengo 
ninguna prisa. tampoco por qué explicarle razones. 
se trata de mi cabeza y nada más. así concluye el sueño. 
y bullicio resurge. aquello que es burdo ante el reflejo y evoca 
por tanto la desesperación. no es pa cecearlo en tertulias. 
en el retrovisor mis ojos
pequeños y duros. un silencio apenas. 
mientras  el espacio entre cada
estrella, incuestionablemente, 
desaparece. no te esforcés, nunca nos habíamos visto antes. 
durante un segundo nada sucedió. el motor ya emite su crujido.
que en mi palma pueda leerse, por encima de cualquier verdad 
residió su impostura y por ende, su culpa fue perfecta. el primer 
instrumento a la izquierda
del panel es el velocímetro. sindica 
la velocidad de
desplazamiento del vehículo en kaeme por hora. 
un odómetro totalizador
registra el total de kilómetros 
que ha recorrido el
vehículo. siempre es útil conocer este dato. 
en cualquier momento que
fuese necesario. a cuanto se encuentra 
uno de lo que deserta o
aguarda por uno. lo que ocurra primero. 
el pasaje de lo imposible a
la fe. como al suscribir. sin alzar la mano. 
como en despedidas sin
remisión. o con un chumbo delante 
de cuanto se manifieste en
movimientos o atavíos. obrando solito. 
lo más distante de la
victoria. asedios. y todo eso y más también. 
aunque no se reduce a un
chasquido de dedos, a los huesos 
cargados de esteban, al
pelaje de alguna oscura bestia remota. 
y no hay para qué. sepaló de
antemano. descrea de un motivo, 
la pericia justificante de
cualquier oración. fáciles encandilamientos. 
hablo de lo que pude
retener. compelido por el vino y entre 
dos tapas. un tapiz inmenso sobre folio, animal o tablilla. doblado, 
buscando como aquel escriba que ploraba le fuera dado 
encontrar frases
desconocidas, palabras nuevas en una 
lengua 
pura y  jamás descrita, libres y despojadas de
repetición. 
y no aquellas cuyo
legítimo y sagrado signo ya resultara caduco 
a los antiguos. miles de
años, hermano mío. habitan un reino 
posible entre esos cuatro márgenes. palabras. ponderables todas. 
créame. incluso o particularmente en los libros. en redacciones 
compuestas bajo el efecto de algún narcótico que llegaron a nosotros 
desde regiones alguna vez célebres. patmos, por citar ilusiones 
sectarias. ningún
género de convicciones. un fugaz instante 
de perfecta quietud. no se
regenerarán ni mantendrán su vigencia. 
completan el acto de ponerse
fin nomás. tareas dilatorias, 
delatorias, ológrafas.
dejemé con unas negras cuentas adosadas 
a ritmos macabros. tanguitos
de guitarras. letanías en loor 
de otros imposibles. hoy
tengo todas las cuitas encima. 
cada mañana traté de posar altivo ante el botiquín. empeñado 
en destruir algo. siempre estuve allí. buscando la salvación 
y no encontrándola. sabemos a qué negamos. quien debe 
o deberá a quien sus lutos. y con calma e inexactitud 
no voy a eludir una respuesta cuando me alcance el destino. 
esa ley. caret lege. todo saldrá bien. una escena segunda de un segundo 
acto jamletiano. y el verano ya ha terminado. podría sonreír 
y mirarlo de frente, alberto. parecería de verdad si lo escribiese. 
la respuesta sería visible con la luz encendida. me miraría 
con los ojos y la
certidumbre de un grillo. como usted sabe, los grillos 
se alimentan de la basura.
sé que escribe. he leído, silente, mascando 
coca, algún renglón que
nombra e indica sus propios denuestos. 
sé que escribirá sobre todos
nosotros. robé un auto para trasladarme 
a las soledades vivientes. se diría que traté de justificarme, de
demostrar 
algo, pero no lo logré. tan sólo volvía la cabeza. en el asiento 
lo que necesitaba para vivir. cupo un una valija. y en un peso.
palpaciones en mi costado. la sobaquera. también tengo 
un corazón cerca de ese elemento. aún. contundente. 
¿adónde va ir un peso para que valga dos? un agujero del tamaño 
de un doye polara en el corazón. las peripecias de las palabras
lograran mantenerlo a salvo. todo iba a terminar así: escrito. 
la verdad de la propia fábula y lo que me impidió seguir 
escribiendolé. ignoro qué cosa es un destino literario. 
las tachaduras. qué tachadura precede sin objeto una sílaba 
viva y sepultada con el nombre mismo. desatinos. 
lo rubriqué en alguna esquela a su persona. era dado 
a la observación. es un lúdico modo de guardar silencio. 
y de dibujar los caracteres. idénticos juegos practicaba. farras 
que devienen indigestas. ¿quién es usted? no lo sé. un bien 
de familia. no se pueden vender. las palabras. vendar. 
hablo y callo correctamente, al punto de cometer un error 
tras otro. solía tomar cada frasecita que decía. con los años 
de seguro descubrió oquedades y sinsentidos. o contradicciones, 
su variable higiénica. en lo que haya guardado el nervio. 
aprendí a ser económico con el lenguaje. simplemente 
adecué una falencia. hay veces en que no disponés más 
que de una oportunidad para decir algo. prosigo. conduzco 
a ultra velocidad. en el espejo retrovisor reluce mi saco. gabardina. 
media estación. es el vano regodeo de un fantasma. en horas 
que un hombre comprende qué pugna por salir a la luz. 
y de qué le valdría saberlo. y opta. isla, hijo, perro, nave, amada. 
que de mí se diga: debía una vida. debí dejarle anotado eso también. 
en un margen. gustaba de la frase breve, hermano mío. 
una propensión a ello. conciso, diría. breves estancias, diría usted. 
nos sustraemos los esclavos. se nos nota el pelo. bestias 
del mismo pelo. gustó de los diccionarios. el archipiélago de la gula. 
ya se ha curtido completo. dolor real no habita allí. cenizas ya son, 
que muchacho iracundo me había resultado. los hubiera donado. 
a fundaciones silvestres o ateneos. distingo que hasta incendió el rancho 
en el cual se alojaba con
alguien. palinodia directa. si hay que bailar 
yo también soy payaso. pero
aplausos pretenden los indiscretos. 
en cualquier página escrita
con dignidad y eso es sólo decir 
con los huevos, encontrará
que las historias varían en seudónimos 
o locaciones. el destino, de
haber, es uno. no se apesadumbre. 
cuando apoye la cabeza en la
almohada sabrá si lo que obró 
durante el día podrá ser
contado a otros. no hablo de ejemplos, 
hablo de gracia. una ficción
supone afán por decir con gracia algo 
que ya se ha olvidado.
borroneos. y todavía ando libre. funciona así. 
primero pago y después
elijo. no sé de ninguno que hiciese 
todo lo que se esperara de
él y a veces más. en lo que puede 
uno hace igualmente dos
veces algunas cosas. luego hay que pensarlas. 
y todo no se pudo, hermano
mío. la paz para los que pacen. 
II 
todo no se pudo, hermano mío. me acuerdo. limabas una ballester 
y otras y luego las llevábamos a liniers a mercarlas. y aquella frasecita
dicha en un tugurio en flores, al entrar. cierren todo. ha ingresado 
en la pequeña mitología fraterna. y toda la droga junta en la ciudad. 
en ese departamentito que era un horno ecuatorial. y las noches 
recorriendo la ruta tres. bailantas. de casanova a virrey del pino. 
emborrachate con moderación que tenés tiempo. te veía en el retrovisor 
la sonrisa. un sombrero. dijiste que te ibas a córdoba. y no te vide más.
llamaste hace unos años, estaba en la biblioteca, parecías nervioso. 
todavía ando libre, dijiste, primero pago y después elijo.
un erudito encanecido que acabará sepultado por
volúmenes 
y fichas mira las últimas poblaciones, el
precario género de su vida, 
un acento diacrítico, en el mismo rincón,
esperando que termines 
lo tuyo. sobre esto sabemos muy poco. avanzamos
juntos. 
ya sobrevivimos a demasiadas cosas. empezó sin
que nos 
percatáramos. tampoco sabemos cuándo dará su fin.
leer y estudiar durante equis años de conformidad
con un plan, 
con blandicia de égloga, por usar localismos
arcaicos, 
lo que figura en un mapa y relata su pasado. murmuramos 
un nombre, un mensaje después del tono.
Puede leerse completo con los mismos detalles de la edición en papel en: http://issuu.com/barnacle-book/docs/robeunauto