Jorge Maldonado Vigoroux (Puerto Montt, 1976 / vive en Comodoro Rivadavia)
La frontera es una soga, Río Negro, UNRN, col. La Tejedora, 2020.
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De "La frontera es una soga"
I
Han separado la tierra
del mar
del aire.
El cuerpo del alma
del corazón
de la lengua.
La frontera es una soga
que envuelve mi cuello.
Mi cuello soy yo
y la soga aprieta.
Parado sobre esta patria
macha,
equilibrista inexperto,
me caigo afuera
siempre afuera.
Busco el Sur
como quien busca el
miedo
para que lo abracen.
De "Infancias"
X
Cuando le di la mano a Robert
no sabía
que cuando nació casi se
muere
y que por eso no creció
tanto
y tiene la voz finita.
No sabía que su papá no
recordó su nombre
y entonces improvisó uno
al anotarlo.
No sabía que se
inventaría en un papel
una abuela y ovejas que
cuidar.
No sabía que no quería
hacer la tarea
con el compañero de
banco
que nunca hace nada.
No sabía que quería levantar la nota.
Que cada vez que escribe
su nombre en el margen
de la hoja
se olvida de todo esto
y a veces no.
XI
¿Soñaste alguna vez que
caías?
¿Alguna vez despertaste
un segundo antes de
reventarte
contra el suelo,
agitado,
a salvo?
Para Floreal no fue un
sueño,
a sus quince años
lo tiraron
desde un avión.
No pudo volar
porque lo tiraron atado.
Golpeó su cabeza
contra el agua dura
¡Plaf!
Contra el agua
desde el aire
en el instante después
del que uno se
despierta.
–¡Negrito! –grité para
despertarte,
pero no fue un sueño.
De "Animales"
XIV
Tanto deseé tener alas
y ahora no sé qué hacer
para cortarlas,
vuelven a crecer
como uñas.
Los piojos me lastiman
y sangro
y sin pico con que
escarbar
se han hecho carne
mía.
Por el dolor no puedo mover
las alas
ni sacudirlas.
Desesperado,
subo a la terraza
quince pisos
y salto.
Otra vez planeo la
muerte.
XIX
Se repite el paisaje
una y otra vez.
En el camino hay un animal
incendiándose
una y otra vez.
Doy vuelta la cara y
me tapo los oídos.
La fiera ardiendo sigue buscándome.
No se puede ignorar
lo que el olfato sabe.
Una y otra vez.
Aprieto los ojos,
pero en la nariz
en los oídos
nada termina.
Una y otra vez
ese paisaje animal
apesta
y chilla.
XXIII
El perro muerde la
madera de la puerta
y construye un hueco
para ver a la abuela.
Ella sabe de proezas de
amor
como esa
pero hace frío
y el perro es de afuera.
En el patio apenas hay
lugar
para un ladrido.
La puerta cruje
y un arrebato de viento
la calla
de golpe.
De niña ella vio
cómo el poder
les prohíbe el paso
a quienes abren los
caminos.
Entonces llama al perro
para que entre.
De "Despedida"
XXVII
Es tan difícil poder llevarse la comida a la boca.
Tan difícil.
Las cosas más difíciles son las que no se piensan
como aprender a respirar
o llevarte la comida a la boca.
Cada almuerzo
en que no llegan los familiares.
Cada cena
y además estás atado.
Cada desayuno
y los ojos perdidos
y el ahogo.
Respirar / masticar /
tragar
son tareas difíciles
como atender el teléfono
cuando llaman del
hospital.
XXIX
¿Sabrá el viento traer
algo tuyo?
La noche ya se fue.
Los perros duermen en la
calle
debajo de otro sol.
Nada es lo mismo
aunque esto ya sea
viejo.
El reloj repite las
excusas.
¿Y si el viento no
pudiera traer
algo tuyo?
¿Y si la lluvia solo
fuera
lluvia?
¿A quién más pedirle?
Con lo que pasa en los
sueños
no me alcanza.
Recuerdo tus manos
siempre
tus manos
tan grandes cuando era
chico
tan frágiles antes de
irte.
¿Pienso en el viento
o lo recuerdo?
El viento, como vos,
sabe silbar.
XXXI
Nací de un brote
ardiente
y trasplantado
en la frontera.
No encuentro casa ajena
ni digo cuál es mía.
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