sábado, 29 de abril de 2017

María Malusardi



María Malusardi (CABA), el desvío y el daño, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2017.

















no dejes que el daño sea todo dame para el desvío una cláusula despierta una tentación que roce los espacios y los sangre dame para el daño el desvío de tu impaciencia la luz que tus pestañas han borrado las aguas que arrojan vaguedades los peces que escaman en silencio de negra la espesura del pudor












si la vida fuera lineal yo sería las cenizas de un trompo después del incendio si la vida fuera lo que es (un desacierto una rebelión de lobos en mi boca) caminaría descalza sobre mi propio cuerpo para amarte












lo que me atrae del dolor es que no puedo complacerlo nunca alcanzo su voluntad ni logro denunciarlo agua turbia sobre el mundo nadie puede detenerlo ni sobornarlo lo que me gusta del dolor es su pureza: nada corrompe su compromiso con la vida apretar el nervio hasta reír de espanto y de compasión












la belleza está donde no comprendemos cuando se produce el desvío por qué amamos el daño











es desvío cuando la escritura revolcándose desciende al infierno de los cuerpos es daño cuando la palabra rota descansa en el zócalo del amanecer












cuando el cuerpo se ha trasladado a las palabras y son ellas las que incendian el espacio donde se cruzan sin perderse guiñándose los ojos recalcitrándose y muriendo me encuentro con vos me encuentro con él me arrastro sobre las espinas del lenguaje



































jueves, 27 de abril de 2017

José Ioskyn



José Ioskyn (La Plata), Acerca de un imperio, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2016.






















El grito

Mi vida es simple
me acuesto al sol
entre las espigas
mi padre hace la siega
con el filo de la
guadaña.
Cuando llueve
comemos torta de trigo
y bebemos
el mosto.

Una legión de
soldados del César
me ha arrancado
de casa
como a una espiga
que no quiere salir
de la tierra.
Meses más tarde
me han abandonado
cerca de un río
helado
ahora en las noches
camino sola
he perdido el habla
mi voz ha quedado
dentro de mi cuerpo
y mi grito
no puede salir
aunque destroza
mis oídos.












Música en el Sahara

Mi esposa es negra
mi amante es negro.
En el desierto
cuando un camello
camina hacia atrás
el tiempo se detiene.

Voy hacia la montaña
descanso sobre una piedra
sueño con una habitación azul
y un instrumento con teclas
que hace el sonido de la lluvia
ésa de la que me hablan
los viajeros.












Los caminos del desierto

Dicen que la vida
nació de un grano de arroz
enterrado en el mar.

También dicen
que hay un solo dios
que ha creado todo
con su mano alada.
No puedo creer que sea uno
puesto que los caminos
del desierto son tantos
como uno quiera.

Los dibujos que las estrellas
hacen al marchar por el cielo
el arado, el carro, la osa y la lira
son lejanas y están siempre
en movimiento.
¿no es contradictorio
con su dios uno, solitario,
y eterno?












El poema

Dice Zenón:
el poema que fue escrito
es
y el que no fue escrito
también 
es.

Las palabras
no están dentro
están fuera:
en el pecho inflado del gladiador
o en las velas del barco de guerra.

Pienso en esto mientras escancio
al pie de la vid, muy tranquilo
al tiempo que la emperatriz agoniza
en un lecho de rosas y mármol
ella debe recordar a la eternidad
aún muerta.































martes, 25 de abril de 2017

Hugo Francisco Rivella



Hugo Francisco Rivella (Salta/Córdoba), Endentro de mí y el poema posible, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2016.





















En esa casa

En esa casa hay algo de mí.
La vieja azada seguía al costado de la puerta del jardín,
una que otra vez,
mi padre,
que siempre fue un recuerdo difuso, aporcaba las dalias,
las hortensias.
El verano no podía pasar sin llegar a mi casa.
Las brevas de la higuera maduraban en diciembre, poco antes 
/de que el rumor de los coyuyos aturdiera la siesta.

Aún sigo mirando aquellos días.












Mar y tiempo

El mar dejó sobre la playa una moneda que tiene adentro un barco que se hunde,
y tiene,
rocas de forma indefinida como el tiempo sin límites del hombre.
Se deshuesa en mi cuerpo,
deambula por mis párpados,
sale a hablar del crepúsculo con los viejos marinos
que beben su corazón a cada trago.

Danza en las olas como el sueño de un caballo herido.












El poeta

En lo que escribo estoy apenas nítido,
seducido,
tal vez,
por el espejo de bocas infinitas,
porque amo los jaguares y un niño de arenilla se deshace en el viento.
Escribo porque no tengo miedo de morir,
porque el silencio pesa más que la tierra con todas sus palabras.

¿Quién leerá mis secretos?
¿Qué música celebrará la primavera?

¿A quién le llegará esta manía de mirar por el ojo de la muerte?






















lunes, 24 de abril de 2017

Marina Kohon



Marina Kohon (Bahía Blanca), Un jardín en medio de la nieve, Alción, Córdoba, 2017.





















                        todo eso que callás
te desbordará en la sombra
                            del gesto
irrefrenable como las estaciones
¿serás silueta o centro?
¿del hambre o del deseo?
respirarás tu cicatriz
            en lo invisible
     bajo la pérdida del fuego





témpano
   de un cristal mínimo
             podrías ser
                       si quisieras







pero  sos
luz mineral
que eriza la pérdida
                       y borra los contornos
                 de la piedra fundamental
                           donde me paro
que toma la medida
                 del acantilado
            para reinventarse en mi ojo
y  reforzar el apego






Persisto:
escribo lo real
            desde lo ficticio
para asegurar
                     la eternidad
    de un reino de espuma






preferiría
           que estos dos hemisferios
se declararan la guerra y se ahogaran
                                                   en la grieta
                                      que han cavado
y no esta imagen
de la rama dorada oscilando
               sobre la reja
–espejo de los días–
         esta repetición de un eco
                        erguido
            en el agua más ausente





No temas,
no me fue otorgado
el don de ser valiente:
     enlazo palabras
             y  evito pronunciarlas.






Nada fue dicho:
         todo permanece
                      escindido entre los filos
y  nos desdice de los gestos
            se ríe del juego que
                                      jugamos
           de la inocencia
  con la que me inventé
                         un jardín
               en medio de la nieve






































jueves, 20 de abril de 2017

Laura García del Castaño


Laura García del Castaño (Córdoba), El sueño de Sara Singer, Caleta Olivia, Buenos Aires, 2017.





















La muerte es un film de Woody Allen

Temo a los poemas cerrados como hombres solos
a los mapas de ciudades hundidas o inexistentes
a los perros atados en las fábricas
a los manojos de llaves
a las mujeres que harán de mi su Atolón Bikini
Temo a la palabra huésped
al suspenso de una dicha que se tarda
al rastro del ciego
a los coleccionistas, a los testamentos
Temo al vaivén de los santos en las procesiones
a las ancianas de pelo rojo,
a Cècile, de bonjour tristesse 
a la canción que pusiste el día de nuestra muerte
Pero sobre todas las cosas temo
al asesino
en el sueño recurrente de mi padre,
a su víctima
y a esa parte que quedó
viva para contarlo.












La música del esquimal no viene de la música


porque el dolor del esquimal no tiene habla
Por eso fabrica su tambor con la piel de la morsa
la piel de su estómago

Un animal mudo digiere su pena
Un dolor enquistado en un antiguo depósito ya no 
prosperará

Fabricar un instrumento con la piel de un animal mudo
te asegura el silencio

Este dolor no tenía estómago ni música ni fiebre
Era rabioso, noctámbulo, glaciar
así como un murciélago
Fabricar un instrumento con la piel de un animal rabioso
me aseguró el final.










El río Awash

Al norte de Etiopía en la tribu Afar
una mujer camina quinientos metros hasta el río Awash
para traer veinte litros sobre sus hombros

A simple vista, parece no costarle esfuerzo
Como si antes de cargar todo ese peso
hubiese tenido que vaciar su propia sed.












Cuarto de huéspedes

El cuarto de huéspedes es pequeño y sin llave
ropa vieja, bolsos de viaje
salvo por un cuadro de la tribu Maasái
nada presumiría aquí lo salvaje
dos hombres trepados a un árbol
en medio de la noche
hacen sonar sus dedos
para que un ciervo no identifique su habla
Los chasquidos encajan mejor en la naturaleza
El ciervo nada oye
y es parte de la naturaleza de este cuarto
pequeño y sin llave
prácticamente mudo
si no fuera
por ese viejo placar
que cruje en medio de la caza llamando a sus huéspedes
aunque aquí la noche esté desperdiciada.