Irene Gruss (Buenos Aires), Humo. Antología personal, Ruinas Circulares, 2013.
De Solo de
contralto (Galerna, 1997)
El ruido
Cuando ya me
olvide de estar siempre
a la espera de un
desenfreno,
cuando
tome real cuenta
de que esto conlleva
graves lesiones
cardíacas, el sobresalto,
el timbre que uno
creía
estar esperando,
la velocidad,
el vértigo que
uno creía
desear hasta tal
punto,
recién entonces
el silencio
será como un
útero lleno o una cabeza
llena de algo que
no es conocimiento
o las dos cosas
llenas o vacías
pero al fin el
silencio no aturda, cuando
ya me olvide
de lamer eso con
lo que una
creía llenar
el estómago la cabeza el
útero el oído, o
simplemente el
corazón las manos,
cuando todo o
nada se calme
pero me olvide,
el silencio
vendrá a mí como
un amante
casi perfecto, casi
amado,
mi tolerancia
será finita o infinita,
la entrega será
parcial o
inmediata,
me olvide, cuando
por fin olvide,
el silencio será
tan intercambiable
como cualquier
persona o cosa,
tan insustituible
como cualquier
persona o cosa,
tan irremediable
como la salud,
esa que soporta o
sostiene o sobrevive,
cuando deje, por
fin deje
trabajar a la
memoria como esas máquinas
que una vez
terminado el mundo
siguen funcionando,
autómatas, y
el silencio sea
lo que vibra
alrededor,
lo que se mueve o
ya no se mueve alrededor
de la memoria, lo
que ya
no reacciona ni
sobresalta
ni obtura el
timbre, la sordera, me olvide
de oír
o de esperar el
ruido, el vértigo, eso que
creía era la
acción, la pasión
el encuentro con
algo con alguien que
creía era no era,
cuando
me olvide y me
duerma o
abra los ojos
para descubrir
el sueño o lo que
vi, después de todo,
cuando me canse o
me desvele,
qué será del
silencio
qué será de ese
algo de esa nada,
el factor
constante, alucinado
que habla calla
canta.
De La dicha
(Bajo la luna, 2004)
Y si no es una piedra preciosa…
Y si no es una
piedra preciosa
sino simple
arenilla
guardada a un
costado
del tintero. Y si
no es arenilla
ni zafiro eso que
sale de mí, con pinzas,
como quien quita
una piedra, airecito,
puro airecito
guardado
para no respirar,
sangre y arena
en mi centro
exacto,
late, molesta,
astilla de qué,
más tangible que
lo que no se olvida
o se tiene.
Y si es dicha lo
que he guardado,
el aire que no
pudo salir
duele
en el sitio
del esternón, si
es dicha pura
encerrada
oh pedazo de mí, oh mitad apartada de mí,
si es eso lo que
se quita, por fin
para que ría,
qué alivio tendrá
la dicha afuera,
qué fácil oler
los tilos,
descostillarse,
dejar
secar la tinta.
Lo resaltado pertenece a chico Buarque de Holanda.
De Notas para
una tanza (Gog y Magog, 2012)
El carozo
Y lo que en vano
hice y quise
no cayó a un pozo
ni fue desperdicio; en vano, sí,
por cosa vana,
banal, me digo, juego sólo
de palabra. Antes
bien, más quisiera pero hice y quise
tocar el cielo y
lo he tocado, en vano, en el vano de Su puerta golpeé
y Él me dijo: en
vano tocas ahora lo que no es
todavía, ser o
estar, la ambigüedad
en el nombre y en
lo que no supe ahondar: ah, del carozo,
hincar el diente
hasta romperlo y entonces, sí, subir,
subir lejísimo
allá a lo alto
y conceder
lo que se hizo,
lo que se ha mordido en vano.
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