Jacobo Rauskin (Villarrica, Paraguay), Las manos vacías, Editorial Lisboa, 2013.
4
La resignada mansedumbre
de esta llovizna interminable.
Una camisa apenas gris.
Un hombre gris también celeste.
Mi cuadro copia los colores
de la camisa de un obrero
y de la vida de algún otro.
Ropa simple, vida sencilla.
Ambas a un tiempo se destiñen.
28
¿Dónde estoy? ¿Qué?
¿Quién me mira desde el espejo?
¿Pero por qué me has traído
a este bar de ausentes?
Pídeme un whisky, por favor.
Mejor, que sea doble.
Y sin agua, sin hielo.
Puro, el whisky es lo único puro esta noche.
Los jardines se han perdido,
el mar es un yermo petrolero
y el cielo es hoy un basural de meteoritos.
Hace calor aquí, mucho calor.
Un bar sin aire acondicionado
es un anacronismo alcohólico.
Es como estar sentado frente al piano
con un cigarrillo en los labios.
Ah, ya recuerdo, estamos en el bar de Rick.
Pero es tarde, es muy tarde.
Es hora de cerrar.
Ya se fueron las chicas lindas,
las mayorcitas atractivas,
los aburridos con motivo
y los pesados de costumbre.
La noche se ha marchado,
el alba pisa los talones
a la gente madrugadora.
Y tú, que nada entiendes, lo entiendes todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario