Canto al cuerpo solar, Buenos Aires, Barnacle, 2021.
Canto al sueño I
Afuera quema el sol.
Eterno mediodía sobre el mundo. Eterna la luz
sobre los pájaros que caminan hacia el fuego.
Y en el sueño, hondos mares.
Detrás de estos ojos, las ciénagas,
su flora acuática: Lo que sucede en la quietud.
La sombra de la lluvia ofreciéndome reparo.
Dentro del sueño, otro sueño es la llama:
el objeto y su existencia elemental.
Todo parece sosiego allí,
reducirse al esqueleto de las flores.
Carbonilla que deja el instante.
¿Qué furia del rayo no ingresa
sino con su galope?
No es suave lo que expulsa la carga.
Una tormenta cae porque es aliento,
sigue un curso nuevo, si encuentra cauce.
La lluvia destierra un rayo breve entre sus gotas.
Apenas logra un roce con la carne,
ese temblor original ante el peligro.
Canto a la piedra I
Antes de la quietud
¿qué hubo en este espacio?
¿La nebulosa palabra jamás dicha?
¿El sonido como un núcleo expectante?
¿Su presencia alimentada por el hueco
que cava para no ser?
Antes
las rocas habitaban
un espacio sin memoria.
¿Nadie retenía sus cuerpos contra el espacio,
contra la tierra? ¿Nadie las maldecía?
¿Quién rezaba por ellas?
[...]
Toda piedra es polvo antiguo que nace,
se reafirma y se degrada. Late como un río
que no fluye; se destila, lento, entre tus ojos.
Muele su núcleo hasta la imagen,
hasta invocar un pensamiento.
Fue egoísmo derramar sus cuerpos
lanzarlos como semillas sin resguardo.*
*Coro.
¿Así la piedra talla su filoso ángulo,
para que ciervo o gota se hieran ahí,
donde se bebe un sorbo de vida,
donde el dolor es el astro luminoso
que se aplana sobre el mundo?
También hay rocas flotando en el espacio y no caen
Por ellas, canta lo inmóvil
como un coro sin máscara,
como sueño que aprisiona
un pájaro solar.*
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