jueves, 25 de junio de 2015

Gisela Galimi



Gisela Galimi (Lobos, Buenos Aires/CABA), Memoria de la piedra, Textos Intrusos, Buenos Aires, 2015.























Trasmutación

La piedra tiene memoria
de su estado anterior a roca.
El guano de los pájaros le recuerda
su esencia migratoria.
Muda busca,
honda que la remonte,
hombre que empuñe la honda,
dios, que trace el arco.



 




Piedra

La piedra vive en el lago.
Tranquila vive,
indolora vive.
Agua de pozo el lago
pozo ciego
que no la ve
ni la acuna.
La piedra no es un pez
que pueda desovar en un lago,
necesita la corriente para ser viajera,
necesita un río donde desahogarse.

Un remolino al menos,
de los que ocultan la alegría
del salmo del agua
con intenciones
de flor de arena.







Carta astral

Ella no tiene la culpa
las constelaciones se alinearon pétreas
en su nacimiento.
No tiene la culpa piedra
de la rigidez del miedo.

Sus moléculas rocas
arman coraza
para protegerla.
Pero adentro,
un corazón de lava
le clava
la duda. 







En el altar del sol

En el altar del sol dejé
mi corazón de piedra,
tallado a pura vida
allá en lo alto
como una ofrenda ancestral
que es plegaria:
Que el corazón de carne sepa
seguir el camino,
se acelere la sangre,
busque el aire,
nubecita vuele,
que el cuerpo se le anime,
que el fuego sea
su última morada.








lunes, 22 de junio de 2015

Carlos Dariel




Carlos Dariel (CABA), Bajo el fulgor, El Mono Armado, Buenos Aires, 2015. 



















De la serie: 

Sabi 

La serena soledad.


en el camino
el polvo echa raíces
lágrimas secas



sobre el cristal
los ojos y las gotas
hilan paisajes








De la serie: 
Aware 

El eco del pasado. Tristeza intensa y nostálgica.


triste naranjo
ya no tienen sus ramas
más que una hoja




en la ventana
rastros del temporal
en cuatro gotas







De la serie: 
Wabi 
El reconocimiento de las cosas en su naturalidad.


oigo el sonido
de las hojas de otoño
rumbo al trabajo




anochecer
una sombra en el río 
lame su orilla







De la serie: 
Yugen 

Percepción misteriosa de las cosas. La visión repentina de
algo provoca un estado indescifrable.


baja la niebla
en la copa del árbol
pájaro ausente




sólo una flor
y ante ella se detiene
el pensamiento















sábado, 20 de junio de 2015

Teresa Orbegoso



Teresa Orbegoso (Lima, Perú/Buenos Aires), Mestiza, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2013.
















Está escrito en nuestros muros
con estiércol de caballo de paso
el verso que nosotros recitamos
Para decirlo habrá que atravesar
el túnel secreto del odio
Habrá que saber colocar
la piedra negra sobre la piedra blanca
y a su vez la piedra blanca
sobre la piedra negra
y seguir probando la hora
del que va arriba y del que va abajo
hasta que se vuelvan piojos
piojos que ardan como los números
que no tienen conciencia
Lima
la ciudad que cuando baila
se corta las piernas
la que no puede escapar al insomnio
que le producen las fosas y los restos
los que están descalzos
para ser mordidos por la muerte
los que orinan sobre la vida
los que la estudian pero no la entienden
Llegará el día en que todas sus sombras
la lleven montada sobre los hombros
el día llegará en que ella
se atreva a reconocerlas
y todas juntas abrazarán su cuerpo
y así su cadáver no seguirá muriendo









No soy ninguna otra parte sino aquí

Y eso que era yo
se pronunciaba en mí:

yuyachkani

estarás recordando 









Un sonido en el aire
me levanta

Soy el animal en la penumbra

He perdido mi lengua
Voy por el desierto buscándola

Hablo
y no entiendo

¿Quién ha puesto esta raíz en mi boca?












jueves, 18 de junio de 2015

Alicia Silva Rey



Alicia Silva Rey (Quilmes, Buenos Aires), (circa), Añosluz, Buenos Aires, 2014.



























Los habitantes de la tierra

insensiblemente la habitación se ilumina con una luz solar

aún sombríos, los habitantes de la tierra se dividen en: ascios
(si algún día no tienen sombra), anfiscios
(los que llevan sombra hacia el norte o el sur parte del año y siempre a mediodía),
heteroscios (si van con sombra los mediodías de los 365 días del año),
periscios (ven su sombra dar vuelta entera a su alrededor cada 24 horas,
no sólo a mediodía, tanto como le es dable a un cuerpo, material,
soportar la marcha continua de su sombra)












Movimiento de los planetas

de representarse el Sol por medio de una esfera de 2 metros de diámetro,
Tierra y Venus, del tamaño de una cereza, han de ser ubicadas
a 100 y 150 metros respectivamente del Sol, en tanto la Luna,
una arveja, iría a 50 centímetros de la última cereza, Júpiter
y Saturno –dos balas de cañón de 18 centímetros de diámetro-
deberían ser colocadas a 770 y 1400  mts respectivamente y Neptuno
y Urano, dos naranjas, a una distancia de 3 y 4 centímetros y medio
cada una. Las estrellas, figuradas por globos de diversos tamaños,
deberían hallarse a más de 40 kilómetros en franca dispersión
(distancia La Plata – Buenos Aires); a quienes parten en las noches
de enero, actores de la verdadera forma de la Tierra,
advierto que lo único que deben hacer es no actuar o cederán
a la parodia didáctica -de haber una/realidad y es fácil
que la hubiera, habría un principio organizador, y la parodia,
creo, temprano o tarde devendría escuela de representación,
nunca lengua ( horizonte, vuelo, árbol, contraluz)- 








La Argentina

país más industrial de América del Sur llamado a ser
lo que Estados Unidos es al Norte continental,
es decir, un poder concebido para la enajenación
(a saber agua, tierra, aire)
de la  trama de la vida planetaria y su luz









  

lunes, 15 de junio de 2015

Diego Roel



Diego Roel (Témperley/La Plata, provincia de Buenos Aires), Dice Jonás, El Mono Armado, Buenos Aires, 2015.















Yo, Jonás, hijo de Amitai, pasé tres días y tres noches
en el vientre del gran Pez.
Y vi lo que nadie nombra, lo que nadie quiere ver:
la sangre oscura de la bestia, el líquido amniótico del sueño,
espejos que se duplican y reflejan la permanente fuga de las cosas.

Yo, Jonás, hijo de Amitai, descendí hasta lo profundo de la tierra,
me arrodillé en el útero del mundo,
vi lo que nadie quiere ver.










Cuando llegué al estómago del Pez
vi grandes bosques y montañas,
vi lo que nace debajo del suelo,
lo que late y pugna por salir, lo que respira.

Vi pájaros en pleno vuelo, animales sin cuerpo.

Cuando llegué al estómago del Pez
olvidé mi nombre y el nombre de mis padres.










Pero ¿es verdad lo que dicen?
¿Dejé mis huesos en el cuerpo del cetáceo?
¿Pasé tres días y tres noches en el vientre del silencio?

¿Me arrojaron los hombres al mar,
a la cavidad azul del precipicio?