viernes, 3 de julio de 2015

Mauro Quesada



Mauro Quesada (Haedo, Buenos Aires), Fiebre, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2014.





















el canto de un grillo
corrompe para siempre
esta frágil certidumbre
y ya no hay lluvias ni ritos
que puedan penetrar
en la suave espesura
de estos deseos que queman












la remera de la noche anterior 
que yace hecha un bollo
en el piso 
oliendo a humo
de cigarrillo y a transpiración
nos puede dar
asco
pero también
tener el aroma sorprendente
de las cosas que 
nunca se olvidan















ramos mejía un domingo
a las 10 de la mañana 
gaona desierta
y las panaderías llenas
los únicos
sobrevivientes de la noche son
una pareja besándose en una esquina
un borracho durmiendo
en la puerta de un edificio
y las veredas repletas de bolsas
negras y millones
de botellas

las persianas bajas de los bares
y la claridad furiosa
avisan que al menos por unos días 
todo se terminó


















  

jueves, 2 de julio de 2015

Julián de la Torre




Julián de la Torre (Buenos Aires), La tierra solar, edición de autor, Buenos Aires, 2014.























Ícaro

 Abajo, 
precipitándose sobre leche materna 
dando vueltas sobre sí misma, la tierra, 
abierta como una flor que pende del cielo 
fruto entre las olas, centro del mundo 
y alrededor 
un resplandor de caballo, una explosión 
de soles, un río 
que se extiende más allá de su lecho 
y suelta sus cadenas. 
¿No siento miedo mientras caigo? 
El viento golpea con furia mis alas, 
caeré al océano. 
Antes, alcanzo a preguntar: 
¿A dónde habrá ido tanta tierra?








Arte poética



 
Como el irrumpir de la luz
o una fruta que cae 
por espacios levemente abiertos 
un nombre hay, un aleteo impreciso 
un resonar de objetos 
constante, rodeándome 
buscando otra vez su centro 
mientras pasan, incesantes 
las horas sobre las piedras. 
















lunes, 29 de junio de 2015

Luciana Jazmín Coronado



Luciana Jazmín Coronado (CABA), La insolación, Viajero Insomne, Buenos Aires, 2014.
















Depara

el mar se absorbe
en papel secante
¿quién me lleva?


qué es lo que trae
el revuelo de punto a punto
de casa a ruedas a lugar a extraño a oxígeno


con manos lúcidas
desvalijo en un punto ignorante


traerá
qué me traerá
salir de la colmena









Pertenencia

No se trata de dejar caer, sino de caer con eso que se deja.
El mar se funde en el cuerpo como una pestaña en una foto blanco y negro.
La nada se ofrece como un niño ofrecería un caramelo.
Soy la terminal.








Algo desprovisto

el mar es un telar de invierno en los huesos
las caricias, una placa de jardines viejos


lo nuevo está después del mar:
una selva poderosa
con las hojas en un hilo de recuerdos


tiendo trampas para volver a tocarte:
una esquina
una salida después del oro
un espejo que me herede como esto que soy
algo desprovisto













domingo, 28 de junio de 2015

Ayelen Sol Rives







Ayelén Sol Rives (Quilmes, Buenos Aires), Morada, Ediciones La Biblioteca, col. miliuna, Buenos Aires, 2015.






















De Infancia Natura


V

¿Qué hago yo?
Silencio en el campo si el viento no sopla.
Miro esas flores blandas y sus raicillas,
pruebo el pasto duro de comer,
rasco la corteza del sauce llorón y su savia resinosa se pega a mi piel.
Yo no estoy hecha del mismo material.
Ellas tienen su razón de ser:
las vacas se alimentan del pasto y de las flores,
nosotros comemos nuestras vacas.
El color de la mañana, ellas lo dictan;
después de la nieve también florecen.
¿Qué hago yo?
Me acomodo sobre las hierbas tiernas
que desbordan entre las piernas y el arroyo.
Abrazada a las rodillas, evito mirar el valle poblado
que se abre al otro lado del agua.
¿De qué estoy hecha?
Un agujero en el estómago.







De Lengua


Paseo

se conserva la memoria
como una piedra color rojo o gris,
que se levanta del camino pedregoso
y se guarda en el bolsillo.





Salina

                                                                                               y callo...
                     porque estoy pensando en los trenes de carga
                                   que pasan de noche por la Gran Salina
                                                                  Ricardo Zelarayán




La totalidad del mundo
la vida entera y sus variantes
se convierten en un enorme salitral
vacío y blanco, imperfecto y
brillante en su complejidad.
No lo resisto.
Como si en el plan este de andar
por el salitral
pudiera,
al quebrarse todo,
huir por la puerta del fondo.








De Terránea



Morada

Juntaba caballos en el monte,
los metía en mi canasta,
vainas de tres hijos
dulces y amargos.
juntaba para la molienda
y para los potrillo,
juntaba para hacer café y harina
para las noches de no dormir.
Juntaba tiempo muerto,
semillas de cada vaina
para hacerme un collar
y colgarlo por días
de mis pestañas.
juntaba palabras bajo el molle
pero no las escribía.
arándano, amaranto, aguaribay.
Sigo sin poderlas nombrar
ni llenar la canasta con ellas:
monte, anzuelo, sauce
con un banco debajo para el llanto.
Caían pero no las recogía:
moras, salvia, menta, papel de quemar.
la sombra no es estúpida,
me interesa seguir juntando
piedras para el molino.
Y en una tarde crear 10 bollos de pan
y ni una palabra
pero no sentir el cansancio,
no sentir los huesos moliéndose,
no sentir las vainas que caen del algarrobal.
No hay palabra que nombre:
algarroba, sauco, morada.


















jueves, 25 de junio de 2015

Gisela Galimi



Gisela Galimi (Lobos, Buenos Aires/CABA), Memoria de la piedra, Textos Intrusos, Buenos Aires, 2015.























Trasmutación

La piedra tiene memoria
de su estado anterior a roca.
El guano de los pájaros le recuerda
su esencia migratoria.
Muda busca,
honda que la remonte,
hombre que empuñe la honda,
dios, que trace el arco.



 




Piedra

La piedra vive en el lago.
Tranquila vive,
indolora vive.
Agua de pozo el lago
pozo ciego
que no la ve
ni la acuna.
La piedra no es un pez
que pueda desovar en un lago,
necesita la corriente para ser viajera,
necesita un río donde desahogarse.

Un remolino al menos,
de los que ocultan la alegría
del salmo del agua
con intenciones
de flor de arena.







Carta astral

Ella no tiene la culpa
las constelaciones se alinearon pétreas
en su nacimiento.
No tiene la culpa piedra
de la rigidez del miedo.

Sus moléculas rocas
arman coraza
para protegerla.
Pero adentro,
un corazón de lava
le clava
la duda. 







En el altar del sol

En el altar del sol dejé
mi corazón de piedra,
tallado a pura vida
allá en lo alto
como una ofrenda ancestral
que es plegaria:
Que el corazón de carne sepa
seguir el camino,
se acelere la sangre,
busque el aire,
nubecita vuele,
que el cuerpo se le anime,
que el fuego sea
su última morada.