martes, 17 de noviembre de 2015

Florencia Fragasso



Florencia Fragasso (CABA), Superpoderes, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.




















Formación

En la semana 24 de gestación 
se forman las papilas gustativas: 
una especie de capullo violáceo y carnoso 
que clasifica lo dulce sin rodeos 
de un latigazo sanguinoliento

Hay algo que después será una lengua 
viva entre cavidades 
apurada por asimilar o descartar 
un tono propio

¿cómo se forma el gusto 
sin ojos que ven 
sin boca que dice y se escucha 
en el eco 
de bocas ajenas?

¿Cómo pueden, quién puede 
saber cómo se forma el gusto?

Globulitos violetas que en estos días 
surgen de la nada en su cuerpo que a su vez 
brota en el mío,
denle una voz propia que pueda llevar por la vida 
por favor 
denle un tono 
un matiz











Granizo

Los crímenes de Jack el destripador 
sólo fueron posibles de noche 
bajo el amparo del manto negro 
que atrapa la identidad de un peluquero
de manos como sogas 
y lo transforma en el obstetra 
de la reina Victoria

Pero la noche inglesa rima con la luz 
y en el célebre barrio de White Chapel
convive una capilla protestante
                         –para ascender a Dios humildemente–
con el glamour del talco hecho nevisca 
espolvoreado en la noche londinense

Entre las víctimas de la lista –Anne, Emma, 
dos Elizabeth, varias Mary–
hay dos Torsos Femeninos, 
ninguna violada todas mutiladas 
extraídos los órganos con cierto tipo de estilete 
tajeada la garganta 

un cordón rojo se abre paso en la nieve

Un Torso Femenino brilla de escarcha 
en la noche de hace un siglo, 
acá graniza en plena tarde; 
desde una ventana de hospital en el barrio de Once 
cierro los ojos con un deseo que se vuelve rezo: 
ojalá nevara de verdad











Chicos chicos

El coro de advertencias repite:
ya vas a extrañar esto 
es una etapa que pasa volando, disfrutala

Se refieren a este momento de mi vida en el cual, 
como de costumbre, 
todo parece escaparse antes de terminar, 
en el que voy y vengo de la cocina al living
de la cama al baño 
juntando cosas del piso 
y la casa, teatro de operaciones 
se me vuelve tan grande 

ya lo vas a extrañar

Se me enganchan las lanas del pulover 
en los clavos de las cerraduras 
Esto 
de andar corriendo 
escribir a gachas 
en los bordes del día 
los chicos chicos, la plata justa 
lo voy a extrañar

con un café en la mano que se tome de a sorbos 
me inventaré rituales me sentaré a escribir 
por horas o sin horas 
sobre eso que extraño tanto 
y la nostalgia se abra como un desierto de arena 
con pepitas de oro que relumbran 
a veces

















lunes, 16 de noviembre de 2015

Facundo D'Onofrio



Facundo D'Onofrio (CABA), Cada pliegue del cielo, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.

















5

Nunca pensé que el frío
diera tanta dicha.
Un abrazo de invierno puede más
que todo el verano.
El calor es un misterio entre dos personas.


Las plantas no pueden mentir
ni decir la sombra
sin embargo nosotros
no sabemos lo que ocurre
entre ellas y el mundo.


Pienso en cómo se ablanda
un corazón congelado.
Es como robarle un suceso
al pasado y darle
un sentido que no existe.










8


La ciudad es una montaña
de tierra accidentada.
Es un mamotreto
con andamios herrumbrados.


¿No es acaso mejor
la selva
de los cuerpos como son?


Con su gracia primitiva
y su comodidad despojada
de valores intrusos
y de interpretaciones sin piel
que nada dicen
y nada saben
de lo verdadero.











11


Un desierto
o un durazno.
El juego consistía
en elegir.


Nunca elegí el desierto
porque sospechaba
que no podías dármelo.


En cambio el durazno,
el arenoso durazno
era el consuelo
del atardecer.






























sábado, 14 de noviembre de 2015

Roberta Iannamico



Roberta Iannamico (Bahía Blanca/Villa Ventana, Buenos Aires), Qué lindo, Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015.

















De El zorro blanco, el zorro gris, el zorro rojo (1997)



Bicicleta

El pueblo es mío en bicicleta.
Las orejas se tiran para atrás.
Puedo inventar el viento si pedaleo.
Cuando llueve ando más fuerte
y la lluvia me escribe telegramas húmedos.
Me dibuja en el cuerpo un mapa.
Se parece al de mi pueblo
pero es infinitamente mayor.






De Mamushkas (1999)



III

Las mamushkas en las plazas
se pierden en el vaivén de las hamacas
encienden cigarrillos
para disimularse tras el humo
de la calesita
eligen los animales simples.






De Tendal (2000)



Tarde

El color del parque
a las cinco de la tarde
cuando es invierno
hace sospechar
cualquier cosa
tomo mate con mi hija
llamamos a los perros
moviendo los cuatro dedos
de una mano
no hay mejor compañía
todos los perros
se han vuelto
amarillos
se mueven como hojas
vuelan bajísimo
nosotras quisiéramos atarlos de las colas
hacer barriletes
antes de que se enciendan los faroles
y taza taza
cada cual para su casa
viene empujando la noche
no quiero saber
qué sucederá.






De El collar de fideos (2001)



Debajo de los pinos
el caballo de hule
verde
con lunares blancos
tumbado
duerme
la panza hinchada
las agujas del pino caen lentas
lo cubren
ligeramente
del frío.






De Muchos poemas (2008)



Como gepetto

En la panza de la ballena
enciendo una vela para escribir
las costillas son
un arcoiris sin color
un templo
donde escucho
mi propia voz
afuera el mar
baila solo.






De ris-ras (2015)



El pescador

Tiraste la red al mar
con tus amigos
sacabas peces y peces sin parar
peces de plata
se te regalaban
la red era muy pesada
era para compartir
también hubo veces
en que no pescabas nada
o enfrentabas una tempestad
y la calmabas
te dormías acunado por las olas
mirabas las estrellas
te reías de algún chiste
así es la vida
de los pescadores. 






De Nomeolvides (2015)



mientras va pasando el tiempo
en tanto que viento es que nos despeina
siempre que
como el aire nos dejamos llevar
adonde no sabemos
ahora que te miro bien
tenes algo acuático alrededor del iris
hoy que contabas
los hechos de tu vida
yo veía la costa
del mar cuando atardece
el planeta tierra
visto desde lejos






De Animales



Animales pintados

Con un pincel de pelo de camello
pinté un pájaro.
Soplé tres veces al aire
y el pájaro salió volando.
Lo sorprendió el verano:
picoteaba el corazón de todas las frutas.
Con un pincel de pluma de pájaro
pinté un camello.
Di tres golpes en la tierra
y el camello salió andando.
Lo sorprendió el invierno:
nevaba sobre la punta de su joroba.






De Inéditos

me entristecí con todas las palabras
que nombran cosas del hospital
no pude encontrar nada alegre
salvo los moños
rosas y celestes
de la maternidad
abrí la ventana
quisiera que una luz curativa
se posara sobre cada cuerpo
y los fluidos
corran como ríos limpios
pero sí hay algo para amar
en el hospital
los seres humanos
despojados









viernes, 13 de noviembre de 2015

Marta Ortiz






Marta Ortiz (Rosario, Santa Fe), Casa de viento, Alción, Córdoba, 2015.
























Umbral


I

A tientas lo atravieso: umbral de olvido al cascarón desierto.

Grumos escuálidos / arena / en el cuenco de mi mano.

Solfeo de tablillas desmenuzadas:
bajo continuo / debajo de mis pies
a ras de agua /  a ras de pozo.

Sopla un viento lunar dobla / los pasillos de la noche.
Silencio de telaraña.
Hilachas,
la cortina de cretona floreada
piezamaster de mi madre al pedal de la Singer.

Sin parpadeos absorto / en el recorte irregular
–astillas de vidrio esmerilado–
resiste
el rumor sepia del paisaje / hasta secarme los ojos.


II

Nítidas
las florecitas rehílan blanco el patio de ladrillos,
su antigua nevisca de ciruelo en primavera.

Pétalos de cerezo caen: / ¿es belleza o ilusión?*

Cifra de infancia y juventud,
gotea  / el árbol
la breve vía láctea
cubre el piso.


* Saigyo (Kioto, Japón, 1118-1190).










Cruzo descalza la huerta familiar

sube una luz de noche y humo

brillan /tropiezan
mis pies de niña
cacareos
gallinas desveladas
bajo cielo espeso de glicinas.

Vaga solitaria la sombra del sembrador
–la cara enmascarada–
cosecha calabazas
sacude follajes como sábanas

–pero no se puede tocar a los muertos–.

Salta sin embargo una moneda
de su mano a la mía
revive la ruta del deseo:

el palito helado Laponia
hacía agua en mi boca:

la antigua dulzura
disuelve frutillas.









Violeta africana

                                                                    para Cande


Por eso quedó / quedé allí,
en el macetero con flores pintadas

anidando el hueco propicio
entre tus objetos cotidianos
como si no supiese que soy tu más antigua costumbre

–primer recuerdo que de tan próximo se olvida entre los primeros–

y aún así se pierde / me pierdo
en los pliegues de la seda,
mucho antes ceñido el moño a la mujer translúcida
que llevo cosida a mi espalda

piedra lunar
alfa       omega
mi genealogía muerde tu geología

subsumida
respiro tu nuevo hábitat:

el violeta intenso de las flores pequeñas.









Frases desiertas


Dije,
entre otras frases desiertas:
no permitas que tu jardín se seque.

(Recuperar las rositas rococó
la mata de lavandas
los agapantos
el malvón)

Una picardía el abandono:
pasto crecido
hormigas al rayo de sol.

Abrí la canilla
conectada a la manguera

en realidad
yo quería reverdecer tu historia
regar tus manías
tu inapetencia
tu desgano.

Que se escurrieran con el agua.









Dimensiones


Incluso comenté un tópico que afinaba la Física:
las dimensiones
no las cuatro conocidas
otras, por lo menos hay diez,
lo dijo un físico en televisión
invocaba la no menos lúcida teoría de las cuerdas
aunque quizá fueran once dimensiones
no retuve el dato preciso.

Quién sabe
–arriesgué– 
ahora mismo una mujer agoniza
en un cuarto idéntico a éste
a escasos centímetros de tu cama
tu misma cama pero otra,
–aventuremos–
otra dimensión podría caber en el espesor de un papel
de gramaje suficiente, quizá granulado
o en el espacio que ocupa el volumen de un corcho
y cabría allí, comprimido
–tal vez–
el prodigio del universo paralelo
donde una mujer agoniza
y otra a su lado le habla incansable de la física:
existen diez dimensiones,
quién sabe si no once…




























jueves, 12 de noviembre de 2015

Mariana López



Mariana López (CABA), Velorio y velódromo, Vox, Bahía Blanca, 2015.





















1


A veces le digo algo a alguien y escucho el ruido de un trapo que se rompe.
Coincide con alguna frase, como ser: “ayer, al final, les conté de tu enfermedad”.
Entonces escucho el ruido de un trapo que se rompe.
Cuando me peleo con alguien no siento olor a quemado, ni se me pone la cara colorada, pero sí escucho el ruido de un trapo que se rompe.


Hay algo que me va a salir de adentro de la oreja.


Veo mi futuro reflejado en el picaporte de la puerta:
voy a estar leyendo en un bar, pelada.


Para evitarlo tengo que volcar en la cama tendida:


jugo de naranja,


tierra.



En la mesa del bar se cae una maceta,


queda la forma cilíndrica.


Apreté fuerte la tierra, me acordé de mi padre. Todavía latía, o era un terremoto muy suave, de grado bajo, como el que hubo esa vez que decidí no llamarte, y vos tampoco me llamaste, y no nos vimos más.


Cuando vuelan los pájaros arman la forma de otro animal:


seis gorriones arman un rinoceronte y
ocho gorriones arman un león y


mis pulmones son estuches de guitarra.



Es bailarín y tiene cáncer,
me lo contó en la primera cita.
Fue la primera cita más extraña de mi vida,
porque había de esas lucecitas que son como una nieve en los boliches.



Yo quería comprarme un colectivo
y atropellarlo para no tener más problemas.


El tiempo estaba suspendido como una nieve.

Un cáncer inoperable. Fuimos a un bar que ya conocíamos, que tenía todos los bancos de madera: llevamos un destornillador para tallar nuestras iniciales en todas partes. No nos habíamos besado todavía y ya estábamos tallando nuestros nombres en todas partes.




En la estación de las alergias hay que cambiarlo.
En le estación de la sandía hay que cambiarlo.
Cuando el murciélago hiberna hay que cambiarlo.



No hay un sentido,
sólo ese gesto que hacen las telas cuando
las traspasa el viento, que
no es ni un sí ni un no.



Vio a dos mendigos que dormían juntos en un colchón en la calle,
cada uno orientado hacia un lado como la figura de un naipe.



En la estación que en sentido figurado representa la vejez
como la caída, el ocaso,
esa transición entre la vida y la muerte,
hay que cambiarlo.
Entonces pensó “cuando me diagnostiquen las verrugas
me voy a vivir con ellos”.



2


A él sólo le importa mi cara.
Mete mi nariz en su boca,
mete su nariz en mi boca.
Del resto de mi cuerpo, nada.

Hay una fina línea de luz que se ve debajo de la puerta como un párpado.


Estoy sentada esperando a que salgas de la tomografía,


pendiente de lo que sucede al otro lado de la puerta: los pasos, los golpes,
el ruido del tomógrafo


es una pintura.



3


Preguntaste por mi árbol de quinotos
que da frutos
en invierno.