lunes, 2 de noviembre de 2015

Gerardo Curiá



Gerardo Curiá (Buenos Aires), El damero de los sueños, La mariposa y la iguana, Buenos Aires, 2015.























Flor extrema  

Una flor extrema
sólo vive
en lo nocturno de la sombra
y en la primera luz
se enciende
hacia otra flor
 
ceniza de lo imperceptible







El tiempo

El tiempo del fruto
y el de la semilla
se unen
en la tierra del bosque
así
el silencio
se ha convertido en oración










El hornero regresa

Música gris
la hostilidad del viento es un cristal sucio en naranjos
                        y en la gravedad
un hornero regresa
el vuelo se hace noche
                           en la medida del relámpago
se eleva en su cuerpo el aire que trae el agua       
                        no hay más refugio que su propia travesía
se abandona a la inclemencia
                                                alcanza su signo

en sus alas
la intemperie se rinde










Diez pétalos

En el estanque flotan
diez pétalos
Y la primera gota
deshace el peso de la tormenta
que se abre
en una mano de ánfora
en largos dedos
y atrapa
pequeños círculos de aire
que van a caer sobre los pétalos

y la lluvia respira

el arco de agua y aire
se estremece en la pausa
y actúa
sin agotarse










Estado de gracia

Justo antes o justo después,
                                   el intenso sonido de la sombra
y la epidermis de las cosas se revela
oscilación de una hendidura que presagia el accidente
y lo real
llega
          a su estado de gracia












El celeste, la distancia y el gallo

Un aire celeste y casi blanco,
entonces, el espacio madura
                                y se abre,
igual hacen las frutas con su pulpa dulce.

El horizonte es un detalle  gris
                                          que se evapora
en el mismo segundo en el que un gallo rojo
con  pocas plumas negras
se detiene bajo el sol,
                                observa,
                                              y ni siquiera tiene sombra.
Se queda quieto
y el mundo es inmenso, mas
la quietud del gallo
pareciera ubicarse en el centro de toda la distancia.
Ni siquiera parpadea,
en sus ojos, la oscuridad se contradice
y es una imagen permanente de luz
                                                    en la retina.
Instante en que el gallo llega a la hermosura
y es una bestia perpetua
                                    e infinita,
pero el animal
tan completo de vida es atraído por la vida y picotea
un gusano entre los pastos.

Toda la tarde de enero,
todo el calor sobre la pampa.

























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