Obra poética (1978-2018), Vicente López, Editorial Lisboa, 2018.
De Wanaku (2017)
El viento escupe su furia
Ventilamos nuestras almas
colgamos el miedo
por un
instante
secamos la culpa
anudamos nuestro cuerpo
Desabrochamos
los misterios uno a uno
como fantasmas escuálidos
crecimos
en la lumbre
y somos el uno en el cuerpo
del otro
afuera el viento
escupe su furia
en tierra guanaco
Piedra pómez
Me dicen la pómez
desertora de volcánicos fuegos
avisto
la soledad de un páramo
donde las lagartijas se asoman
y las vicuñas trepan
la cresta roja de arenas negras
mis aristas
son coordenadas
que el ulular del viento corroe
me envuelven auroras escarlatas
flamencos migrantes
del Salar de Antofalla
Lorenza Mamaní
(Cordillera de San Buenaventura)
En medio de la nada
Lorenza
trepa la cordillera
es una cabra
tiene pezuñas
un rosario se abre
en las mañanas frías
el humo escapa de su casa
de piedras y retamas
por una ventanita
donde
la cruz del sur
se asoma
En el páramo de San Buenaventura
el salitre forma lagunas
una caravana de aves
desciende
a preparar sus nidos
Lorenza
llega a la orilla
a contemplar
el cielo de flamencos
ella ignora la edad
la ceguera
y sigue andando con sus pies
de cabra
por corrales luminosos
aferrada al canto de una copla
a veces los vecinos de otros pueblos
la cruzan en algún sendero
ellos van en mula
y ella sigue caminando
De Suri, patitas largas (2015)
De repente
se escuchó un bramido
la lluvia caía sin cesar
una llamarada cruzó
como saeta
se incrustó en las nubes
las piedras rodaron sin parar
por el largo cauce del río
el ruido
la creciente
sacudió las sábanas y los amantes
Me dijo que montáramos
y lo hice con el miedo propio
de la primera vez
temblaba a cada paso de la yegua mansa
los aguiluchos
daban vueltas en círculos
en el rojo intenso de la madrugada
llevaba en la alforja
unos binoculares que no usé
porque a esa altura
el ojo de Dios nos pertenece
Cuando el sol traspasa las cumbres
salgo con la leche cálida de mi tazón
a mirar los teru teru
como aquellos días cuando mi padre
atesoraba una pareja
en el fondo de su casa
ellos picotean las migas empapadas
el macho acaricia el cuello de la hembra
que sigue a su lado
y se aleja para devorar una hormiga
escarba la hierba húmeda
y en el tanteo inmoviliza una lombriz
tironea y un hilo fino sale de la tierra
la presa soy yo
en este instante devorada
engullida
tomada de un picotazo
aquí
al pie de la cumbre del Ambato
De Huayrapuca, la madre del viento (2014)
Enredarse en el misterio
creer
que somos para siempre
mientras el adiós se cuece
en palabras que no han de pronunciarse.
El destello
no es más que el reflejo de un deseo.
Noche propicia
para desnudarse
repetir el credo de todos los días
aún
cuando la oración ya no se rece de a dos.
Impiadoso
el amor habitó
entre los sueños
se escurrió por algún costado.
Crecimos
creyéndonos poseedores únicos
hasta que la verdad
llegó extenuada
se sentó a nuestra mesa
y nos alimentó de soledad.
Los de siempre
los que bajan
de los ríos
esperan el anuncio de madre sierpe.
En el séptimo día
Huayrapuca
desató las tempestades
movió las aguas profundas
recorrió los laberínticos
agujeros negros del espacio
predicó con su nombre.
La creadora
esperó ansiosa
la muerte
que nunca aconteció.
De Los señores del Jaguar (2011)
El vaticinio
Vendrán después de la tormenta
anunciada en sollius / libro sagrado
otros hombres cambiarán
el nombre de las cosas
los dioses enmudecerán para siempre.
de Los cánticos de Otmerón
El anciano no ignora
el vaticinio
los dioses vendrán
otra vez
a proteger sus templos
un viento frío
desconocido
en la selva tropical
se propalará de norte a sur
no habrá resquicio para guarecerse
será tal vez
la señal
o el comienzo del caos.
Los secretos de Yllopohac
libro sagrado
revela
el enfriamiento
de la meseta
la muerte de los pájaros
el envenenamiento de los lagos
la implacable sudestada.
Una nube de ceniza
pululará sobre las costas
el mar embravecido
vomitará peces
desaparecerán líquenes.
La roca
será masa ígnea.
El dolor correrá
por los intersticios del planeta
las manos se abrirán
en suplicio
equinoccios de fuego
eructos de un volcán
pondrán en duda la parusía.
Advendrán nuevas formas
otras realidades
cambiará
el nombre de las cosas
los dioses
enmudecerán para siempre.
De Último resplandor (2007)
El pulso último
El fuego avanza
en los abismos
el valle
y cada espacio.
El fuego avanza.
Una ola gigantesca
convierte
los médanos
en profundos fosos.
La masa líquida
hierve
en noches sulfurosas
y las ballenas,
varadas en la playa
mueren sin culpa.
Una densa nube de polvo
se asienta en la superficie.
Ya no hay nada.
Ni días
ni noches.
La oscuridad es refugio del cataclismo.
No más viento.
La siesta
arbolará
la boca de los náufragos.
Predestinados
a perderlo todo
a sucumbir a los designios
de algo que fue,
como el aire,
las estaciones,
los espejos del mar,
una bandada de flamencos,
el rugir del puma,
las acróbatas ranas.
Nada habrá en el firmamento.
Ni los ojos de un Dios
para mirarnos.
De Profanación de las alturas (2004)
Vendrás otra vez
como el primer día
a sabotear con ojos perversos la estatura
del silencio
a profanar el vuelo de las rosas
reflejadas en el agua de un estero
el sol cautivo en la titudes
los círculos del cóndor
el eco de un rezo que se esparce
en la montaña
vendrás otra vez y la lluvia
aún no habrá caído.
No volver
dejarse ir junto a la ladera
siguiendo el perfil mensurable de la aurora
manto adormecido
silencioso
no mirar atrás.
El cielo era un presagio
un canto perdido en las montañas
esparcieron mis cenizas
me recogiste polen azul
polen negro
polen herido.
De Los cánticos de Otmerón (1998)
Las razones de la fuerza y el miedo
desbordaron las palabras,
había que arrancar las lenguas.
Un eclipse de sol paralizó la tierra,
los yaguaretés agonizantes
exhalaban el humo negro
de la conquista.
Las babas del rey Otmerón
el salvaje encerrado en un foso
las babas del rey Otmerón
el salvaje
arrodillado
luz en la antecámara
oscuridad en el sótano
usurpación y miedo.
Escarabajos luminosos
trazaban coordenadas
de fuego
los papagayos abrían sus alas
a la muerte.
En el resplandor de la agonía
las lenguas de los mártires
se esparcían en la tierra.
De Anuin y los senderos del fuego (1992)
Las vísperas
encienden
el poema
y somos
animales nocturnos
peregrinando
en la sombra
nadie
sabe dónde habitamos la muerte
tan sólo la palabra
nos presagia la vida
la víspera
es la señal
de otro nacimiento.
Como una lengua divina
la luz se proyectó en el cosmos
Anuin bebía el zumo dorado
del comienzo.
Para enviar mensajes
inventó la marea
y el viento que ronda en la siesta.
De Tatuaron los pájaros (1987)
En el silencio
surgió el ruido como un tropel
furioso
el mar
separó la tierra
y se hundió en los océanos
Un relámpago
propagó la luz
primera.
Profanó los cielos
se apoderó de sus pájaros
de sus tormentas
Profanó la fuerza y el caos
después
comenzó el peregrinaje.
Entonces
la transparencia fugaz
de los dioses
nos desnudaba
viento
luz.
De Casa olvidada (1982)
Siesta de moras
Tenía en las manos la siesta
de las moras.
Había un secreto de adobe y plumas
en las paredes.
El sueño andaba las raíces
y el rostro callado de la sombra
me dejaba una tarde de gorriones.
De Uvas del invierno (1978)
Uvas del invierno
Navego
por estratos
que no son de este
mundo
donde se sumerge la ausencia
y donde la soledad
se vuelve palabra
que llama en el desierto
donde el cántaro
es espejismo, sueño e ironía
donde los habitantes caminan
sin importarles
que el viento borre sus caminos
donde me cubren constelaciones
de preguntas
donde las uvas se recogen
en invierno
y donde el poeta se vuelve
tierra
y la tierra, tiempo y agonía.
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