domingo, 11 de octubre de 2020

Marcela Meroni y Laura Vacs

 

Marcela Meroni 

Laura Vacs


El anuncio de un grano de sal, textos de Marcela Meroni y pinturas de Laura Vacs, PDF, 2020. 













UNO

La vereda refleja las luces
al caer
la tarde.
Pero hoy no escucho
la certeza del tiempo
sí este goce
que se expande
como el anuncio
de un grano de sal
en la punta de la lengua
















                                                CUATRO

Abrir la puerta
quitarse el barbijo,
los zapatos, la ropa.
Poner todo en un balde
correr a bañarse
desinfectar el piso.
Si estás muy cansado
no lavás:
el objeto que compraste
lo dejás sobre la mesa.
Pasado un tiempo
cualquier virus
se diluye
solo esperamos
y dejamos morir















OCHO

Una cuchara
con lavandina
cada nueve
de agua
alcohol en spray
detergente antibacterial
fregar cada cosa
varios minutos
todo impecable
que nada brille
















lunes, 5 de octubre de 2020

Silvia Castro





Silvia Castro (Fisque Menuco/General Roca, 1969 / vive en CABA)

Pisagua, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2019.


















cuesta hacer pie
la montaña cae

Rolling Stones
y los gritos sin público

los pescadores callan

una canción no cuenta nada
a nadie

los niños saltan para ver más allá
el mar es una cama elástica

un ta te ti
de cruces
sin círculos

todos perdieron
el cuerpo
aquí











un campo de concentración no es un lugar

es todo lo que se puede morir estando vivo
todo lo que se puede vivir estando muerto











uno podría hablar sólo de pies
de gatos
que ven apenas
la parte de abajo del amo
de un animal que no aprendió a trepar

los muertos habitan el lado subterráneo
de los dueños

la tierra es de otros

en Pisagua
sólo se está enterrado











ya libre la paciencia sin alambres
la furia sin alambres
tensa la tripa para poder tañer
sea la superficie liebre huidiza
playa de canela y clavo de olor

un envase perfecto para hacer conserva
con cada deudo que los nombre

nadie cuida esta carne
que ha venido a pudrirse
y desaparecer











abrir en rana el cuerpo flamante
si entrechocan las cañas
dejar que descanse
que palpite lo suficiente
que se crea invencible

no estará visible en los planos
no se apoyará en la montaña
no se hundirá en el mar
ni flotará en el aire

vivir no estará en los planes de nadie

anudar cada punta de cada hilo
antes de pasar
y suturar











Pisagua en aymará  
significa tierra sin agua

Tarapacá
ave que planea

en el calabozo
ya no quedan puertas ni ventanas

un cóndor vigila el lente de la cámara
posado en un dintel

no se espanta

se abre lentamente
entrega todo su plumaje desplegado
desafía la respiración del cristal











el cóndor es inocente
la carroña
no

eviscerar la montaña
sin frenar
el azote del olor

que no se aquiete el desierto
ni se deje coser
que se deshilache

quedarse
hacerse el muerto
y ser descubierto

































domingo, 4 de octubre de 2020

Larisa Cumin

 

Larisa Cumin
(Santa Fe, 1989 / vive en Mar del Plata)


La gran avenida, Santa Fe, Vera editorial cartonera, Universidad Nacional del Litoral, col. Almanaque, 2020, libro digital de descarga libre











Baquelita

Este polímero
es el único de todos
que no se derrite
una vez que cobró forma
al enfriarse rodeando
el caño del ventilador
se queda ahí.
Leo en Wikipedia:
la termoestabilidad
debido al alto grado
de entrecruzamiento
de su estructura molecular
lo hace diferente.
Pienso en las vidas
detenidas para siempre
por el Vesubio.
Google: p o m p e y a
sugerencia: Pompeya estatuas
click

imágenes:
el perro retorcido
la pareja besándose
—un polvo eterno—
un tipo intenta arrastrarse todavía
otro parece exhalar un quejido
click ampliar
veo unos vidrios protegiéndolo
como si eso pudiera
salvarlo de algo.
La búsqueda tira
siempre algo más:
frescos pompeyanos
click

unas pinturas sobre paredes rajadas
buenísimas:
en una Safo muerde un lápiz
pidiendo inspiración
después hay muchas
de gente teniendo sexo
click
en muchas posiciones distintas
click
y a veces no son gente
scroll
todo expuesto, abierto
como esa boca oscura en la tierra
con las comisuras arrugadas
y los labios redondos, adelantados
o es más bien un culito fruncido
el volcán desde la toma satelital.
Zoom:
la ruta sube
desde acá el monte parece hermoso
las vistas 360 no alcanzan
quiero ir y ver
la vida vuelta estatua.
Acá en Cayastá
tenemos el parque arqueológico
lleno de cimientos
donde hay que imaginarlo todo
la altura de las casas
las ventanas
la gente
de Santa Fe la vieja
y hasta la cara de los esqueletos
que descansan en la iglesia
—como si nada—.
Hay uno que tiene doble dentadura
desde que lo vi a los ocho pienso
en si podía o no
cerrar la boca.
Che, mandemos a hacer
una reconstrucción facial
como la que el líder venezolano
hizo de Bolívar
Google
sugerencias: Simón Bolívar maldición
click
Chavez muerto click
Tutancamón
click.

—Los dibujos digitales muestran
cuál era el rostro del héroe cuando vivía
pero sigue teniendo cara de muerte—.
Me pudro de perder tiempo
agarro el circulador
made in Rosario por la baquelita
y lo giro
sin correr riesgos
ni quedar pegada
porque pienso
click
amarte todavía
apagar
click
aceptar.









La gran avenida

El chasis ilumina la oscuridad inmensa
la banquina a los costados
yuyos llenos de tierra que crecen en el guardarraíl
yo vuelteo.
Y me callo
porque estoy pensando en los camiones de carga
que pasan a toda hora por la gran avenida.
La palabra ministerio hay que aplastarla
como se aplasta a un perro
bajo las ruedas.
La palabra ministerio ya no explica nada.
(El ministerio es nada, y la nada no se explica por sí misma)
Habría que reemplazar la palabra ministerio
(al menos por hoy, al menos por este poema)
por lo que yo siento cuando pienso en los camiones de carga
que pasan a toda hora por la gran avenida
temblequean rosados los huevos de caracol
y se derriten los hielos rolitos de la fábrica ya viejos
en los zanjones del cruce
de Teniente Loza y la gran avenida.
Pero yo no me explico
ni nadie me explicó
por qué me sueño todavía caminando
por los baldíos de la gran avenida.
Un chico en la esquina sacó
un escurridor del balde
temblequea la espuma sobre la goma espuma.
Todo temblequea.
Los camiones pasan al mediodía por la gran avenida
a los once
a la una
a los veinte
yo apuraba el paso
volviendo de la escuela
por los silbidos y gritos en la gran avenida.
Pero eso no explica nada
es como un semáforo que se pasa de largo.
Hay que dejar de explicar
pensar en otra cosa
para tapar el sueño de la gran avenida.
Una pelota colgada como un elefante de la tela
se trabó entre los cables y una rama,
un carro pasa cargado de chatarra
que cruje alegremente en su óxido.
En el 2003, en Santa Fe,
salimos caminando por el asfalto a comprar pilas, velas y espirales
la ciudad se había apagado con el silencio de la queda
asustados como estábamos por el agua negra
nerviosamente escuchábamos cómo iban y volvían los helicópteros alumbrándola
hasta quedarnos dormidos.
Tampoco puedo explicarme por qué sueño con hélices de helicópteros,
con terrenos baldíos y perros
que me corren a los saltos en el loteo.
Ni por qué sueño con fósforos de madera,
y me sorprendo mirando la ruedita gastada
del encendedor Candela.
Nunca vi
ni puedo imaginarme
el asfalto cubriendo los costados
de la gran avenida.
Sí vi el polvo como arena gastada
tapar de a poco el pavimento, las bolsitas de basura, las latas.
No sé si tengo memoria o me pongo a imaginar.
Desde chica intento cubrir una torta con chocolate derretido
hasta que quede lisito
ayudándome con una espátula Essen.
Todavía hoy
—poniendo una olla al fuego
y prometiendo una bombón—
intento imaginarme la banquina asfaltada de la gran avenida.
Tomo manteca, cacao El Quillá y los derrito revolviendo
pero aunque pueda imaginarme todo,
nunca voy a poder ver el negro intenso
de la brea secándose lustrosa sobre la tierra de los costados de la gran avenida
ni el chocolate parejo sobre la torta.
Anoche llegué a casa a las seis de la mañana
en la oscuridad porteña, me di el dedo chico con la pata de la mesa
y ahí no más me quedé pensando
en lo que no quiero pensar
en lo que a veces niego que me importa.
Pero en realidad me estaba escapando
del sueño insoportable de la gran avenida.
Y ahora como si tuviera que dar clases
y dictar —que es horrible pero todos se callan— digo:
«La gran avenida o avenida Blas Parera
está situada al norte de la ciudad
de Santa Fe, cerca del límite con Recreo
bastante al oeste».
Miro un mapa
pero me confunde más
los nombres de algunos barrios no figuran
y hay otros nuevos
¿Dónde están La Cava, El Sabalito, La Chaqueñada, Villa el corpiño?
El celular se me queda sin batería a las seis de la mañana
y yo desesperada —a lo Marta Sánchez—
no encuentro el cargador.
Habría que inventar nuevos gestos para los dedos,
pensarán algunos.
Yo en cambio pienso en las luces de los colectivos
que pasan de noche en las autopistas.
Me cuesta dormir cuando yendo de noche
no tengo a mi costado una ventanilla
y sin embargo viajo mucho y me escapo
del ministerio de la distancia inagotable de la gran avenida.
Si sumo todos los kilómetros de ese entonces
ida y vuelta a la escuela
y los multiplico por días, meses, años,
¿cuántas veces hubiera llegado a la luna?
Como cuando cruzábamos la curva en diagonal
hasta el pizarrón que decía zandias caladas
en la banquina de la gran avenida
era en enero, cuando el asfalto ablanda la suela de las ojotas
esperábamos que llegara la tardecita manguereándonos en el patio
y el Lelo dejaba el postre para después de la siesta
no vaya a ser que la fruta se mezclara con el vino
y le hiciera en la panza una piedra, un clericó o una explosión.
La cumbia sacudía las tardes en el verano
y caía como el sol sobre la gran avenida.
Vi pasar cupés fuego polarizadas,
aviones con propaganda de circos y de todos los políticos versionando a Los Palmeras
—siempre a Los Palmeras—
y hasta avionetas de Catastro.
Los inspectores toman nota
de esas manchas coloridas que divisan desde lo alto
incluso si son tinglados, Pelopinchos, o medias sombras
en las inmediaciones de la gran avenida.
La gran avenida no se da cuenta de la sombra del avión que pasa
solo siente las cubiertas ir y venir
friccionando como si con ella no
terminara la ruta y empezara la ciudad.
Solo siente
los cuerpos de los perros atropellados
los boquetes y el sol
que la hace reventar hacia los cordones.
A esta altura de su poema
Ricardo dice
hace unos años
—o sea, antes del 72—
a un avión que volaba creía
sobre Santa Fe —pero no es verdad me parece—
y no era jet
—ni tampoco del ente regulador de la construcción—
            se le abrió una puerta de pronto
y las leyes de la física hicieron
obedecer a una camarera
al llamado de la gravedad
como a la pelota que baja ahora de los cables
ya desinflada en esta tormenta.
Pero no hay, no encuentro
—tampoco puedo explicarme cómo—
en Internet registros de ese accidente.
Pero sí de uno igual
igualito
muchos años después
en 1995:
«Se abrió una puerta
en pleno vuelo succionando a una auxiliar
que fue arrojada al vacío
causándole la muerte» —claro—
sobre las Sierras Grandes de Córdoba.
La ley de gravedad es dura,
como las deudas y los decretos
—que no son leyes—
y los ministerios que cierran
como fábricas.
Acá también
vamos a hacer un minuto de silencio.
Este es por Lilian Almada, la azafata del 95
...............
Y por las palabras que están muertas:
Ea ea–ea–ea– Ea–ea–e–a–é.
Y por las premoniciones de los poetas
que nunca mueren
y sus obsesiones
solo algunos segundos
—chiquititos— entre trago y verso:
y también por las mañas que heredamos.
Acá me callo.
Pero sigo un poco más ronroneando
como un motor que rebajó a tercera
ahí donde la 11 se transforma
en la gran avenida
y se despliega Santa Fe
como un embudo por donde baja
desde el norte hacia el sur.




























jueves, 1 de octubre de 2020

María del Rosario Andrada

 

María del Rosario Andrada
(San Fernando del Valle de Catamarca, 1954)


Obra poética (1978-2018), Vicente López, Editorial Lisboa, 2018.














De Wanaku (2017)



El viento escupe su furia

Ventilamos nuestras almas
colgamos el miedo
por un
instante
secamos la culpa
anudamos nuestro cuerpo

Desabrochamos
los misterios uno a uno
como fantasmas escuálidos

crecimos
               en la lumbre
y somos el uno en el cuerpo
del otro
afuera el viento
escupe su furia
en tierra guanaco








Piedra pómez

Me dicen la pómez
desertora de volcánicos fuegos
avisto
la soledad de un páramo
donde las lagartijas se asoman
y las vicuñas trepan
la cresta roja de arenas negras
mis aristas
son coordenadas
que el ulular del viento corroe
me envuelven auroras escarlatas
flamencos migrantes
del Salar de Antofalla







Lorenza Mamaní
(Cordillera de San Buenaventura)

En medio de la nada
Lorenza
trepa la cordillera
es una cabra
tiene pezuñas

un rosario se abre
en las mañanas frías
el humo escapa de su casa
de piedras y retamas
por una ventanita
donde
la cruz del sur
se asoma

En el páramo de San Buenaventura
el salitre forma lagunas
una caravana de aves
desciende

a preparar sus nidos
Lorenza

llega a la orilla
a contemplar
el cielo de flamencos

ella ignora la edad
la ceguera
y sigue andando con sus pies
de cabra
por corrales luminosos
aferrada al canto de una copla

a veces los vecinos de otros pueblos
la cruzan en algún sendero
ellos van en mula
y ella sigue caminando







De Suri, patitas largas (2015)



De repente
se escuchó un bramido
la lluvia caía sin cesar
una llamarada cruzó
como saeta
se incrustó en las nubes
las piedras rodaron sin parar
por el largo cauce del río
              el ruido
              la creciente
sacudió las sábanas y los amantes







Me dijo que montáramos
y lo hice con el miedo propio
de la primera vez
temblaba a cada paso de la yegua mansa
los aguiluchos
daban vueltas en círculos
en el rojo intenso de la madrugada
llevaba en la alforja
unos binoculares que no usé
porque a esa altura
el ojo de Dios nos pertenece







Cuando el sol traspasa las cumbres
salgo con la leche cálida de mi tazón
a mirar los teru teru
como aquellos días cuando mi padre
atesoraba una pareja
en el fondo de su casa
ellos picotean las migas empapadas
el macho acaricia el cuello de la hembra
que sigue a su lado
y se aleja para devorar una hormiga
escarba la hierba húmeda
y en el tanteo inmoviliza una lombriz
tironea y un hilo fino sale de la tierra
la presa soy yo
en este instante devorada
engullida
tomada de un picotazo
aquí
al pie de la cumbre del Ambato        








De Huayrapuca, la madre del viento (2014)



Enredarse en el misterio
             creer
             que somos para siempre
             mientras el adiós se cuece
             en palabras que no han de pronunciarse.
El destello
             no es más que el reflejo de un deseo.
Noche propicia
             para desnudarse
repetir el credo de todos los días
                          aún
cuando la oración ya no se rece de a dos.







                            Impiadoso
                            el amor habitó
                                         entre los sueños
                            se escurrió por algún costado.
                                         Crecimos
                            creyéndonos poseedores únicos
                                         hasta que la verdad
                                         llegó extenuada
                            se sentó a nuestra mesa
                            y nos alimentó de soledad.







Los de siempre
los que bajan
             de los ríos
esperan el anuncio de madre sierpe.
En el séptimo día
             Huayrapuca
             desató las tempestades
             movió las aguas profundas
             recorrió los laberínticos
agujeros negros del espacio
                           predicó con su nombre.
                                      La creadora
                                      esperó ansiosa
                                      la muerte
                           que nunca aconteció.         







De Los señores del Jaguar (2011) 



El vaticinio


                    Vendrán después de la tormenta
                    anunciada en sollius / libro sagrado
                    otros hombres cambiarán
                    el nombre de las cosas
                    los dioses enmudecerán para siempre.

                                        de Los cánticos de Otmerón




El anciano no ignora 
                         el vaticinio
los dioses vendrán
                         otra vez
a proteger sus templos
            un viento frío
            desconocido
    en la selva tropical
se propalará de norte a sur
no habrá resquicio para guarecerse
            será tal vez
            la señal
    o el comienzo del caos.







Los secretos de Yllopohac
                          libro sagrado
            revela
el enfriamiento
                          de la meseta
la muerte de los pájaros
el envenenamiento de los lagos
la implacable sudestada.

Una nube de ceniza
            pululará sobre las costas

el mar embravecido
                            vomitará peces
                desaparecerán líquenes.
La roca
                            será masa ígnea.







             El dolor correrá
             por los intersticios del planeta
las manos se abrirán  
en suplicio
             equinoccios de fuego
             eructos de un volcán
pondrán en duda la parusía.

             Advendrán nuevas formas
             otras realidades
                             cambiará
el nombre de las cosas
              los dioses
enmudecerán para siempre.







De Último resplandor (2007)  



El pulso último 

El fuego avanza
en los abismos
el valle
y cada espacio.

El fuego avanza.
Una ola gigantesca
        convierte
los médanos
        en profundos fosos.

La masa líquida
        hierve
en noches sulfurosas
        y las ballenas,

varadas en la playa
        mueren sin culpa.

Una densa nube de polvo
se asienta en la superficie.
Ya no hay nada.
                          Ni días
                                    ni noches.
La oscuridad es refugio del cataclismo.

No más viento.
La siesta
        arbolará
la boca de los náufragos.

Predestinados
a perderlo todo
a sucumbir a los designios

        de algo que fue,
como el aire,
las estaciones,
los espejos del mar,
una bandada de flamencos,
el rugir del puma,
las acróbatas ranas.

        Nada habrá en el firmamento.
        Ni los ojos de un Dios
                                        para mirarnos.







De Profanación de las alturas (2004)



Vendrás otra vez
como el primer día
a sabotear con ojos perversos la estatura
del silencio
a profanar el vuelo de las rosas
reflejadas en el agua de un estero
el sol cautivo en la titudes
    los círculos del cóndor
    el eco de un rezo que se esparce
    en la montaña

vendrás otra vez                y la lluvia
aún no habrá caído.







                                    No volver

                                    dejarse ir junto a la ladera
                                    siguiendo el perfil mensurable de la aurora
                                    manto adormecido
                                    silencioso

                                    no mirar atrás.







El cielo era un presagio
un canto perdido en las montañas

esparcieron mis cenizas

me recogiste        polen azul
polen negro
polen herido.







De Los cánticos de Otmerón (1998)



Las razones de la fuerza y el miedo
desbordaron las palabras,
había que arrancar las lenguas.
Un eclipse de sol paralizó la tierra,
los yaguaretés agonizantes
exhalaban el humo negro
de la conquista.







Las babas del rey Otmerón
el salvaje encerrado en un foso
las babas del rey Otmerón
                el salvaje
                arrodillado

luz en la antecámara
oscuridad en el sótano

                usurpación y miedo.







Escarabajos luminosos
            trazaban coordenadas
                    de fuego
los papagayos abrían sus alas
                    a la muerte.

En el resplandor de la agonía
            las lenguas de los mártires
se esparcían en la tierra.







De Anuin y los senderos del fuego  (1992)



Las vísperas
              encienden
el poema
y somos
              animales nocturnos
              peregrinando
en la sombra
              nadie
sabe dónde habitamos la muerte
tan sólo la palabra
    nos presagia la vida

la víspera
    es la señal
de otro nacimiento.







Como una lengua divina
la luz se proyectó en el cosmos
Anuin bebía el zumo dorado
                del comienzo.







Para enviar mensajes
inventó la marea            
y el viento que ronda en la siesta.








De Tatuaron los pájaros (1987)



En el silencio
                                    surgió el ruido como un tropel
furioso
el mar
                separó la tierra
y se hundió en los océanos

Un relámpago
                                    propagó la luz
primera.







Profanó los cielos
se apoderó de sus pájaros
de sus tormentas

Profanó la fuerza y el caos
después
comenzó el peregrinaje.







Entonces
            la transparencia fugaz
de los dioses
nos desnudaba
            viento
            luz.






De Casa olvidada (1982)    



Siesta de moras

Tenía en las manos la siesta
de las moras.
Había un secreto de adobe y plumas
en las paredes.
El sueño andaba las raíces
y el rostro callado de la sombra
me dejaba una tarde de gorriones.







De Uvas del invierno (1978)



Uvas del invierno

Navego
por estratos
que no son de este
mundo
donde se sumerge la ausencia
y donde la soledad
se vuelve palabra
que llama en el desierto
donde el cántaro
es espejismo, sueño e ironía
donde los habitantes caminan
sin importarles
que el viento borre sus caminos
donde me cubren constelaciones
de preguntas
donde las uvas se recogen
en invierno
y donde el poeta se vuelve
tierra
y la tierra, tiempo y agonía.