sábado, 22 de agosto de 2015

Liria Evangelista





Liria Evangelista (CABA), Niña soviética, 2a ed., Borde Perdido Editora, Córdoba, 2015.























como si fuera el gesúbambino el cristo niño de mi abuela

fuente de amor inagotable

así

solía aparecerse lenin en el patio de mi casa

momia de yeso hecha aire que había volado desde el Kremlin

vladimirilichulianov se erguía enhiesto y ruso

 sobre la mesa del patio



no tenía corona

ni manto de terciopelo ni un rosario envolviéndole las manos

venía en cambio

reluciente y nevado

el gorro de piel apuntando al cielo

tenía el dedo levantado 

como un sol de noche ese dedo

era luz de todas las cosas

resplandor que quemaba nuestros rostros

trémulos de dicha y de materialismo histórico

ese dedo

iluminaba el gomero y la tortuga

la ropa puesta a secar que se mecía con el viento

en la llamarada de la tarde





papá y vos extendían sus mamelucos engrasados

olorosos de sudor obrero y bolchevique

para que el divino los pisara

para que dejara su estela inmaculada y roja

sobre la tela áspera



él

luciérnaga de la revolución socialista

 acariciaba nuestras cabezas murmurando tovarichtovarich

rabotnikrevolyutsiyasotzyalismmir



y nosotros en éxtasis

                   transidos

aunque ignorantes de esa lengua lo entendíamos todo



 esa era la esencia del milagro

la luz verdadera del internacionalismo proletario





 


una tarde en la que el sol estaba tan rojo como bandera del proletariado


yo quise saber


quise escuchar la verdad más absoluta sólo de su boca


 


me arrodillé (padrecito padrecito)


alcé mi rostro hacia él como quien mira a un santo


hambrienta de su voz               de su palabra


ávida de catecismo   hijita de la revolución  


 


y pregunté:


................................................................


................................................................


 


 


 


krasivayadevushka   me dijo


sobre mí se inclinó (dochdochdoch)


su aliento que estaba oliendo a muerto


lengua martillo lengua hoz


mnogosmertkrasivayadevushka  susurró


mucha muerte hijita mucha muerte


y apoyó su mano helada en mi mejilla


 


 


 











perdí esa voz perdí la infancia y las tablitas sedosas de mi vestido anaranjado

las teclas de mi piano la luz exacta de ese río el azul de sus ahogados

la punta gastada de mis zapatos blancos botoncitos pasos hacia vos

que esperabas de mí

todo movimiento

mi dedo húmedo pasando las hojas de los libros que me diste: todos.

eso perdí

el algodón con la primera sangre de los once

¿qué más puede perderse en este mundo?














¿Acaso alguien había sabido en Parque Chas que el ángel de la historia



espiaba en el cajón de los cubiertos

contaba cuchillos tenedores cucharas

lavaba los platos escuchando nuestras voces

o se quedaba escondido abajo de la mesa

abrigándose del frío con el mantel de hule?



otras veces sus alas hacían un ruido raro

y yo pensaba que había cadáveres y vampiros

durmiendo en la bañera

ahora sé que era él



vigilando

cuidando de nosotros





sus alas nevaron de dolor el mundo





los huracanes le arrancaron una por una las plumas de su ala

lo fueron desmembrando

y al final –delicado–

lo posaron en la palma de mi mano

bolita blanca  gota de lluvia

y aquí lo guardo todavía

como terrón de azúcar   caramelo derretido





 (ángel de la historia grasita y cabeza

angelito que andás por los cielos



vos y yo somos

guardianes de los sueños

vigías de catástrofes

hijos bastardos

de todos los sufrientes)















lo que aparece a veces por mis sueños:







un lodazal de Stalingrado

el patíbulo en el que murió Fucik

el perfil de Largo Caballero

la trenza de la Pasionaria

la soga con la que se colgó Marina Tsvetáieva

–y de ella veo el perfil de su zapato el tacón gastado:

cariño mío qué alegría

hasta que el alba alcance a la siguiente

(y son sus voces las que escucho

     aquí mis sueños son apenas ecos de sus ecos)





a veces aparecen

la cabeza ensangrentada del Chacho Peñaloza

el útero canceroso de Eva Perón

el olor de la sífilis que mató a Belgrano

la carne blanda de Osvaldo Lamborghini

una letrina en el Olimpo



deshechos



por mi casa pasa el río marrón

las barcazas enormes donde humean

los huesos de los que alguna vez vivieron    



todo eso sueño a veces

el mapa ciego de la historia

su pilón de excrementos



sueño con lo que el tiempo fue desintegrando
















las voces iban esculpiendo el mundo

me revelaban la forma pétrea de la historia

su santoral:

manual de la academia de ciencias de la urss



el mate ya tibio sobre la mesa de fórmica

y ahí iba la mía voz como pimpollo

fresquita como rocío de mañana



el comunismo se propone dar satisfacción completa

a todas las necesidades de los hombres





¿iba a saber yo del lodazal helado de Siberia

(vivimos sin sentir el país a nuestros pies

había escrito Mandelshtam)

¿iba a saber yo de la mujer que masticaba versos

hasta hacerlos bolo fecal memoria incandescente?

(el mar se aleja de mi el mar se aleja a dormir

Maiakovki hacía astillas de su cabeza calva)



qué poco iba a necesitar yo

al final

cuánto  pero cuánto

iba a ser lo que no tuve