miércoles, 7 de diciembre de 2016

Paz Garberoglio



Paz Garberoglio (Villa Ramallo, Buenos Aires), Máquinas de enseñanza, El Ojo del Mármol, La Tablada, 2016.

















Lo que espero se da
como un árbol.
Contra lo previsto
en el aire
(que estaba escrito), contra
el viaje o en mitad
de este pájaro donde
ustedes no harán una casa.
Nuboso, inconsolable
día desechado
en extraños viajes.
A comprar
lo que permite reflejar
que se compra un poder:
el que me diste, silencioso,
                                 jardín.












Tu historia
si pasara
por un anillo diminuto
dejaría escapar el agua
y sin embargo
tomaríamos
en familia
pastillas de dureza
para darte cuerpo
de nosotros
alzarte
para volver con vos
todo
en esta máquina
que detuvo niñez
se inclina
ante tu voz lactal.












Hasta aquí
se prepara mi paz.
Célebre te bienvení,
padre, a un encierro
donde se escriben
muchas músicas.
Ilusión que pagan no lejos
del accidente
las enanas de todos
que es la tierra limpita.
Momento en que me tuve,
aparté una a una
las mafias que se reunían
en nuestra ruta del honor.
Azar de este alistarnos
para correr hasta tu velocidad.
A tiempo nos descubrieron
haciéndonos los muertos,
cuando quise imitarte,
ser la que pasa más tiempo
sin respirar. En vano
se hizo obvio este juego
de amparos, el duelo
de los que miran como gatos.
Sé de otro que escribe,
de quien sea que me haya
encomendado la tarea que cumplí:
lo que no importará cuando
agarres la hoja por el lado
en blanco, es ahora
lo que importa: ganar
las habilidades, sobrevivirte,
rápido como un párpado.












Víctima de un rumbo
por incertezas,
por probar de los gustos.
El precio
de lo recién venido.
Verano de las formas
en que la luz
se puede tomar,
conociéndola.
Entonces,
a nuevo
la conciencia del dar.
El fruto
de lo que dejamos
juntos en un papel,
libro de excursiones
al Tiempo, su creencia.
Como el cuerpo que se hizo
de pequeñas fortunas.
Lo festejamos
y lo hacemos palabras.