lunes, 18 de julio de 2016

Alejandro Méndez Casariego


Alejandro Méndez Casariego (CABA), Los dioses del hogar, Deacá, Villa Mercedes, 2015.


















Inaugural

El sitio de nacimiento es para muchos
accesorio. En ese edificio
manchado por las lluvias de muchas décadas
tal vez aquella ventana de persianas vencidas
proyecte un polígono de luz
sobre el rincón del mundo
donde uno fue alumbrado a lo que existe
urdiendo las primeras comparaciones.
Como si nada
justificara un gesto de reconocimiento
hacia el espacio que abrimos para siempre
cuando cruzamos, inaugurales
su frontera material.












Lo nuestro

Primero recogimos los juguetes
y toda huella de vida
se evaporó.
Luces del camino que no alcanzan
a trazar el perfil de lo dejado atrás
cuando el cansancio pide
un espasmo de calma
y una ceguera veloz se disemina
sobre todo lo que llamábamos nuestro.












Magda, 1975

Mi hija cabalga sobre el lomo de mis miedos
su cuerpo blando bajo el sol que reseca
las últimas jarillas del invierno.

En un lenguaje de gotas congeladas
entona el estribillo incompleto de una copla
que olvidó con los años.

Hace una vida desde entonces;

hoy me mira desde un rostro severo
con el áspero temblor de la distancia.

Aunque hace tiempo desmontó de mis hombros
todavía siento su peso.












El yo

Ciertas lenguas inducen
a imaginar la ausencia
o la negación
del que habla, como si no fuera
más que un referente lejano
un interlocutor
que apenas tiene un nombre
porque la primera persona
puede considerarse arrogancia
y en lo fundamental, error.

Siendo uno lo único
que desde uno existe
hacerse presente en la propia mención
perturba y entristece.