martes, 11 de mayo de 2021

Mauricio Giulietti

 

Mauricio Giulietti
(Neuquén, 1981)
 

La espalda de la noche, Neuquén, Ruedamares, 2021.





















Vendaval

    Cuando mi padre miró mi mano, ya se había alejado el viento. Hacía tiempo que esperaba esa mirada cerca, posada en cada espacio de juego.
    Cuando mi padre dijo mi nombre, había atravesado ya la puerta mi cuerpo, mi espalda era un lugar de fuga y no había retorno.
    Cuando mi padre suspiró sobre mi piel, los pájaros se habían asomado al río, bebido agua, cambiado sus plumas.
    Ha convergido mi padre alguna vez en este tiempo, con el tiempo. Ha desarmado la armadura y mostrado sus huesos.
    Mi padre ha corrido delante del viento, y yo he mirado, con ojos y piel, el vendaval de la tarde.








La sed

    Cuando pudo respirar había pasado la polvareda. Sobre el camino, un par de animales aún con vida respiraban con todo el cuerpo, revolcándose e intentando detener el tiempo en un pozo.
    Le dolía el mentón, los ojos; su mirada no podía ver el horizonte, sus manos ardían. El fuego había llegado hasta el río; el agua estaba tibia, o hirviendo, saber la diferencia era imposible. Toda diferencia era imposible. Apenas la sed, por instinto, lo hizo nadar río abajo, flotar o hundirse, llegar al otro lado.
    Las nubes como escombros para mirar el sol, camino blanco que desaparece en lo oscuro. Una mano en la orilla y el barro, una mano en la espalda que cae vencida en los párpados de la tarde. Un cielo de invierno trajo consigo el frío. El horizonte, ahora gris, permea de ocres la mirada. La sed emerge cuando la llovizna para y todo se vuelve sequía.







La bahía

La madera vela el lugar
de la caída.
La bahía espera
el surco de agua,
olas que muerden
y agrietan el viento.
La madera abriga
el soplo de tiempo
que aguarda,
en astillas,
el próximo sueño.







Una noche

Un velo en los ojos,
el niño mira desde lejos,
se espanta por el color rojo,
por la violencia del grito.
Una noche caerán estrellas,
él lo sabe y cuida el cielo.
Una noche caerá lluvia
de cosecha, él lo sabe
y guarda tierra entre sus manos.







Vendrá el alba

La sombra de un árbol se desmaya
sobre el centro de la alfombra.
Apenas un costado de la cama respira
en hilos dorados de otro tiempo.
¿Y este tiempo?

El cuadro, la mesa, la puerta
y el sol que no llega. Llueve,
siempre hay espacio para la lluvia.
sobra mundo para la lluvia.
Mis pies no están en el barro,
pero baila la lluvia en mis ojos.

Nada se sabe desde ayer;
un poco de luz aguarda
entre las cortinas.
¿Y las palabras?
He subido al árbol seco desde mi ventana,
he descendido de él una,
dos veces, más de tres.
He escuchado el decir del viento.

Vendrá el alba, árbol de verde fuego.
Vendrá la luz al alba, tibia ceniza en el cielo.
Vendrá el sol, dirá a mi oído el nombre de la esperanza.