lunes, 16 de febrero de 2015

Jorge Spíndola



Jorge Spíndola (Chubut/Valdivia, Chile), Perro lamiento luna y otros poemas. Antología personal, Ediciones del Jinete Insomne, Buenos Aires, fines de 2013.


















ya lo sé


yo ya sé
lo que es el amor.


yo aprendí a beber vino
cuando trabajaba
en la pampa de salamanca
al borde de la ruta 3.


aprendí a beber callado
mirando las martinetas
que se iban siguiendo la alambrada.


de vez en cuando un camión
como un incendio perforaba la tarde
y pasaba
dejando un suspiro en las retinas
de los perros.


a lo lejos había
un molino negro
el viento agitaba sus pedazos


molino deshecho
sin aspas para el vuelo
chaperío sin alas
llorando en pozo de la noche.


yo bebí borracho en las alturas
a mí no me digan nada.


perdí una camisa
buscando ovejas en la nieve


perdí los sentidos
mareado en una torre
que se alzaba como un sueño
en la chatura de la estepa/
un mirador creo que era.


y ya sé lo que es el amor


(por las noches yo dormía
en un catre adentro de una casilla)
después de apagar el alumbrado


(un lister a todo culo)
desaté los perros
y me quedé bebiendo
con los ojos mezclados con la noche


con la piel hecha un silencio
como un solo cuerpo enmudecido por la pampa.


en la pieza brillaban
por la luna
las latas de aceite supermóvil multigrado/
el viento ladraba a la ventana.


el viento es un perro desgraciado
aullando en las orejas del insomnio.


los vehículos pasaban en la ruta
con ráfagas de luz en esa pieza.


y por eso
yo ya sé lo que es el amor


yo recé borracho el padrenuestro
para que
un auto con dardos veloces pasara iluminando
el cuerpo de thelma tixou

que brillaba en el almanaque
de aquella noche  de aquel invierno
de esos años.


thelma estaba espléndida en esas soledades
tenía un vestido rojo
que ardía ante mi boca
cuando las luces
la encendían como llama en pleno vuelo.


yo ya sé lo que es la sangre
cuando arde como aceite en la penumbra.


el cuerpo de ella era un planeta
girando en el abismo
y yo su único habitante/
me ataca como una sed cada vez que me acuerdo de
esa diosa.


el amor es como apretar una foto de thelma tixou
en la garganta de la noche/
o el amor es otra cosa
animal que se espanta
que vuela lejos
y uno
no ha tenido el gusto.









lisboa


nunca estuve en lisboa


siempre acá,
metido en este cuerpo,
atado al páramo o abrazado
al mar y sus acantilados


siempre los mismos ojos
con cuchillos naranjas en la tarde,
siempre acá


nunca caminé por las calles de lisboa
siempre pampa seca
y autos abandonados al borde de la ruta


ahora mismo me invade la imagen de un colectivo
detenido para siempre
oxidándose con yuyos en su cuerpo,
un bedford verde agua con teros lejanos en su lomo


nunca puedo abrir esa cortina
que envuelve la existencia
esa cortina agitada por el viento
que anda como gasa
cayéndose sobre mi cuerpo


siempre acá,
entregado como un perro a este paisaje
oliendo matas, salpicado de escarcha
para siempre


lisboa crece por mi boca en esta noche
mientras orino abrazado al álamo de casa
mientras pasan autos en la ruta
mientras llueve y crece el perfume de la tierra
mientras nada se parece a lisboa
y sólo un gato
camina en los paredones de la calle


lisboa qué lugar extraño
navegando en mis entrañas
lisboa tantas cosas
tantas noches navegando
al sur de toda mi existencia







otra cosa

hubiera preferido otra cosa
no sé bien
pero abrir un hoyo
y mostrarte mediasuelas
trozos negros de pasos que se pudren
papeles gruesos que jamás hablarían de nosotros


otra cosa
levantar con un palo una mirada
que devore tanto hueso del dolor
que se desmaya


desabrochar el vestido de esta hora
y entregártela desnuda
como una boca que se abre


no sé pero la piel quería darte
esa cosa que suda sobre el mundo 

y luego es caldo de lenguajes

otra cosa detrás de las palabras
quería darte







ítaca

                              Ten siempre a Ítaca en tu memoria
                              llegar a ella es tu destino...

                                                 Constantino Kavafis

cuando vuelves a ítaca no vuelves a ítaca exactamente
porque ella no es la misma ni tú eres el de entonces.
cuando en sueños entras en la casa de la infancia y tu
madre es esa mujer muy alta de espaldas en la luz, no
vuelves a ningún sitio de esta tierra, sólo son reflejos,
lumbres de una isla que navega y te busca a la deriva;
ítaca entrando en sueños pregunta por tu nombre.


hay noches en que esa isla recala en otros sueños. entra
en bares o en oscuras estaciones donde se emborracha
de murmullos, de otras voces, pero jamás deja de so-
ñarte. a veces ítaca encalla en mares aún ignorados por
nosotros y entonces tienes sueños equívocos y errantes.


a veces ves en sueños el rostro de tu hijo y lo confundes
con esa foto de tu abuelo: niño en blanco y negro que
sonríe un mediodía de luz allá en las islas abandona-
das por el hambre. es sólo la imagen de tu abuelo o de
tu hijo un día desconocido y olvidado para el mundo,
menos para ti, que sabes que aunque olvidado en un
cajón, hay otro instante de tu existencia más remota y 

luminosa. 

te despiertas sobresaltado algunas veces. te sientas en
la cama y ves o hueles el perfume de esa mujer que
duerme a tu lado con una respiración tan suave como
el tacto. sientes que tal vez ella es como esa isla: sus
sueños no te pertenecen. un oscuro bosque de silencio
se alza tras los párpados cerrados.


te levantas, vas al día. hay voces de gentes que se agi-
tan, trabajas la tierra de otros, no tu tierra. pides que
no te pisen caminas por la cuerda, caras de clown en
los semáforos. bailas entras al almacén sin brújula na-
vegas en un cyber. mandas mensajes a telémaco, le di-
ces que arde troya todavía y que anoche, justamente,
te soñaste con una tripulación encantada cayendo en
la garganta de caribdis.


al final del día aún buscas algo en estas calles?
el atardecer mancha todo el horizonte y en cierta nube
crees adivinar alguna de sus formas.


por un instante estás a punto de recordarlo todo para
siempre pero las costas de esa isla ya son otras. sustan-
cia desvanecida en la memoria.


algunas noches sientes, sin embargo, que algo vuelve
y navega en tu cabeza
la imagen morada del ciruelo florecido tras la escar-
cha.


siempre regresas al patio de la infancia a calmar los
ladridos de ese perro.







elogio de la lluvia

vendrá la lluvia y barrerá con todo
entrará en las calles y en los patios y en los ojos
mojará estos sauces llorones aplastados


qué alegría tendrán los ciruelos asfixiados de febrero
qué aroma devolverán las lavandas las lilas lilas
y las blancas lilas perfumadas


vendrá la lluvia y se llamará la lluvia
fresca agua con su velo transparente
vendrá la lluvia a levantarle los aromas a esta tierra.


una vez vimos la luna calle abajo reflejada
y la lluvia era un camino de agua y luna


un breve olor a tomillos crecía entre nosotros
y éramos niños perfumados por la lluvia

ahora está chispeando  
y hay un río de nubes por el cielo


vendrá la lluvia volverá
a correr el velo de las cosas
se mojarán los cuerpos inocentes


todo el polvo de los árboles volverá al polvo de la tierra


los duraznos quedarán limpios y rojos esta noche








piedras del río azul

tomá
te traje estas piedras
que recogí a orillas del río azul
algunas
estaban bajo el agua y brillaban más


toda piedra bajo el agua brilla más


ahora   sobre   esta   mesa   no   parecen   tan   bonitas
es verdad
pero aún guardan la memoria del agua
el rumor del río arrastrando piedras en su lecho


el agua que ahora corre en ese río no es el agua
que mojaba las piedras de esta mesa


con estas piedras del azul
te regalo la imagen de unas manos bajo el agua

mis dedos fríos desdibujándose en la corriente
mientras la sombra de la montaña crecía sobre el río


los árboles gigantes
el agua azul
el hombre ese que juntaba piedras en la orilla


todo lo que ves caía adentro
del gran río de las sombras


(el viento soplaba su aria sobre
los pinos más altos)


tomá
te traje estas piedras mojadas de agua y sombra


ya sé que ahora no brillan tanto
tampoco la memoria es tan nítida


habrá detalles
                 que se escapan


                                                como el río