miércoles, 22 de enero de 2014

María Belén Aguirre



María Belén Aguirre (Tucumán), La bisnieta retardada de Artaud, Ediciones de La Eterna, 2013.














las pústulas de Job

Irremediablemente soy

lo que he temido.

Anoche insististe en saber.

Yo cumplí en advertirte:

Es terreno minado
este pasado.
Mejor saltear
algunos hitos.

Dijiste:

Quiero igual.

Y no pude negarme.

Por cada episodio
vos temblaste
tres veces.

Nunca es proporcional
el morbo a la curiosidad,
pensé

cuando en un acto
reflejo retiraste

tu mano

de mi hombro.








restos

Y siempre eran de lava o de pantanos/

mis sueños de la infancia.

Y siempre la garganta/ seca/
no emitía sonidos.

Y siempre se desplomaba mi casa/
sobre la cabeza de mis padres/

Y sobrevivíamos/ entre muros/
mi hermana y yo.

Y siempre de mañana/
y siempre en día nublado/

recogíamos las muñecas/
vigilando/ la última pared.

Y el apocalipsis de Juan/
no era más/ que un inverosímil
cuento/ de terror/
para dormirnos.










Roberto Daniel Malatesta



Roberto Daniel Malatesta (Santa Fe), poemas inéditos incluidos en "Roberto Malatesta: 'La revolución es el ocio'", de Ivana Romero, en Revista Poesía Argentina, núm. 4, septiembre de 20013. Disponible en línea en: poesiaargentina.com












Nadie tiene un motor

Nadie tiene un motor.
Nadie avanza unívocamente en base a un mecanismo.
La vida es marcha y contramarcha,
atajos, discontinuidades.
A muchos les encanta enumerar sus logros,
como si sólo todo dependiese de ellos.
A pocos les gusta admitir el azar, la fortuna
o su versión sagrada: el don.
A la gente le gusta compararse con máquinas,
se recrea pensando en dispositivos y engranajes
que puestos a funcionar no se detienen hasta lograr su cometido.
Pero no hay un solo día del hombre
sin su desperfecto, sin su excepción,
y puedo aseverar que lo mejor del hombre
está constituido de excepciones,
que el sentido común es la pobreza del sentido,
que sólo lo excepcional lo identifica
y los seres excepcionales son quienes importan.
Nadie tiene un motor
aunque sea materia de fe en las escuelas.
Las escuelas que engendraron tantas guerras.

                      

Padre peina a su hija


Calmos los astros mientras peino
el cabello de mi hija,
tan suave y lacio.  El peine que desciende
como si ya nunca jamás
fuera a ascender.
Pero cuando mi mano, mi fatigada mano,
todo asidero pierde, es el milagro:
se inicia la ascensión maravillosa,
y ya fulge en la altura y se concede
caer en ese abismo de las mieles,
que curan, un poco, la vida,
muy poco, breve tiempo.
Ahora ella se va al colegio, aprende,
ahora ella se va,
aprende la distancia que de mí la separa.
Pero a mi mano, mi cansada mano
de la ascensión en cuerpo y alma,
de la caída suave,
no la descuida el movimiento.
Ah la quietud del movimiento
le infunde espíritu y la asiste.








Raúl Mansilla




Raúl Mansilla (Chubut/Neuquén), No eras un viajero inglés, reed., Ediciones del Genpin, 2013 (1a ed. artesanal, 2004).













In the wonderland

Tintos estaban,
y reían fuerte los camioneros frente a la TV,
un loro fue detenido en Buenos Aires por grosero,
dijo serio el locutor.

Hora de escarbadientes, dijo,
cruzó los brazos y se tomó el último néctar,
miró de reojo la dura silla de caño,
y se vio, muy Alicia en el espejo.



 

 
Pampa del Naunuco

Fue feliz en la ruta cuarenta,
y no importó tanto que el sol
cayera rojo en la pampa del Naunauco
como el escuchar el andar presuroso
del escarabajo sobre el asfalto caliente.


Alicia Gallegos



Obra de Cecilia Aguado.
Alicia Gallegos, Rituales del ocultamiento y otros poemas, publicado el 10 de diciembre de 2013 en su blog Desterradx del Paraíso.














Rituales del Ocultamiento



III



Nosotros no vivimos en ese barrio.

Conocí una mujer
en el club de polo 
tan triste que casi me enamora.
Como el mejor wisky irlandés
el exceso nunca cae mal.

Viendo hockey sobre césped hice profundas amistades.

Las señoras adoran mi perfume Antonio Banderas
y en alguna pequeña reuníon con amigas
me muestran
sin dar explicaciones.
Cuando los maridos van al Sur, a cazar jabalíes,
invado sus jardines.

Conozco
sus dormitorios y
sus adicciones.
Evitar ciertas palabras
y repetir los rituales del ocultamiento.

Acá, en el borde del allá, hay perros sarnosos
durmiendo en las veredas.
Yo tengo una bicicleta nueva,
unos Ray Ban auténticos con marco de oro
y adoro llamar a las cosas por su nombre.
I



me gustan las putas y las salamandras
noble hierro calor invierno
siempre amistad abrazo
fuerza sonrisa en pie
vino tuco polenta
esquina tacones
algo
como acurrucarse y
a la vez encontrar una salida

madrugadas de llanto
en la vereda
nos cruzamos el insomnio
bajo las ramas de un gomero
papelitos plateados
un desprolijo desenfreno
mezcló los besos que guardaba

para mí

más adentro
el pudor que antes faltó
y ahora sobra
nos aplasta

debería acostumbrarme al rouge
y las caricias
a que alguien me piense el cuerpo
y no me pida

ella busca
un hombre

y no es este hombre que le doy
no es
no lo encuentra