jueves, 29 de abril de 2021

Alejandro Mendez Casariego

 


Alejandro Mendez Casariego
(Buenos Aires, 1952)


La mujer del Samurai, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2019. 











女大学

Preceptos (Onna-Daigaku)


Me entregaron

muñequita vestida

con un atroz kimono

que me inmovilizaba

a un senshi del lugar

me instruyeron

en no discutir el destino

que baja sobre cada una

con una daga afilada en cada mano:

una para no huir

una para no ser


Seguí los consejos de mis padres

actué según

los preceptos del daigaku


mi okasaan invirtió muchas horas

en enseñarme reverencias

gestos de sumisión

recato, discreción

obediencia al suegro,

al marido

a los hijos varones

expresar las opiniones

en caso de ser necesario

como si fueran ajenas

en tercera persona

y en condicional


Usar al menos cinco prendas

de ropa superpuestas

no levantar la voz

por encima del susurro

del agua fluyendo

en el estanque

no mover la cabeza en negación

no suspirar

porque el suspiro

es rebelión ensimismada


Dormir antes que el sol


Pero sueño

y en mis sueños

aletea un dragón

de largo y alto vuelo.








会話

Conversación (Kaiwa)


Mi madre me instruyó

celosamente

en el arte del kaiwa


Nunca menciones nada

en forma directa

busca el atajo

el subterfugio

Toda palabra dicha limpiamente

corta más que el filo

de una kodachi

todo sentir tiene reflejos

y todo pensamiento

referencias análogas

que embellecen la torpeza implícita

en aquello que los hombres

llaman verdad


Encontrarás que el sentido

no descansa en la frase

en el decir explícito

sino en la forma contenida

rítmica

de la respiración

no deben mencionarse a las personas

ni los hechos

sino lo que ocurre alrededor

el contorno es la forma

que contiene

la esencia de todo lo que existe


Date a entender

sin aludir a nadie


Di solo aquello que

cuando no es dicho

estalla como un trueno


o mejor aún

guarda silencio.








書道

Caligrafía (Shodo)


Nunca fuiste maestro 

en el arte del shodo.

Creo que no comprendías 

que mirú es una forma de entender 

de mirar no sólo con los ojos 

de ver lo oculto que hay entre los cuerpos 

de observar 

y de guardar silencio.

El mirú, la mirada

era, para vos

el sólo sentido de dominio.



No importa lo que decía el tegami 

que encontré escondido

entre tu ropa y tu armadura. 

Allí estaba tu trazo 

privado de matices, sobreexpuesto 

sobre la tela blanca, vertical. 

Las vetas de los ideogramas 

goteaban por la vacilación 

por el pulso inseguro.

Detrás del contenido poderoso, triunfal

de tus palabras 

el continente de tu caligrafía delataba 

a un hombre pequeño y asustado.








願望

Deseo (Ganbo)


Hubiera querido tocarte

o que me tocaras

y que apenas esos dedos

moviéndose en el arco involuntario

de una inercia

me rozaran sin querer

sin voluntad

que por error

me hubieras alcanzado con un gesto

y para señalarme algo

me tocaras la mano

con el pulgar y el índice

o que en lugar del imperio

de la voz de mando

en la distancia

vasta de nuestra habitación

hubieras acercado

tu aliento al mío para susurrarme

tu deseo de cualquier cosa

que yo pudiera darte.

Hubiera querido

que fueras algo más

que la sombra y el peso

de un hombre

sobre mí.








会見

Puñal (Kaiken)


Pusiste mi rostro tras una máscara

de polvo de plomo

me untaste

con silencios permanentes

quisiste

que sólo mis ojos y mis manos

tuvieran movimiento

que el viento no agitara mi ropa

ni me hicieran llorar

las sucesivas muertes


pero detrás

por dentro

todo esto sucedió

y mucho más

porque la soledad

y la demanda del cuerpo

urdieron perfectas rebeliones

soterradas tormentas

que estallaron a la hora precisa


a tu regreso me incliné

en falsa reverencia

escondí las manos

en las mangas opuestas

acaricié la empuñadura

cerré los ojos

y dejé de verte





Glosario japonés-castellano

Shodo = Caligrafía, escritura

Tegami = Carta

Senshi = Guerrero, otra forma de decirlo.

Daigaku = Preceptos, normas

Okasaan = madre

Kaiwa = conversación, diálogo

Kodachi = espada corta

Kaiken = Puñal























sábado, 24 de abril de 2021

Luciana Mellado

 

Luciana Mellado
(Buenos Aires, 1975 / vive en Comodoro Rivadavia)
 

El coloquio de las plantas, Delta de San Fernando, La Ballesta Magnífica, 2021.

















Lavanda

1.

No tengo nada en contra mío
pero le pongo empeño
en derrumbarme
a veces
como la lavanda
sobre su tallo
leñoso
y retorcido.

Rodeo con la mirada
la planta
que en una esquina
del cantero
se yergue
y se derrama
hacia la calle.

Abro la canilla y empiezo el riego.

La tierra quiere conversar:
quien habla no está muerto.

Me contento con entrever
un modo de existencia
aunque me falte
el lenguaje.




2.

Abandono el deseo
de abandonarlo todo.

Armo un ramo de lavanda
y recojo las sobras de cada espiga
toda molida como la fe.

Me gustan las flores apenas cortadas,
cuando su vida existe
lejos del cuidado
y las expectativas de futuro.

Miniaturas violetas,
sus despojos fragantes
se desarman adentro de mi mano.

Las huelo y florece en mí
un recuerdo que se vierte
en cada gota de agua.

La presión del riego es fuerte
como la orina de un potrillo.

Una luz modesta tiembla
entre los árboles.

La lluvia de la manguera golpea
la fragilidad de las flores pequeñas.




3.

Mi abuela guarda en la cartera
un cordón umbilical
y unos mechones
de pelo.

Hojas secas de la vida.

Podría escribir con las plantas
un libro de preguntas.

Para existir necesita
ser nombrado.

Una mujer sin lengua
crece en la corteza
que habla.

El agua orienta al agua,
el aire orienta al aire.

Yo no puedo orientarme
a mí misma.

Corto mi cabeza como una flor.

Quiero restituir un orden.

Riego el silencio de las flores 
con palabras.

Amenazo la bondad de la naturaleza.

También tuve lagartijas en mi infancia
pero ellas no me hablaron
ni me dijeron madre.

La lavanda crece mejor
en suelos secos.

Oscurece.

Me animo a silbar
aunque sea de noche.









Abrojo

1.

El abrojo tiene un fruto con espinas
que se pega a la ropa y al pelo
de la gente y de los animales.

Cuando los tallos son rastreros
las púas se clavan en las piernas o las patas.

Cuando lo notamos, nos urge sacarlos,
eliminar la intrusión.

¿Qué fue la primera cosa que robaste?
¿Qué color tenía, qué textura, qué brillo?

A vos te encantaban las latas de paté,
la redondez dorada de esas monedas
llenas de hígado invisible.

A vos te gustaban las latas, no el paté.

La forma no es igual que el contenido.

¿Las plantas son una forma o un contenido?

¿Y tus ideas y tu insomnio qué cosas son?




2.

Existen varios tipos de abrojos
con nombres diferentes
y flores de distintos colores.

La movilidad se les da
en el cuerpo de otros.

No acortan ni alargan las distancias a recorrer,
pero se dispersan en el recorrido.

No hay malas flores ni malos caminos.

La mirada se distrae de la pisada.

Si una viera con un microscopio
las puntas del fruto del abrojo
vería que parecen garfios.

Tu dependencia también tiene formas minúsculas
imperceptibles a simple vista.

No te molesta el juego de Penélope,
de tejerse y destejerse cada día.

Te desconcierta que no reclame el viaje
ni el mar, el agua que tiembla.

Toda hazaña reclama botín
y una renuncia.

Llegaste a un destino. Vas a llegar.

Alguien te sacará de su vida
como espina de abrojo.

Vos harás lo mismo.






















miércoles, 21 de abril de 2021

Diego Brando

 

Diego Brando (Leones, 1987)

El reino de los peces, Buenos Aires, Barnacle, 2021.




















1

 

Ruido de ángeles cayendo en el patio

y de insectos tragados por las arañas.

Los frutos crecen y absorben la noche

y destilan el azul más bravo del universo.

He oído demasiado caerse

el mundo sobre la casa,

y cargar con sus cimientos sería

darle de comer a los chacales.

Se precipita la lluvia y las gotas golpean

sobre el cobertizo, como un oro pálido.

Huyo entre la bruma y pienso en no regresar;

detrás cuelgan las ropas de los muertos.

Qué loca idea fue nacer, madre,

en noche de tormenta y lloviznas.

Algo se quebró desde el principio.









4

  

Exigirle al viento que detenga

su furia

contra todo lo creado,

que nos dé tiempo

de resguardar las flores

bajo el calor de las galerías;

y que pase a llamarse aire,

cólera irregular de los dioses;

para salir luego a recibir el sol

como regalo único del universo;

y así alimentar nuestro cuerpo,

sentirnos parte

de lo que crece y se expande.









10

  

Todas esas campanas que suenan

en la madrugada, como flores abriéndose

dentro de la selva, saben de alucinaciones.

Unos perros afuera, la maquinaria de un sistema

eléctrico de trenes, la humareda del basural,

nos llegan hasta aquí como moscas,

o bichos que cruzan el patio del suburbio

hasta enterrarse en los rincones.

Y un espacio siempre abierto para el milagro,

un tiempo que se agota en lo salvaje de una tierra

poblada de rarezas que se articulan hasta desaparecer,

como el eco de nuestras voces en la superficie.






14

  

El campo de la vigilia se abre

como animales que van hacia la tormenta,

y es azul el horizonte

mientras detrás de los párpados hay fuego.

Es que perdimos temprano a los nuestros,

callados hasta el silencio,

abiertos a la cirugía del exilio.

De más estuvieron los pájaros,

los escándalos de la flor naciendo,

la espera de los bárbaros.

Creímos en la eternidad

y lo único que permanece es la hierba

que crece dentro de nuestras cabezas,

oro puro, sin embargo.







17

  

Duermo profundo en la noche del caos,

cuando el mar se deshace a golpes eléctricos,

a latigazos de Dios sobre inmensas bestias,

en la suma de una música con instrumentos

que son el delirio, la máscara oculta

de una representación dramática.

Y si me hubiera mantenido despierto

habría saltado sobre el agua,

empapado de barro la cara de la gente;

y si no lo hago es porque duermo

sobre aquel otro derrumbe que es mi cerebro,

un cántico a la locura, a la noche de la lujuria,

un espanto de cangrejos corriendo hacia la playa

frente a un mar inexistente o desaparecido.

Pero duermo y eso es todo,

profundo como el pozo más hondo

en que uno cae cuando es demasiado tarde,

después de haber padecido el propio desastre

en el medio del fuego y su furia.

A la noche siguiente prenderé la luz y esperaré,

y si la calma se repite

como un disco que acaba y vuelve a sonar,

esperaré la próxima,

y el deseo se abrirá como un animal a la intemperie,

un cuerpo hinchado pero vivo,

la cara oculta de dios sobre una moneda.






32

 

 No logro dar con el sentido último

de las palabras. Fueron hasta aquí como la piel

de asno de todo lo que hubo,

calma, insolación, vertedero de hechos cotidianos, como

si la rapiña fuera recogida justo antes del despliegue

de la naturaleza, hojas sobre el pasto, el insecto cantor de pavor,

el humo que se retira de la casa incendiada, cuando aún hay

otro hogar en donde encender los leños, donde colgar

la ropa o acariciar al gato luego del aguacero.

Pero no hay, lo que suele decirse, futuro, sino este padecer

de cuervos en busca de otro color que no sea el suyo, una jaula

pendida de una madera podrida al sol, actos de fe,

en ese inmóvil desierto que es uno, arena en el cuerpo,

perplejo como un animal que no entiende lo que dice.
























sábado, 17 de abril de 2021

Paula Novoa

 

Paula Novoa
(San Antonio de Padua, 1978)

Flores a mis muertos, Buenos Aires, Cave Librum, 2021.



















Un fruto como la magdalena

Tomé un fruto,
padre,
lo acerqué a mi boca
y tu memoria se acuñó
en mi memoria.

Tomé un fruto,
padre,
y su dulzor
me llevó a tu infancia.

Ahí,
en tu casa,
me senté a la mesa junto a tus hermanos,
probé el alimento de tu madre muerta,
y volví para ser tu hija.







Techo de chapa

El patio inundado,
las hormigas muertas,
un perro negro,
harto de tantos días,
descansa sin luna.

Cuando llueve así,
como si nunca,
se detiene el tiempo.
Como cuando alguien muere
y se corta el hilo
que nos conduce
al día siguiente.







Hierbacarmen

El aroma a cedrón
trae el fantasma de Carmen.
Ella ponía hojitas en el mate
y olvidaba a los hijos muertos,
la vergüenza de la carne,
la soledad elegida por desconfianza.

Cuando mi abuela arrancaba una hoja de cedrón
con un movimiento,
siempre el mismo,
ordenaba el mundo en ese gesto.
El sol volvía a ser sol,
el agua era de nuevo agua,
el cielo era cielo y ella
era justo ese momento
con su nombre.







Cementerio de animales

Debajo del nogal está
el cementerio de animales.
Dos niñas construyen
lápidas y coronas.
En un banquito
frente a las tumbas
rezan.
Ahí, aprenden
que la materia perece
y rezan.
Con las manitos juntas
y los ojos cerrados
rezan.
¿Esto es la muerte?
preguntan.
Sí, la muerte:
decenas de pequeñas tumbas al pie del nogal
y una plegaria.






Promesas

I'm gonna love you till the heavens stop the rain,
I'm gonna love you till the stars fall from the sky,
                                                        For you an I
                                       "Touch me", The Doors


Tuve un amor en una isla
y, como todos,
le prometí eternidad
¿quién soportaría
conocer la medida del amor
cuando comienza?
¿acaso sabe de su muerte
esta mariposa?





















domingo, 11 de abril de 2021

Teresa Orbegoso



Teresa Orbegoso (Lima, Perú, 1976)

Abro el miedo, segunda edición, Buenos Aires, Las Furias editora, 2021.










Mi cáncer dice:

acuérdate de mí ahora que eres adulta y que han llegado los tiempos en que el agua bendita es sólo agua. Los tiempos en que el hábito del santo ha sido abandonado en la playa. Los tiempos en que tu páramo se ha partido en dos.




Escucha todo lo que suena en tu cáncer. ¿Alguien podrá oírlo contigo?







Abro el miedo. Mi madre viaja sola sobre un iceberg. Dentro de él estoy yo congelada mirándolo todo.




Algo. Algo es. Un pesón estrujado. Inger, algo avanza por mi pecho hasta casi llegar al hueso. Se aferra a algo y algo y algo. No puede detenerse, como los sonámbulos. Se aferra a lo que encuentra. Se aferra más.







Sí Inger, el agua bentida de Santa Rosa de Lima existe
La fría herida detenida existe
con los mechones del cáncer arrancados existe
Teresa Orbegoso existe




Las células buenas se encuentran con las células malas en la danza de las células. Hay una guerra. Las células buenas pierden. Las células malas colocan su bandera de vencedoras sobre mi pecho.








[...]


Mi cáncer dice:
tienes cuarenta años. La edad para ver aunque tú no lo quieras. La vida nos toma y nos deja caer. Yo no era la muerte. Y entonces tú caías y te mirabas así: caída, sin poder hacer nada. Tú: la huérfana. Te dabas cuenta de que la felicidad no era una máquina, ni un peluche, ni un animal.






Algo busca nuevas palabras. Me lleva al recuerdo desordenado de mi infancia. Rueda y rueda como una piedra que hace volteretas con mis miedos.















[...]



Operados los cuerpos
en fila india
esperan la pastilla de la salvación
No hay resplandor
ni máquina para curar las amputaciones
Sólo celdas
siendo siempre
que algunos de los pobladores de Yungay
donde el aluvión enterró la ciudad han
salido a marchar contra la muerte
muertes que en los últimos años
han sido numerosas
en el continente sudamericano
donde solitarios indígenas de sus múltiples culturas
han perdido la memoria
sin que puedan dejar de dibujar imágenes
que ya no entienden o
que han mezclado además con símbolos
de la civilización de la barbarie
hasta desaparecer en estos países
inventados de nombres sin sentido
y realidad maravillosa
de Cien años de soledad
Aquí subo yo al Uraj Pacha
al mundo de los de arriba
de los envueltos en las pancas del capitalismo
como semillas de la pobreza eterna
lanzo ángeles





Mientras tanto el cáncer de la vejez avanza como un ejército, se manifiesta. Cruza el semáforo en rojo, el semáforo en verde. El cáncer del pensamiento nace, alumbra, se detiene, se pierde. Nos encuentra. La vitalidad es un recuerdo de la vitalidad, apariencia.













Mi cáncer dice:
El capitalismo se rompe como el pan y un día cualquiera, todos los miedos de la tierra se tocan.







Las cáscaras de los huevos caídos de algún árbol dicen que hubo un nido, una cría. O la apariencia es y las crías están enterradas bajo las hojas, la apariencia tocada por la apariencia, circunstancial amanecer contra una vitalidad extraña en lugar de algo, olvidar lo que está en el pasado. Antes. Antes. En este antes.  





































jueves, 1 de abril de 2021

Andrés Bohoslavsky

 

Andrés Bohoslavsky
(Cipolletti, 1960 / vive en Buenos Aires y en alta mar)


Medianoche en la plaza de los sueños y otros poemas, Buenos Aires, Leviatán, 2021.

















El piano bajo la lluvia 

Cuando el pianista terminó la ejecución de la sonata
el público de pie aplaudió a rabiar
extasiado por esa música de ensueño.

El mundo es extraño me dije
y sin saber por qué, pensé que las personas
no siempre sabemos quiénes somos
sino hasta que es tarde. A veces, demasiado tarde.

En el mismo instante
en que concluye mi pensamiento comenzó a llover
con intensidad
solo queda el piano mojándose
ni pianista ni público ni nada
como si esto nunca hubiese sucedido
o solo hubiera ocurrido en mi mente.

Mientras miro esta imagen desolada
se desliza hasta mis pies
mojada, doblada y casi destruida
una partitura para piano y diluvio.







Poesía en el lado oscuro de la luna

Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas
que necesitaba para pasar esos días
creyendo que podían convertirse
en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:
el libro de Chéjov sin terminar
el álbum de fotos que no miraba hace tiempo
el avioncito para armar que mi padre me había traído
de uno de sus viajes
y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik
para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.

Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos
junto a mí, en el banco de siempre en la plaza
el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el avioncito armado
y el cubo de Rubik sin resolver.

Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé
en su única página escrita hay un poema
que ahora gravita sobre un cráter
en el lado oscuro de la luna.







El pequeño Buda

El niño que vende golosinas en la plaza
se acerca y me pregunta qué escribo
un poema es mi respuesta
me pregunta qué es un poema
un poema no tiene explicación, contesto.

Si no tiene explicación, entonces es como el pájaro
que me sigue
y me cuida hasta que vuelvo a casa, dice.







El falso genio

Sale de la vieja lámpara y dice concederme tres deseos
miro hacia todos lados para que no piensen que estoy loco
y terminar nuevamente en el psiquiátrico
o declarando en la comisaría de madrugada.

Pero el tipo era un simple estafador.

Cuando vuelvo a mi cuarto
no encuentro a mis padres
ni retorné a mi infancia
y tampoco esta noche logré escribir el poema perfecto.