martes, 8 de septiembre de 2020

Alicia Salinas

 


Alicia Salinas (Rosario, 1976)


Teoría de la niebla, Rosario, Baltasara Editora, 2019.









De "Las voces"


Monólogos de sangre fría

Toda farsa tiene puntos de fuga,
la quebradiza inercia del pasado
ejecuta lo que sabe.

La fuerza de lo pequeño
dtrás de la censura
–un átomo en su eje
no deja nunca el movimiento–,
la palabra que devela y el silencio
parlante. Todo este fru fru
no me conmueve,
hace rato crepita otro cuerpo,
como si a un animal de sangre fría
se le exigiera
pasar su vacación en el infierno.

Y sin embargo
me quedo a vivir en esta casa
diciendo cosas al espejo.









Necesario 

"Como se mueve un jarrón chino inmóvil
perpetuamente en su inmovilidad"
T. S. Eliot


Mi madre habla
de qué fáciles son las cosas
antes irresolubles.
¿En un pase de magia
se volvieron triviales?

Acongoja la constancia del dolor,
el murmullo incesante.
Cortina que debe correrse
en medio de la noche.

Creí descubrir una verdad
frente a la desmesura de las plantas,
el capullo y su vital condición,
la crueldad de una espina
–al pasar la rocé y me sacó sangre–.

Ahora una piedra dicta
el buen actuar de una mujer
en cada cincunstancia.

Dónde el silencio del jardín,
el timbre de mi propia voz,
el nuevo tono.









De "Las formas"



Conjetura

En qué fragua se forjó esta piedra
transparente, propensa a la lastimadura,
tanta fragilidad dispuesta
al desembozo en lo más mínimo.

Lo pequeño llama a lo pequeño
y la lluvia a la lluvia.
A veces, perdonar es imposible.










Inflexión


El rostro de Ko

                                                                A partir del hexagrama 49 del I Ching, 
                                                                                    el libro de las mutaciones

¿Qué resulta si se funden lo placentero y lo oscilante
(arriba el agua, abajo el fuego)?
La revolución.

Una vez al año la piel del animal muda,
así la subversión del tiempo suspendido.
Yo misma me suspendo, aunque cueste
decir "yo" y reconocer el movimiento,
aceptar la ceniza, disiparse.
En la superficie líquida
se perfila un corcoveo, imposible todavía
asumir el salto o la palabra.

Huele a revolución el animal que se agita,
la ausencia de remordimiento, el valor
en las piernas expandiéndose.
Quisiera quitarle el anzuelo
al pequeño pez junto a la orilla.
¡Tiene voz y llora como un gato,
el ojo de mi hija clavado en la mano
del pescador descubierto
robándole al río una cría!

Volvemos caminando, no preguntes
quién aletea, de qué manera está hecho
un espíritu libre.