lunes, 21 de diciembre de 2020

Celeste Diéguez


Celeste Diéguez (Chascomús, 1979 / vive en Buenos Aires)

La canción del amor, Buenos Aires, Tammy Metzler, 2020.












Chicas del 2000

 

Cuando era chica y tenía pesadillas de noche

mi madre me traía té y una bolsa de agua caliente;

la puerta ventana daba al fondo de la casa

más allá estaba la laguna, los juncos

y los pozos de la draga.

 

Cuando era chica era hija única

y mi interior me parecía más apasionante

que cualquier experiencia,

excepto inventar historias, subir a lugares altos

y apretar bailando lento en los asaltos.

 

Cuando era chica quería ser detective

veterinaria y escritora;

leer el mundo como una partitura

huellas digitales o un sistema circulatorio

dentro del cuerpo o en signos sobre una hoja.

 

Cuando era chica me escondía en el pasillo y miraba

las películas de grandes que pasaban a la noche,

mi madre nunca convivió con ningún hombre

ella decía que su libertad valía mucho más que un marido.

Mi padre se borró cuando la hiperinflación,

con una familia ya tenía suficiente;

supe del orgasmo antes del primer beso,

la regla me bajó a los trece.

 

Cuando era chica me gustaban los villanos

y quería ser madre soltera

para no compartir las decisiones

usaba una remera negra que decía Harley Davidson

tenía grandes planes para mi futuro

era fanática de Stephen King

me emborrachaba con Gancia

y otras mezclas asquerosas como Tía María;

los cigarrillos los escondía en el baño de la matiné

que como era en el Club de Pelotas

le decíamos Pelotita’s.

 

Mi educación sentimental estaba mixturada

como la de muchas hermanas de mi generación

mezcla de todas las películas de preparatoria yanquis,

algo intermedio entre Beverly Hills

y Socorro Quinto Año, pero bonaerense;

sentía que los temas de Roxette habían sido escritos para mí

y nos colgábamos unos horribles chupetes

de acrílico del cuello.

Sabíamos de manera fantasiosa un poco del sida

un poco de la merca

y a los homosexuales del pueblo les decían maricones,

las chicas usábamos Impulse, los chicos Axe

y un amigo me hizo un tatuaje

que nunca se supo bien qué era;

yo era chica pero siempre me sentí más grande

andaba con el woofer subido a la máxima potencia.

Cuando fue mi primera vez,

con ese novio fanático de Iron Maiden

hice con el dedo un dibujo en el vidrio de su auto,

mientras pensaba –¿esto era?

 

Con mis amigas nos creíamos chicas del 2000

y la noche del cambio de milenio, con el Falcon de José

chocamos contra un árbol.

Ese día no pasó gran cosa, pero la nueva era

trajo aparejados algunos eventos relevantes;

abrimos un bar con mi vieja que se lo tragó el bardo,

empecé a tocar en una murga, abandoné la militancia

me hice un aborto con pastillas

sin contarle nada al chico con el que me iba los sábados

se murió Rodrigo, el país se prendió fuego

me enamoré de un hombre casado

mi amiga Marie quedó embarazada de Lucía,

me partí un diente y cumplí 21 años.

Será que acaso hoy sueno confesional y autorreferente

como me dijo una vez ese poeta choto que había muerto

pero no se había enterado,

será que si estoy hablando de mis cosas

no tendrían que venir a decidir los otros;

será que sobre el cuerpo y la escritura

siempre hay que reservarse la última palabra.

 

 

 

 

 



Ya no vamos a ser jóvenes nunca más: qué alivio

 

Cuando trato de explicar a alguien lo que me pasa

y veo que el sentido se escurre

y todo se convierte en otra cosa

me acuerdo que nada se puede fijar

nunca se ha podido

¿qué te creías?

 

Concentro mis esfuerzos en tratarme con dulzura

pero llevo encima un hacha plateada y hambrienta

y el filo siempre corta por lo más delgado.

El agua que vemos

encerrada en una botella de plástico

tiene el poder de adaptarse a cualquier envase,

esa parte de mí también soy yo.

Dejo que el sol active una a una las células de mi piel,

mañana comienza una nueva etapa

en mi investigación sobre el amor.

 

La gente que nos rodea

casi nunca sabe de qué estamos hablando

pero no importa y todo sigue su curso;

mostrar y ocultar

el movimiento natural del agua.

Una flor chiquitita

tu olor dulce en un lugar atestado

un recuerdo muy antiguo

que no puedo fijar.

No me caen bien

las personas a las que les caigo demasiado bien.

¿Cómo puede ser que el veneno sea el antídoto?

Si cierro los ojos

vos y yo somos una sola cosa

¿qué te creías?

 
























  

No hay comentarios:

Publicar un comentario