lunes, 22 de febrero de 2016

Laura García del Castaño



Laura García del Castaño (Córdoba), Los demonios del mar, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015.




















el secreto del amor

¿te hablé del amor?
¿de la crin filosa que a tu mano se enhebra?
¿cómo se ama?
¿cómo se administra una avalancha?
¿has visto una carrera de galgos?
el secreto está en la largada
me dijo un experto
en bestias de aspecto sencillo y voluntad poderosa
en rostros escuálidos
de oídos sordos y piel clarividente
el secreto de la nieve
está en apartarla hasta que duela
él es un viejo hábil
le gustan las mujeres que cambian
de gris a azul metalizado
como la reina mora
es un pastor de la conversación
un fanático de las mutaciones
que exigen derrumbamiento
un jardinero de la espera
esperar que la maleza estalle
esperar que al galgo le brote la gloria dentro
esperar que el amor flote en un vaso
como un insecto inevitable
los galgos no son perros cualquiera
son esquimales altivos
que hablan otro idioma
guerreros de flacidez absurda
ángeles de otra siembra
poco corpulentos nada creíbles
y sin embargo miran un punto
siempre hacia adelante
correr desagotando la huida
hacia una meta trazada
por un experto en mutaciones
¿te hablé del amor?
¿de su crin fabulosa que se aprieta como la nieve?
un día es un perro marrón, silvestre, cabizbajo
al otro es un galgo
alto, azul y prepotente
no 
el secreto de las carreras
está en sus mezquinas alianzas
para dejarse atrás
las cabezas se estiran
sobre la línea se traicionan
cambian
de azul metalizado a ceniza











nadie te conoce

no saben cómo
dispones la risa, moderas el hambre
controlas el celo
la voracidad de la carne
no saben dónde
clavarías la lanza
si eres quien da o quien bebe
del veneno
lo inesperado es un mundo de ciegos
mirando el mar
esta habitación, la ropa sucia
tu dolor de espalda
que rujas como un niño maldito
no sugieren nada
sobre el corazón más tierno
sobre el bonsai más soleado
se esparce el musgo
florece la catástrofe










el sabor de lo deshecho

ahora que vacilamos
como dos trozos de madera en el mar
el oleaje nos distancia
a una medida en la que podemos sentir
la resignación
una fuerza de tempestad mayor
a nosotros mismos
la respiración del destino
que nos quiebra
algo insiste entre nosotros
y con esa ansiedad
alimenta este muerto
porque lo perecedero se impregna mejor
en el vacío
lo sabemos nosotros y ese perro callejero
que desgarra
el sabor de lo deshecho