lunes, 2 de agosto de 2021

Juliana Bonacci

 

Juliana Bonacci
(Camilo Aldao, 1976)

Herbario, Córdoba, Dínamo poético, 2017.

Envío de Marcelo Dughetti.












Uno

De niña quería saber
cómo iba a ser mi amado.
Una noche, antes de dormir
tomé una ramita de abedul
la até a mis cabellos con una cinta rosada
y acaricié mis párpados con aceite de lavanda.

Recité:

"Colores silvestres que tiñen
el río soleado de ardores
develen mis dudas
y anuncien pasiones".

Al despertar solo supe cuál era
el color de las orillas
cuando engendran una partida.



"Quien sueña con el Betula pendula protege su hogar contra las penas. Algunos místicos sostienen que la presencia de dicho árbol está indicada para mejorar las depresiones. En un tiempo otro, era conocido por muchos que las cunas que estaban hechas con su madera resguardaban a los infantes y por pocos, que las escobas de brujas se hacían con sus ramas".  








Dos

Busco plantas sagradas
en las que veo cada día.
Hojitas de albahaca
ramitas de helecho y
flores de hibisco.
Dejo que se sequen y tomo
solo una cucharada de cada una
para hacer una tinta con la que
escribo el poema que recorre
mis nervaduras y llega
al margen del sentido.



Llevo conmigo un manojo de  hojas de Ocimum basilicum para atraer la riqueza, metafísica, claro. Después de la tercera noche en duermevela preparo un bebedizo con esas hojas para poder descansar. Cuando lo logro, sueño que camino por jardines con pérgolas cubiertas por una filigrana verde opaco de rizomáticos Pteridium aquilinum y refrescantes. Hibiscus sabdariffa. Atardece y acompaño a cada cáliz azucarado en su caída. A la mañana despierto llena de capullos.








Cinco

Anís estrellado contra mi corazón.
La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente.



Estoy de viaje. Llueve. Lentamente. Y se derraman las connotaciones. Es el apogeo de la primavera y los brotes relucen. De alguna manera siento como si estuviera en casa. No voy de paseo porque prometí recoger las semillas de Illicium vertum, que abre sus flores en esta estación. Ellas ofrecen la esencia para un poderoso remedio. Beber su infusión a diario aumenta la clarividencia y permite percibir acontecimientos futuros. Aunque esta vez creo intuir el pulso de las cosas.








Quince

La higuera ya no está
pero impregna mis recuerdos.
En el lenguaje de las plantas
significa penuria.
Ese detalle pudo haber pasado inadvertido
con la misma sencillez
con la que pudo haber calado
en el inconsciente familiar
como una profecía.



Antonia venía a buscar hojas de Ficus carica para practicar un método adivinatorio. Escribía una pregunta sobre una de ellas y, si esta no se secaba inmediatamente, era de mal augurio. Ubicada en un sector umbrío de la casa su existencia no se desvió de la zona de los misterios. Con el tiempo pude ver cómo agonizaban sus ramas, cómo sus frutos se atestaban de insectos, cómo se volvía gris, porosa. Todavía recuerdo con pavor una hoja verde con la que no me animé a dialogar.








Veintiocho

Las flores solitarias, hipnóticas de la pasionaria
¿qué esconden entre sus pétalos?
Hasta ella llegan atraídos por sus nectarios
pequeños visitantes que bailan
una danza adivinatoria
descubren que sus hojas irán
a una colección caprichosa.
La dulzura es un señuelo
y
la muerte la ignorancia
de todas las criaturas.



El Mburucuyá es una planta que, según la botánica oculta, sirve para infundir paz y armonía, como también para vehiculizar intenciones mágicas para el desarrollo de las amistades. Los primeros habitantes del Abya Ayala usaban su raíz para elaborar cataplasmas con las que trataban quemaduras, heridas e inflamaciones.