domingo, 4 de junio de 2017

Noelia Palma



Noelia Palma (Buenos Aires), Que la muerte nos ampare, Francia ediciones, Buenos Aires, 2017.



















1

Esperemos mucho tiempo
te digo
con el pretexto de saber
clavarme sobre nosotros
sobre mí
la rodilla puesta hacia delante
hacia la parte de adelante
donde nada
ahoga
y todo es un muro
y no escalamos
porque estamos esperando mucho tiempo
tictactictictic
y dios se ríe asustado
a ciegas en su cuarto
pronunciando apenas
el fin de un mundo que no puede
pedir perdón
y ni siquiera sabe ser tan tarde.












7

Abandonar
como se abandona
un clavel sobre la mesa

dejarse caer
hacer el intento de levantar la cabeza
mirar cómo se mueven las cortinas
cerrar y abrir los ojos
en el afán de borrar cada vez más el mundo
ceñir
      casi nada
                  con total magnitud.










23

Todavía hay luz.
Es una luz triste entrar por las cavidades del silencio
a morir de una palabra enero
como diciendo un perro al que los huesos
se le cayeron de a poco
pero casi por costumbre.

Hay luz y es de música y la carne
está frita después del espanto

y es lo que arde siempre
cuando la asfixia está tocando los violines
donde se aprende a olvidar a dios
(no mencionar las atrocidades de dios)

habrá que apagar la luz
cerrar el labio voraz, nutritivo
mostrarle las costillas al fuego para que se consuma
beberse todos esos libros crónicos
fumar 26 cigarrillos seguidos, antes
para que el conjuro contra el espejo
–ese padre que no supimos matar de un tiro–
nos salve con un clavo en cada ojo
y una lanza
que salude por la espalda.












10

Pienso la muerte

sé que existir es ponerle un peso exacto

ahora soy conciente también del silencio
este nunca con dos caras viviendo sobre un mismo poema.












1
Sobre un poema de Juanele Ortiz

Ese árbol nocturno es una foto.
Lo intuyo en un poema de Juanele
miro al fondo, hay lo inasible.
Y pregunta; ¿Era yo el que regresaba?