Damián Lamanna Ge (Buenos Aires), Propiedad horizontal, Buenos Aires, Añosluz, 2016.
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ya no vivo acá
voy soltando el ritmo, las distancias
que tallan la forma de una nueva casa
ya no vivo acá y sin embargo
vuelvo en cada órbita
a llevarme a mis fantasmas
convencerlos del peligro
de ir dispersos entre perros y escaleras
que no sienten, será eso
la vida en mil fragmentos
decir quién soy desde cero
cuando piso un barrio nuevo
sonreírle a todo el mundo, ya no
vivo acá y un caracol emerge
desde el agua, las macetas, con sus
voces
soy mi propia casa
la que siempre está pendiente
la que nunca está vacía
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entre el cuerpo y el asfalto, agua
que va deshaciendo
un barco de papel escapa
se pierde por la zanja
pero mi suela nunca
se desgrana y voy
cargando la memoria
de la carne fría
toda en la boca llevo una piedra
atragantada es el diluvio
que no fue
más que llovizna
en los bolsillos, un corazón
diminuto
como los ojos de un cachorro
quiero regresar
a la sangre en el cantero
o la claraboya. que salgas a regar
las raíces de este cuerpo
crecen
crecen y es el mismo
que antes caminaba hacia una casa
donde ahora vive otra familia
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/ no se puede describir una voz
*
me mudé a una casa que ya no existe,
pero antes
un viejito sin pelo, abotonado hasta el
cuello me dio la bienvenida
“acá vivo desde hace 30 años, crecieron
mis hijos”
faltaba poco para la primavera y el aire
amarillo
volvía los árboles más altos, el
silencio poderoso
por un segundo
mis medias me llegaron a las rodillas y
pude
guardar unas monedas, un billete azul
para comprar un jugo enfrente de la
plaza
nuevo hogar
que poblaré con lo que soy ahora, la
mirada más densa
manchas sobre el río blanco, un barco
clavado en la tierra
iza sus velas para que el corazón las
escriba
**
como un farol cuando volvía del trabajo
el viejo siempre parado junto a la
puerta
una tarde le pregunté si esperaba a
alguien, su voz
emocionada de deseo y luna
me hablo de su hijo más grande
mientras el botón del cuello le ajustaba
las venas
de vez en cuando
necesito pensar en esa espera
el epílogo de una familia
el momento preciso en que elegimos
quedarnos solos
***
cuando volví de unas vacaciones se lo
habían llevado
a veces la muerte toma connotaciones
políticas
otras nos dibuja el encierro del que
huimos
en plena caída, una casa
donde el abandono sostiene las paredes
a la espera de que vengan a arroparlo,
se lo llevaron
adentro de una palabra que los vecinos
repetimos
en el almacén con cara de tristeza.
difícil saber
qué nos provoca la muerte de quien nos
da la bienvenida
un primer amor, te abrió la puerta
a ese dolor inexplicable. cómo se hace
para hacer pie en el aire que se
derrumba mientras viajo
entre formas y colores se lo llevaron
y a veces
siento que recorre el pasillo, hace
tiempo
hasta que vengan a buscarlo. como un
delirio
su risa rebota en ese lugar imaginario
donde habita toda la gente que nos cuida
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/ según la vecina de adelante
antes de que nosotros llegáramos
un hombre obeso ocupaba la casa
ahora podemos entender tantas marcas en
las paredes
agujeros de tornillos y clavos, los
desniveles
del suelo el sentido exacto donde cae
la luz en mediodías de lluvia
antes que nosotros un pobre tipo inmenso
que necesitaba de estructuras para estar
de pie
fue sacado muerto por la ventana del
cuarto
la puerta cerrada, como después de una
cesárea
la casa podría ser una madre que todavía
cree
tiene su bebé adentro
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un silencio acompaña la caída del agua
calabaza del mate que repica, la
velocidad del metal
en un sorbo ruidoso, hunde la palabra
los minutos y las páginas se consumen
inminentes como una cuerda
de nylon que se corta en la madrugada
poblar
la casa con dos o tres soledades
inventar un árbol
para talarlo
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esta noche abro las puertas
para escribir un poema
sobre el amor dejo que el viento
aguante el diluvio y traiga todos los
olores
vegetales que se trenzan en la terraza
mientras vos no estás
cerca
entonces sirvo una copa roja
hasta el tope dejo la botella
en la cocina. me siento al lado de un
termo
con la mitad de agua todavía tibia
y un mate cargado que me dice
“hasta hace pocas horas
la casa se mantuvo viva”. un poema de
amor
sobre los autos abandonados. paciente
como una banda de ladrones que espera
en una esquina se haga más de noche
para fingir toda su violencia en la
pieza
de alguna familia. un poema que parpadee
mientras los negocios se duermen
y los trabajadores del supermercado
sacan la basura de las góndolas
van despacio, cargando el alma
hacia el tren o el colectivo. en el
cielo
una alfombra fluorescente se extiende
para que las brujas desfilen delante
de la luna, aún me recuerda
hubo un camino largo antes de llegar acá
y los pájaros volvieron a comerse las
migas.
un recorrido lineal donde tuvimos que
mentir
demasiadas veces, valió la pena
el amor desborde contra la pileta de la
cocina
después de una fiesta
o un día de trabajo
cualquiera, ni bueno ni triste. el amor
antes de ir a despedirnos, para llenar
el aljibe
donde remansa el dolor del cuerpo. el
amor
como un mapa saturado de conceptos,
mitos y ecosistemas, se huele
las manos buscando la intensidad de un
resto
de pimienta. el amor de la carne
al horno quieta, epicentro de la espera
y la incertidumbre
el amor de mi perra
que duerme debajo de la mesa y sangra
con las vacunas atrasadas, todo en
desorden
esperando una señal que empiece
la reconstrucción. qué hiciste hoy
por tu propio fuego. cuántas paladas
hondas diste
para llegar al corazón, todavía
es necesario escribir
sobre lo imposible. cuando menos lo
esperes
va a llegar alguien para interrumpirte
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